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26 de mayo de 2012

Solemnidad de Pentecostés - El Señor sopla en nuestra alma un aliento de vida (27 de Mayo de 2012)

Del santo Evangelio según San Juan: 20,19-23
"Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo. Recibid el Espíritu Santo"

Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en su casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: "Paz a vosotros." Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: "Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envió yo." Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: "Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos."

Meditación de su S.S Benedicto XVI

Queridos hermanos y hermanas:
(…)
En la liturgia de Pentecostés, a la narración de los Hechos de los Apóstoles sobre el nacimiento de la Iglesia (cf. Hch 2, 1-11) corresponde el salmo 103 que hemos escuchado: una alabanza de toda la creación, que exalta [aclama] al Espíritu Creador que lo hizo todo con sabiduría: «¡Cuántas son tus obras, Señor, y todas las hiciste con sabiduría! La tierra está llena de tus criaturas... ¡Gloria a Dios para siempre, goce el Señor con sus obras!» (Sal 103, 24.31). Lo que quiere decirnos la Iglesia es esto: el Espíritu creador de todas las cosas y el Espíritu Santo que Cristo hizo descender desde el Padre sobre la comunidad de los discípulos son uno y el mismo: creación y redención se pertenecen mutuamente y constituyen, en el fondo, un único misterio de amor y de salvación. El Espíritu Santo es ante todo Espíritu Creador y por tanto Pentecostés es también fiesta de la creación. Para nosotros, los cristianos, el mundo es fruto de un acto de amor de Dios, que hizo todas las cosas y del que él se alegra porque es «algo bueno», «algo muy bueno», como nos recuerda el relato de la Creación (cf. Gn 1, 1-31). (…)

La segunda lectura y el Evangelio de hoy nos muestran esta conexión. El Espíritu Santo es Aquel que nos hace reconocer en Cristo al Señor, y nos hace pronunciar la profesión de fe de la Iglesia: «Jesús es el Señor» (cf. 1 Co 12, 3b). (…) La expresión «Jesús es Señor» se puede leer en los dos sentidos. Significa: Jesús es Dios y, al mismo tiempo, Dios es Jesús. El Espíritu Santo ilumina esta reciprocidad: Jesús tiene dignidad divina, y Dios tiene el rostro humano de Jesús. Dios se muestra en Jesús, y con ello nos da la verdad sobre nosotros mismos. Dejarse iluminar en lo más profundo por esta palabra es el acontecimiento de Pentecostés. (…)En el Credo, que nos une desde todos los lugares de la Tierra, se forma la nueva comunidad de la Iglesia de Dios, que, mediante el Espíritu Santo, hace que nos comprendamos aun en la diversidad de las lenguas, a través de la fe, la esperanza y el amor.

El pasaje evangélico nos ofrece, después, una imagen maravillosa para aclarar la conexión entre Jesús, el Espíritu Santo y el Padre: el Espíritu Santo se presenta como el soplo de Jesucristo resucitado (cf. Jn 20, 22). El evangelista san Juan retoma aquí una imagen del relato de la creación, donde se dice que Dios sopló en la nariz del hombre un aliento de vida (cf. Gn 2, 7). El soplo de Dios es vida. Ahora, el Señor sopla en nuestra alma un nuevo aliento de vida, el Espíritu Santo, su más íntima esencia, y de este modo nos acoge en la familia de Dios. Con el Bautismo y la Confirmación se nos hace este don de modo específico, y con los sacramentos de la Eucaristía y de la Penitencia se repite continuamente: el Señor sopla en nuestra alma un aliento de vida. Todos los sacramentos, cada uno a su manera, comunican al hombre la vida divina, gracias al Espíritu Santo que actúa en ellos.

En la liturgia de hoy vemos también una conexión ulterior [posterior]. El Espíritu Santo es Creador, es al mismo tiempo Espíritu de Jesucristo, pero de modo que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son un solo y único Dios. Y a la luz de la primera lectura podemos añadir: el Espíritu Santo anima a la Iglesia. Esta no procede de la voluntad humana, de la reflexión, de la habilidad del hombre o de su capacidad organizativa, pues, si fuese así, ya se habría extinguido desde hace mucho tiempo, como sucede con todo lo humano. La Iglesia, en cambio, es el Cuerpo de Cristo, animado por el Espíritu Santo (…). Así el acontecimiento de Pentecostés se representa como un nuevo Sinaí, como el don de un nuevo Pacto en el que la alianza con Israel se extiende a todos los pueblos de la Tierra, en el que caen todas las barreras de la antigua Ley y aparece su corazón más santo e inmutable, es decir, el amor, que precisamente el Espíritu Santo comunica y difunde, el amor que lo abraza todo (…). De hecho, desde el primer instante, el Espíritu Santo la creó como Iglesia de todos los pueblos; abraza al mundo entero, supera todas las fronteras de raza, clase, nación; abate todas las barreras y une a los hombres en la profesión del Dios uno y trino. Desde el principio la Iglesia es una, católica y apostólica: esta es su verdadera naturaleza y como tal debe ser reconocida. Es santa no gracias a la capacidad de sus miembros, sino porque Dios mismo, con su Espíritu, la crea, la purifica y la santifica siempre.

Por último, el Evangelio de hoy nos entrega esta bellísima expresión: «Los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor» (Jn 20, 20). Estas palabras son profundamente humanas. El Amigo perdido está presente de nuevo, y quien antes estaba turbado se alegra. Pero dicen mucho más. Porque el Amigo perdido no viene de un lugar cualquiera, sino de la noche de la muerte; ¡y él la ha atravesado! Él no es uno cualquiera, sino que es el Amigo y al mismo tiempo Aquel que es la Verdad que da vida a los hombres; y lo que da no es una alegría cualquiera, sino la alegría misma, don del Espíritu Santo. Sí, es hermoso vivir porque soy amado, y es la Verdad la que me ama. Se alegraron los discípulos al ver al Señor. Hoy, en Pentecostés, esta expresión está destinada también a nosotros, porque en la fe podemos verlo; en la fe viene a nosotros, y también a nosotros nos enseña las manos y el costado, y nosotros nos alegramos. Por ello queremos rezar: ¡Señor, muéstrate! Haznos el don de tu presencia y tendremos el don más bello: tu alegría.

Amén.

Homilía Domingo 12 de junio de 2011

 Veáse en: http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/homilies/2010/documents/hf_ben-xvi_hom_20100523_pentecoste_sp.html

Lecturas tomadas de: http://www.aciprensa.com/calendario/calendario.php?dia=27&mes=5&ano=2012

25 de mayo de 2012

!!!Pentecostés, la venida del Santo Espíritu y el nacimiento de la Iglesia!!!!


La repetirán tambien a las 13hs. (1pm) 

horario de Colombia y Perú.


Audiencia General (23 de mayo): Jesús nos enseña a llamar Padre a Dios

Durante la audiencia general del miércoles, el Papa habló sobre la oración refiriéndose a Dios como figura paterna. Benedicto XVI dijo que en la oración, Dios "nos conoce a cada uno por nombre, cuida siempre de nosotros y nos ama inmensamente, como nadie en el mundo es capaz de amar".

24 de mayo de 2012

Aprendamos a saborear en nuestra Oración, la belleza de ser amigos, aun más hijos de Dios...

Autor: S.S Benedicto XVI

Queridos hermanos y hermanas:

El miércoles pasado mostré como San Pablo dice que el Espíritu Santo, el gran maestro de la oración, nos enseña a dirigirnos a Dios con palabras de hijos afectuosos, llamándolo "¡Abbá, Padre." Así hizo Jesús, incluso en el momento más dramático de su vida terrena, Él nunca perdió la fe en el Padre y siempre lo invocó con la intimidad del Hijo amado. (...)

El cristianismo no es una religión del miedo, sino de la confianza y del amor al Padre que nos ama. (...)

Podríamos decir que en Dios el ser Padre asume dos dimensiones. En primer lugar, Dios es nuestro Padre, porque Él es nuestro Creador. Cada uno de nosotros, cada hombre y cada mujer es un milagro de Dios, es querido por Él, y es conocido personalmente por Él. (...)

Ciertamente, nuestro ser hijos de Dios no tiene la plenitud de Jesús: nosotros tenemos que volvernos hijos de Dios cada vez más, a los largo del camino de toda nuestra existencia cristiana, creciendo en el seguimiento de Cristo, en la comunión con Él, para entrar cada vez más íntimamente en la relación de amor con Dios Padre, que sostiene nuestra vida. Ésta es la realidad fundamental que se nos abre cuando nosotros nos abrimos al Espíritu Santo y Él hace que nos dirijamos a Dios diciéndole «Abbá!», Padre. (...)

San Pablo quiere hacernos comprender que la oración cristiana no se realiza nunca en sentido único, de nosotros a Dios, no es sólo una acción nuestra, sino que es expresión de una relación recíproca, en la que Dios actúa primero: es el Espíritu Santo que clama en nosotros, y nosotros podemos clamar porque el impulso proviene del Espíritu Santo. Nosotros no podríamos rezar si no estuviera inscrito en lo profundo de nuestro corazón el anhelo de Dios, el ser hijos de Dios. (...)


Además, comprendemos que la oración del Espíritu de Cristo en nosotros y la nuestra en Él no es sólo un acto individual, sino de la Iglesia entera. Cuando rezamos se abre nuestro corazón, entramos en comunión no sólo con Dios, sino con todos los hijos de Dios, que somos una cosa sola.

(,,,) El que habla con Dios nunca está solo. Estamos en la gran oración de la Iglesia, formamos parte de una gran sinfonía que la comunidad cristiana esparcida en cada parte de la tierra y en todo tiempo eleva a Dios; ciertamente los músicos y los instrumentos son distintos – y éste es un elemento de riqueza -, pero la melodía de alabanza es única y armoniosa. Por lo que cada vez que clamamos y decimos «¡Abbá! ¡Padre!» es la Iglesia - toda la comunión de los hombres en oración - la que sostiene nuestra invocación y nuestra invocación es la invocación de la Iglesia.
 (...).

La oración guiada por el Espíritu Santo, que nos hace clamar «¡Abbá! ¡Padre!» con Cristo y en Cristo, nos inserta en el único gran mosaico de la familia de Dios, en la que cada uno tiene un lugar y un rol importante, en profunda unidad con todo el conjunto.


Una nota más para terminar: nosotros aprendemos a clamar «¡Abbá!, ¡Padre!» también con María, la Madre del Hijo de Dios. El cumplimiento de la plenitud del tiempo, de la que habla San Pablo en la Carta a los Gálatas, sucede en el momento del «sí» de María, de su adhesión plena a la voluntad de Dios: «Heme aquí, soy la sierva del Señor» (Lc 1,38).

Queridos hermanos y hermanas, aprendamos a saborear en nuestra oración la belleza de ser amigos, aún más hijos de Dios, de poderlo invocar con la familiaridad y la confianza que tiene un niño hacia sus padres que lo aman. Abramos nuestra oración a la acción del Espíritu Santo, para que clame en nosotros «¡Abbá! ¡Padre!» y para que nuestra oración cambie, convierta constantemente nuestro pensar y nuestro actuar, para hacerlo cada vez más conforme al del Hijo Unigénito, Jesucristo.

Gracias.

(Traducción del italiano: Eduardo Rubió y Cecilia de Malak – Radio Vaticana)
El Subrayado es nuestro.

Audiencia General , Miércoles 23 de mayo de 2012.
Veáse completo en:  http://www.radiovaticana.org/spa/Articolo.asp?c=590239
  
Anteriores Audiencias :
http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/audiences/2012/index_sp.htm

19 de mayo de 2012

7° Semana de Pacua- Cristo asciende a los cielos

Del santo Evangelio según San Marcos 16,15-20
"Subió al cielo y se sentó a la derecha de Dios"


En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo: "Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice se salvará; el que se resista a creer será condenado. A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos." Después de hablarles, el Señor Jesús subió al cielo y se sentó a la derecha de Dios. Ellos se fueron a pregonar el Evangelio por todas partes, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que los acompañaban.

Meditación de San Agustín, obispo

"Hoy nuestro Señor Jesucristo ha subido al cielo; suba también con él nuestro corazón. Oigamos lo que nos dice el Apóstol: Si habéis sido resucitados con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde Cristo está sentado a la diestra de Dios. Poned vuestro corazón en las cosas del cielo, no en las de la tierra. Pues, del mismo modo que él subió sin alejarse por ello de nosotros, así también nosotros estamos ya con él allí, aunque todavía no se haya realizado en nuestro cuerpo lo que se nos promete.

Él ha sido elevado ya a lo más alto de los cielos; sin embargo, continúa sufriendo en la tierra a través de las fatigas que experimentan sus miembros. Así lo atestiguó con aquella voz bajada del cielo: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Y también: Tuve hambre y me disteis de comer. ¿Por qué no trabajamos nosotros también aquí en la tierra, de manera que, por la fe, la esperanza y la caridad que nos unen a él, descansemos ya con él en los cielos? Él está allí, pero continúa estando con nosotros; asimismo, nosotros, estando aquí, estamos también con él. Él está con nosotros por su divinidad, por su poder, por su amor; nosotros, aunque no podemos realizar esto como él por la divinidad, lo podemos sin embargo por el amor hacia él.

Él, cuando bajó a nosotros, no dejó el cielo; tampoco nos ha dejado a nosotros, al volver al cielo. Él mismo asegura que no dejó el cielo mientras estaba con nosotros, pues que afirma: Nadie ha subido al cielo sino aquel que ha bajado del cielo, el Hijo del hombre, que está en el cielo. Esto lo dice en razón de la unidad que existe entre él, nuestra cabeza, y nosotros, su cuerpo. Y nadie, excepto él, podría decirlo, ya que nosotros estamos identificados con él, en virtud de que él, por nuestra causa, se hizo Hijo del hombre, y nosotros, por él, hemos sido hechos hijos de Dios.

En este sentido dice el Apóstol: Lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo. No dice: «Así es Cristo», sino: Así es también Cristo. Por tanto, Cristo es un solo cuerpo formado por muchos miembros. Bajó, pues, del cielo, por su misericordia, pero ya no subió él solo, puesto que nosotros subimos también en él por la gracia. Así, pues, Cristo descendió él solo, pero ya no ascendió él solo; no es que queramos confundir la divinidad de la cabeza con la del cuerpo, pero sí afirmamos que la unidad de todo el cuerpo pide que éste no sea separado de su cabeza."


Sermón Mai 98, Sobre la Ascensión del Señor, 1-2; PLS 2, 494-495.

Veáse en: http://www.vatican.va/spirit/documents/spirit_20010525_agostino_sp.html

17 de mayo de 2012

San Pablo nos enseña que en nuestra oración, tenemos que adherirnos a Dios con todo nuestro corazón y con todo nuestro ser

Autor: S.S Benedicto XVI

Queridos hermanos y hermanas:

En la última catequesis hemos reflexionado sobre la oración en los Hechos de los Apóstoles, hoy me gustaría empezar a hablar acerca de la oración en las Cartas de San Pablo, el Apóstol de los gentiles. (...)

Un primer elemento que el Apóstol nos quiere hacer entender es que la oración no debe ser vista simplemente como una obra buena hecha por nosotros a Dios, como una propia acción. Ésta es ante todo un don, fruto de la presencia viva, vivificante del Padre y de Cristo Jesús en nosotros. (...)

En la oración, nosotros experimentamos, más que en otras dimensiones de la existencia, nuestra debilidad, nuestra pobreza, nuestro ser criaturas, porque nos encontramos ante la omnipotencia y la trascendencia de Dios. (...)

Crece entonces en nosotros la necesidad de confiarnos y depender cada vez más a Él; comprendemos que "no sabemos… cómo orar de manera conveniente" (Rom. 8,26). Es el Espíritu Santo que ayuda esta nuestra incapacidad, ilumina nuestra mente y calienta nuestros corazones, guiando nuestro dirigirnos a Dios. Para san Pablo la oración es sobre todo obra del Espíritu Santo en nuestra humanidad, para hacerse cargo de nuestra debilidad y transformarnos de hombres vinculados a la realidad material en hombres espirituales (...)
Con esta presencia del Espíritu Santo se realiza nuestra unión con Cristo, ya que es el Espíritu del Hijo de Dios, en el cual somos hijos. (...)

Ahora, me gustaría destacar tres consecuencias en nuestra vida cristiana cuando dejamos que obre en nosotros no el espíritu del mundo, sino el Espíritu de Cristo como principio interior de todas nuestras acciones.

En primer lugar, con la oración animada por el Espíritu se nos da la posibilidad de abandonar y de superar toda forma de miedo o de esclavitud, viviendo la auténtica libertad de los hijos de Dios. (...) Ésta es la verdadera libertad, poder seguir el anhelo del bien, de la verdadera alegría, de la comunión con Dios y no quedar oprimidos por las circunstancias que nos conducen hacia direcciones distintas.

Una segunda consecuencia, que se verifica en nuestras vidas, cuando dejamos obrar en nosotros al Espíritu de Cristo, es que la misma relación con Dios llega a ser tan profunda, que nunca se ve afectada por cualquier hecho o situación. Entonces comprendemos que con la oración no quedamos liberados de pruebas o de sufrimientos, sino que podemos vivirlos en unión con Cristo, con sus sufrimientos, con la perspectiva de participar también en su gloria (cf. Rm 8,17).(...)

Y la tercera consecuencia es que la oración del creyente se abre también a las dimensiones de la humanidad y de la creación entera, (…)De forma que me libera y ayuda a redimir al mundo.

Queridos hermanos y hermanas, san Pablo nos enseña que en nuestra oración, tenemos que abrirnos a la presencia del Espíritu Santo, que ora en nosotros con gemidos inefables, para llevarnos a adherirnos a Dios con todo nuestro corazón y con todo nuestro ser. El Espíritu de Cristo se vuelve la fuerza de nuestra oración "débil", la luz de nuestra oración, "apagada", el fuego de nuestra oración "árida", donándonos la verdadera libertad interior, enseñándonos a vivir afrontando las pruebas de la existencia, con la certeza de que no estamos solos, y abriéndonos a los horizontes de la humanidad y de la creación que "gime y sufre dolores de parto " (Romanos 8, 22).

Gracias

(Traducción del italiano: Eduardo Rubió y Cecilia de Malak – Radio Vaticana)
El Subrayado es nuestro.

Audiencia General , Miércoles 16 de mayo de 2012.
Veáse completo en: http://www.radiovaticana.org/spa/Articolo.asp?c=588366
Anteriores Audiencias :
http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/audiences/2012/index_sp.htm

13 de mayo de 2012

6° Semana de Pascua -Cristo nos da su mandamiento nuevo

Del santo Evangelio según san Juan 15,9-17
"Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos"

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud. Éste es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado. Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto dure. De modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo dé. Esto os mando: que os améis unos a otros."

Meditación de Juan Pablo II
(...)
La caridad*  constituye la esencia del «mandamiento» nuevo que enseñó Jesús. En efecto, la caridad es el alma de todos los mandamientos, cuya observancia es ulteriormente reafirmada, más aún, se convierte en la demostración evidente del amor a Dios: «En esto consiste el amor a Dios: en que guardemos sus mandamientos» (1 Jn 5, 3).

Este amor, que es a la vez amor a Jesús, representa la condición para ser amados por el Padre: «El que recibe mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ame, será amado de mi Padre; y yo lo amaré y me manifestaré a él» (Jn 14, 21).

El amor a Dios, que resulta posible gracias al don del Espíritu, se funda, por tanto, en la mediación de Jesús (...). Esta mediación se concreta sobre todo en el don que él ha hecho de su vida, don que por una parte testimonia el amor mayor y, por otra, exige la observancia de lo que Jesús manda: «Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando» (Jn 15, 13-14).

La caridad cristiana acude a esta fuente de amor, que es Jesús, el Hijo de Dios entregado por nosotros. La capacidad de amar como Dios ama se ofrece a todo cristiano como fruto del misterio pascual de muerte y resurrección.

La Iglesia ha expresado esta sublime realidad enseñando que la caridad es una virtud teologal, es decir, una virtud que se refiere directamente a Dios y hace que las criaturas humanas entren en el círculo del amor trinitario. En efecto, Dios Padre nos ama como ama Cristo, viendo en nosotros su imagen. Esta, por decirlo así, es dibujada en nosotros por el Espíritu Santo, que como un artista de iconos la realiza en el tiempo.

(...)

Con la fuerza del Espíritu Santo, la caridad anima la vida moral del cristiano, orienta y refuerza todas las demás virtudes, las cuales edifican en nosotros la estructura del hombre nuevo. Como dice el Catecismo de la Iglesia católica, «el ejercicio de todas las virtudes está animado e inspirado por la caridad. Esta es el vínculo de la perfección" (Col 3, 14); es la forma de las virtudes; las articula y las ordena entre sí; es fuente y término de su práctica cristiana. La caridad asegura y purifica nuestra facultad humana de amar. La eleva a la perfección sobrenatural del amor divino» (n. 1827). Como cristianos, estamos siempre llamados al amor.

Audiencia General 13 de Octubre de 1999

Véase en: http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/audiences/1999/documents/hf_jp-ii_aud_13101999_sp.html

* Caridad - no significa ante todo el acto o el sentimiento benéfico, sino el don espiritual, el amor de Dios que el Espíritu Santo infunde en el corazón humano y que lleva a entregarse a su vez al mismo Dios y al prójimo. -Benedicto XVI, 25/9/2005 (http://www.corazones.org/diccionario/caridad.htm)

11 de mayo de 2012

La vida también ¨golpea¨ hasta a los que están cerca de Dios...

El joven cantante, Jesse Demara, desde Yuma, Arizona nos cuenta las pruebas por las que él y su familia pasaron debido a las drogas. Además nos presenta su primer disco como solista, que fue producido por Son By Four y cuenta con composiciones originales que son reflejo de su testimonio de vida.

10 de mayo de 2012

La liberación de Pedro, nos muestra que la Oración es un instrumento precioso para superar las pruebas

Autor: S.S Benedicto XVI
 
Queridos hermanos y hermanas:

El episodio de la liberación de Pedro, que cuenta Lucas, nos dice que la Iglesia, cada uno de nosotros, atraviesa la noche de la prueba, pero que es la incesante vigilancia de la oración la que nos sostiene. Yo, también, desde el primer momento de mi elección como Sucesor de San Pedro, me he sentido siempre sostenido por vuestras oraciones y por la oración de la Iglesia, sobre todo en los momentos más difíciles, os agradezco de corazón.
Con la oración constante y confiada, el Señor nos libera de las cadenas, nos guía para atravesar cualquier noche de cautiverio, que puede atenazar [sujetar] nuestro corazón, nos da la serenidad del corazón para hacer frente a las dificultades de la vida, aun el rechazo, la oposición y la persecución.

 El episodio de Pedro muestra el poder de la oración. Y el Apóstol, aun estando encadenado, se siente tranquilo, confiado en la certeza de no estar nunca solo: la comunidad está orando por él, el Señor está a su lado, aún más, sabe que "el poder de Cristo se manifiesta plenamente en la debilidad" (2 Cor 12,9).

La oración constante y unánime es un instrumento precioso también para superar las pruebas que puedan surgir en el camino de la vida, porque estando profundamente unidos a Dios, nos permite también estar profundamente unidos a los demás.

Gracias.

Radio Vaticana-(Traducción del italiano: Eduardo Rubió y Cecilia de Malak)

Audiencia General, Miércoles 9 de mayo de 2012.
 (Texto completo) http://www.radiovaticana.org/spa/Articolo.asp?c=586377  


Anteriores Audiencias :
http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/audiences/2012/index_sp.htm






6 de mayo de 2012

5º Semana de Pascua


Del santo Evangelio según san Juan 15, 1-8

«Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el viñador. Todo sarmiento que en mí no da fruto, lo corta, y todo el que da fruto, lo limpia, para que dé más fruto. Vosotros estáis ya limpios gracias a la Palabra que os he anunciado. Permaneced en mí, como yo en vosotros. Lo mismo que el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid; así tampoco vosotros si no permanecéis en mí. Yo soy la vid; vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto; porque separados de mí no podéis hacer nada. Si alguno no permanece en mí, es arrojado fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen, los echan al fuego y arden. Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y lo conseguiréis. La gloria de mi Padre está en que deis mucho fruto, y seáis mis discípulos.


Meditación del Papa


En la parábola de la vid, Jesús nos dice: "Vosotros sois la vid", sino: "Yo soy la vid, vosotros los sarmientos". Y esto significa: "Así como los sarmientos están unidos a la vid, de igual modo vosotros me pertenecéis. Pero, perteneciendo a mí, pertenecéis también unos a otros". Y este pertenecerse uno a otro y a Él, no entraña un tipo cualquiera de relación teórica, imaginaria, simbólica, sino casi me atrevería a decir, un pertenecer a Jesucristo en sentido biológico, plenamente vital.

La Iglesia es esa comunidad de vida con Él y de uno para con el otro, que está fundada en el Bautismo y se profundiza cada vez más en la Eucaristía*. "Yo soy la verdadera vid", significa en realidad propiamente: "Yo soy vosotros y vosotros sois yo"; una identificación inaudita del Señor con nosotros, su Iglesia.

Cristo mismo se presentó a Saulo, el perseguidor de la Iglesia, antes de llegar a Damasco: "¿Por qué me persigues?". De ese modo, el Señor señala el destino común que se deriva de la íntima comunión de vida de su Iglesia con Él, el Cristo resucitado. En este mundo, Él continúa viviendo en su Iglesia.

*La Eucaristía (La Santa Hostia) es Jesucristo vivo, su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, que se hace presente cuando el sacerdote consagra el pan y vino en la Santa Misa. Estos elementos se convierten en el Cuerpo y la Sangre del Señor (Transubstanciación). Recibir la Eucaristía (Comunión) es recibir a Jesucristo. La Eucaristía, explica el Papa León XIII, contiene "en una variedad de milagros, todas las realidades sobrenaturales" (Encíclica Mirae Caritatis).


S.S Benedicto XVI, 22 de septiembre de 2011.
Veáse en: Catholic.net 

San Esteban, nos muestra que la Oración es fuente de fortaleza y presencia cercana de Dios

Autor: S.S Benedicto XVI

Queridos hermanos y hermanas:

En las últimas catequesis hemos visto cómo, en la oración personal y comunitaria, la lectura y la meditación de la Sagrada Escritura abren a la escucha de Dios que nos habla e infunden luz para comprender el presente. Hoy quiero hablar del testimonio y de la oración del primer mártir de la Iglesia, san Esteban, uno de los siete elegidos para el servicio de la caridad con los necesitados. En el momento de su martirio, narrado por los Hechos de los Apóstoles, se manifiesta, una vez más, la fecunda relación entre la Palabra de Dios y la oración.

(...)
El discurso de Esteban ante el tribunal, el más largo de los Hechos de los Apóstoles, se desarrolla precisamente sobre esta profecía de Jesús, el cual es el nuevo templo, inaugura el nuevo culto y sustituye, con la ofrenda que hace de sí mismo en la cruz, lo sacrificios antiguos. (...)Así, relee toda la narración bíblica, itinerario contenido en la Sagrada Escritura, para mostrar que conduce al «lugar» de la presencia definitiva de Dios, que es Jesucristo, en particular su pasión, muerte y resurrección.(...)

 En su meditación sobre la acción de Dios en la historia de la salvación, evidenciando la perenne tentación de rechazar a Dios y su acción, afirma que Jesús es el Justo anunciado por los profetas; en él Dios mismo se hizo presente de modo único y definitivo: Jesús es el «lugar» del verdadero culto. Esteban no niega la importancia del templo durante cierto tiempo, pero subraya que «Dios no habita en edificios construidos por manos humanas» (Hch 7, 48).(...)

La vida y el discurso de Esteban improvisadamente se interrumpen con la lapidación, pero precisamente su martirio es la realización de su vida y de su mensaje: llega a ser uno con Cristo. 

Queridos hermanos y hermanas, el testimonio de san Esteban nos ofrece algunas indicaciones para nuestra oración y para nuestra vida. Podemos preguntarnos: ¿De dónde sacó este primer mártir cristiano la fortaleza para afrontar a sus perseguidores y llegar hasta el don de sí mismo? La respuesta es sencilla: de su relación con Dios, de su comunión con Cristo, de su meditación sobre la historia de la salvación, de ver la acción de Dios, que en Jesucristo llegó al culmen. También nuestra oración debe alimentarse de la escucha de la Palabra de Dios, en la comunión con Jesús y su Iglesia.

Un segundo elemento: san Esteban ve anunciada, en la historia de la relación de amor entre Dios y el hombre, la figura y la misión de Jesús. Él —el Hijo de Dios— es el templo «no construido con manos humanas» en el que la presencia de Dios Padre se ha hecho tan cercana que ha entrado en nuestra carne humana para llevarnos a Dios, para abrirnos las puertas del cielo. Nuestra oración, por consiguiente, debe ser contemplación de Jesús a la derecha de Dios, de Jesús como Señor de nuestra existencia diaria, de mi existencia diaria. En él, bajo la guía del Espíritu Santo, también nosotros podemos dirigirnos a Dios, tomar contacto real con Dios, con la confianza y el abandono de los hijos que se dirigen a un Padre que los ama de modo infinito. Gracias.

(...)


El subrayado es nuestro.

Audiencia General , Miércoles 2 de mayo de 2012.
http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/audiences/2012/documents/hf_ben-xvi_aud_20120502_sp.html 

Anteriores Audiencias :
http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/audiences/2012/index_sp.htm