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22 de septiembre de 2013

¨Ningún siervo puede servir a dos amos, porque, o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero."

Del Santo Evangelio según San Lucas 16, 1-13

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Un hombre rico tenía un administrador, y le llegó la denuncia de que derrochaba sus bienes.Entonces lo llamó y le dijo: "¿Qué es eso que me cuentan de ti? Entrégame el balance de tu gestión, porque quedas despedido."El administrador se puso a echar sus cálculos:"¿Qué voy a hacer ahora que mi amo me quita el empleo? Para cavar no tengo fuerzas; mendigar me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer para que, cuando me echen de la administración, encuentre quien me reciba en su casa. "Fue llamando uno a uno a los deudores de su amo y dijo al primero: "¿Cuánto debes a mi amo?"Éste respondió: "Cien barriles de aceite."Él le dijo: "Aquí está tu recibo; aprisa, siéntate y escribe cincuenta."Luego dijo a otro: "Y tú, ¿cuánto debes?"Él contestó: "Cien fanegas de trigo."Le dijo: "Aquí está tu recibo, escribe ochenta."Y el amo felicitó al administrador injusto, por la astucia con que había procedido. Ciertamente, los hijos de este mundo son más astutos con su gente que los hijos de la luz.Y yo os digo: ganaos amigos con el dinero injusto, para que, cuando os falte, os reciban en las moradas eternas.El que es de fiar en lo menudo también en lo importante es de fiar; el que no es honrado en lo menudo tampoco en lo importante es honrado.Si no fuisteis de fiar en el injusto dinero, ¿quién os confiará lo que vale de veras? Si no fuisteis de fiar en lo ajeno, ¿lo vuestro, quién os lo dará?Ningún siervo puede servir a dos amos, porque, o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero." (Aciprensa.com)

Comentario:

* ¿Quién es el administrador del Señor?
En la parábola de Lucas se repite por siete veces el término “administrador” o administración”, que viene a ser así la palabra clave del pasaje y del mensaje que el Señor quiere dejarme. Trato ahora de buscar en las Escrituras algunas huellas, o una luz que me ayude a entender mejor y a verificar mi vida, mi administración que el Señor me ha confiado.

En el Antiguo Testamento se encuentra varias veces esta realidad, sobre todo referida a las riquezas de los reyes o a las riquezas de las ciudades o imperios: en los libros de las Crónicas (o Paralipómenos), por ejemplo, se habla de administradores del rey David (1 Cr 27,31; 28,1) y así también en los libros de Ester (3,9), Daniel (2,49; 6,4) y Tobías (1,22) encuentro administradores de reyes y príncipes. Es una administración del todo mundana, ligada a las posesiones, al dinero, a la riqueza, al poder; o sea, ligada a una realidad negativa, como la acumulación, la usurpación, la violencia. Es, en resumen, una administración que acaba, caduca y engañosa, aun cuando se reconozca que ella sea, en cierta medida, necesaria para el desarrollo de la sociedad.

El Nuevo Testamento, al contrario, me introduce de pronto en una dimensión diversa, más elevada, porque mira a las cosas del espíritu, del alma, cosas que no terminan, que no se cambian con el mudar de los tiempos y de las personas. San Pablo dice: “Cada uno se considere como ministro de Cristo y administrador de los misterios de Dios. Ahora bien, lo que se requiere en los administradores es que cada uno resulte fiel” (1 Cor 4, 1s) y Pedro: “Cada uno viva según la gracia recibida, poniéndola al servicio de los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios” (1 Pt 4,10). Por tanto comprendo que yo soy un administrador de los misterios y de la gracia de Dios, a través del instrumento pobre y miserable que es mi misma vida; en ella yo estoy llamado a ser fiel y bueno. Pero este adjetivo “bueno” es igual al que Juan usa refiriéndose al pastor, a Jesús: kalós, a saber, bello y bueno. Y ¿por qué? Simplemente porque ofrece su vida al Padre por las ovejas. Esta es la única verdadera administración que se me confía en este mundo, para el mundo futuro.

* ¿Qué cosa es la sagacidad del administrador del Señor?
El pasaje dice que el dueño alaba a su mayordomo injusto, porque había obrado con “sagacidad” y repite el término, “sagaz”, varias veces. Quizás una traducción más correcta podría ser “sapiente”, o sea “sabio” o “prudente”. Es una sabiduría que nace de un pensar atento, profundo, de la reflexión, del estudio y de la aplicación de la mente, de los afectos a algo que interesa grandemente. Como adjetivo este vocablo se encuentra en Mt. 7, 24, donde se nos muestra la verdadera sabiduría del hombre que construye la casa sobre la roca y no sobre la arena, o sea, del hombre que fundamenta su existencia sobre la Palabra del Señor y también en Mt 25, donde sabias son las vírgenes que tienen consigo las lámparas y el aceite, de modo que no puedan ser sorprendidas por las tinieblas, sino que saben esperar siempre con amor invencible, incorruptible, el regreso del Señor. Por tanto, este administrador es sabio y prudente, no porque se tome a broma a los otros, sino porque ha sabido regular su vida y transformarla sobre la medida y la forma de vida de su Señor: ha puesto todo el empeño de su ser, mente, corazón, voluntad y deseo de imitar a aquel a quien servía.

* La infidelidad (deshonestidad) y la injusticia
Otra palabra repetida muchas veces es “injusto” = “deshonesto” . Al administrador se le llama injusto y también a la riqueza. La deshonestidad es una característica que puede atacar al ser, en las grandes cosas, en lo mucho, pero también en las pequeñas, en lo poco. El texto griego no usa propiamente el término “injusto”, sino que dice “administrador de la injusticia”, “riqueza de la injusticia” e “injusto en lo mínimo”, “injusto en lo mucho”. 

La injusticia es una mala distribución, no igual, no equilibrada, en ella falta la armonía, falta un centro que atraiga hacia sí toda la energía, todo cuidado o intento; crea fracturas, heridas, dolor sobre dolor, acumulación por una parte y carencia por otra. Todos nosotros nos hemos topado en cierto modo con la realidad de la injusticia, porque es algo que pertenece a este mundo. Y nos hemos visto arrastrado por una y otra parte, perdemos la armonía, el equilibrio, la belleza; así es, no podemos negarlo. La palabra del Evangelio condena esta desarmonía tan fuerte que es el acumular, el mirar sólo para sí, el aumentar cada vez más, el tener y nos muestra el camino de curación que es el don, el compartir, el dar con corazón abierto, con misericordia. Como hace el Padre con nosotros, sin cansarse, sin desfallecer.

* ¿Y la mammona ¿qué es?
La palabra mammona aparece, en toda la Biblia, sólo en este capítulo de Lucas (vv. 9.11 y 13) y en Mt 6,24. Es un vocablo semítico que corresponde a “riqueza”, “posesiones”, “ganancias”, pero que se convierte en casi la personificación del dios-dinero, a quien los hombres sirven como locos, esclavos de “ aquella avaricia insaciable, que es la idolatría” (Col 3, 5). Aquí todo está claro, está pleno de luz. Sé bien, ahora, cual es la pregunta que me queda, después del encuentro con esta Palabra del Señor: “¿A quién quiero servir yo? La respuesta es una sola, única, precisa...Retengo en mi corazón este verbo estupendo, maravilloso y dulce, el verbo “servir” y lo rumío, extrayendo toda la substancia de la verdad que lleva consigo. Me vuelven a la mente las palabras de Josué al pueblo: “Si os disgusta servir al Señor, escoged hoy a quién queréis servir” (Jos 24, 15). Sé que soy injusto, que soy un administrador infiel, sé que no tengo nada, pero hoy yo escojo, con todo lo que soy, servir al Señor (cf. Act 20, 19; 1 Tes 1, 9; Gál 1, 10; Rom 12,11).

La edición y el subrayado son nuestros


En este día, descubramos  que todo lo hemos recibido de Dios y que somos administradores suyos.  Reconozcamos también, que esta administración debemos ejercerla con prudencia, sabiduría e inteligencia  conociendo a quien servimos y tratando de ser como Él. 

Que la misericordia y la confianza en el Señor no les falte. 

Gracias




15 de septiembre de 2013

"Os digo que la misma alegría habrá entre los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta."

Del Santo Evangelio según San Lucas 15, 1-32 
Domingo 24 del Tiempo Ordinario

En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús los publicanos y los pecadores a escucharle. Y los fariseos y los escribas murmuraban entre ellos: "Ése acoge a los pecadores y come con ellos."Jesús les dijo esta parábola: "Si uno de vosotros tiene cien ovejas y se le pierde una, ¿no deja las noventa y nueve en el campo y va tras la descarriada, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, se la carga sobre los hombros, muy contento; y, al llegar a casa, reúne a los amigos y a los vecinos para decirles: "¡Felicitadme!, he encontrado la oveja que se me había perdido."Os digo que así también habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse.Y si una mujer tiene diez monedas y se le pierde una, ¿no enciende una lámpara y barre la casa y busca con cuidado, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, reúne a las amigas y a las vecinas para decirles:¡Felicitadme!, he encontrado la moneda que se me había perdido."Os digo que la misma alegría habrá entre los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta."También les dijo: "Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre: "Padre, dame la parte que me toca de la fortuna." El padre les repartió los bienes.No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, emigró a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente.Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad.Fue entonces y tanto le insistió a un habitante de aquel país que lo mandó a sus campos a guardar cerdos. Le entraban ganas de llenarse el estómago de las algarrobas que comían los cerdos; y nadie le daba de comer.Recapacitando entonces, se dijo: "Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros."Se puso en camino adonde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió; y, echando a correr, se le echó al cuello y se puso a besarlo.Su hijo le dijo:"Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo."Pero el padre dijo a sus criados: "Sacad en seguida el mejor traje y vestidlo; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y matadlo; celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado."Y empezaron el banquete.Su hijo mayor estaba en el campo.Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y el baile, y llamando a uno de los mozos, le preguntó qué pasaba. Éste le contestó: "Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha matado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud."Él se indignó y se negaba a entrar; pero su padre salió e intentaba persuadirlo. Y él replicó a su padre: "Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; y cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado."El padre le dijo: "Hijo, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo: deberías alegrarte, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado."" (Aciprensa.com)

Comentario:
(...)

Una imagen triple

En el Evangelio nos da una triple imagen de cómo Dios mira a la persona pecadora y a un pueblo pecador
. Las tres historias contundentes hablan del mismo tema: Dios irá a cualquier distancia para que el pecador vuelva a una relación de amor con él. 


Esta es una historia de ovejas, quizás de una rebelde, que ha vagado lejos del rebaño. El pastor no descansa hasta que la haya encontrado y traído de vuelta. No hay castigo, sino más bien una invitación a los vecinos a participar en la celebración de la reunión. Cuenta también la historia de una mujer, presumiblemente pobre, que pierde una moneda que no puede permitirse perder. Una vez más, el énfasis está en la alegría compartida con los vecinos en la búsqueda de lo que se había perdido.

La pieza que nos detiene, por supuesto, es la maravillosa historia que se suele llamar el "Hijo Pródigo". Pero, como a menudo se ha señalado, es más bien la historia del Padre pródigamente generoso. Es el padre quien es la figura central. Él da generosamente de sus pertenencias a su hijo menor. El hijo desperdicia todo por la borda en el sexo y el placer perverso. A pesar de todo, el padre espera y observa. Nunca se enoja y nunca condena. Es una imagen muy diferente de la primera lectura de la Santa Misa. Cuando el hijo finalmente "vuelve a la sensatez",  vergonzosamente hace su camino a casa, se siente abrumado por el amor y el afecto de su padre. Nada es demasiado bueno para celebrar el regreso del hijo que "estaba muerto y ha vuelto a la vida".

Difícil de imitar

Esta es una imagen de amor y de perdón que podríamos encontrar difícil de imitar. Imagínese, si uno de sus familiares desperdicia toda la riqueza de la familia de esa manera, por ejemplo, por el juego imprudente o las drogas. ¿Qué clase de bienvenida podría esperar a su regreso?

Es probable que la mayoría de nosotros pueda identificarse más fácilmente con el hijo mayor. Él era un "buen chico", sirviendo diligentemente a su padre sin pensar en la recompensa personal. Naturalmente, el siente un fuerte resentimiento por el trato extraordinario que su hermano recibe como  ¨oveja negra¨. ¿Cómo puede el padre actuar de esta manera? Simplemente ¡no es justo!

El contexto
Es importante para nosotros recordar el contexto en que fueron pronunciadas estas historias. El pasaje se abre al decir: "solían acercarse a Jesús los publicanos y los pecadores a escucharle." El pasaje parece estar hablando en dos niveles interrelacionados. El primero es el contraste entre el comportamiento religiosamente autosuficiente y los que fueron vistos como extraños morales por ellos. La segunda es entre el propio pueblo de Jesús (representado por el hijo mayor, que siguió escrupulosamente las normas de la casa de su padre) y los "paganos" que se ven tanto como amorales e inmorales (representada por el hijo menor caer en todo tipo de conducta depravada).

Hay dos palabras claves aquí son "buscar" y "escuchar". Cualquier persona - no importa cuál sea su comportamiento en el pasado o presente - que realmente "busca" a Jesús y quiere "escuchar" lo que dice no puede ser del ¨todo pecador¨. La definición de un pecador es alguien que ha dejado de buscar a Jesús y que ha dejado de escucharle. Jesús puede ver en estas personas reunidas a su alrededor, personas deseosas de aprender y cambiar. 


Los fariseos y los escribas, sin embargo, sólo pueden ver sus estereotipos, en las personas que llevan la etiqueta de "pecador". Así que ellos se quejan en base a su ¨ gran rectitud¨. "Este hombre [Jesús] -¡ horror de horrores! - acoge a los pecadores y come con ellos " En sus ojos, un rabino como Jesús, se contaminaba comiendo junto con esas personas.. Jesús no trata de responder a las críticas dando explicaciones teológicas largas. Les cuenta una historia. En este caso, tres historias. Su mensaje es claro: Dios ama a todos y quiere que se vuelvan a él. Si lo hacen, hay una gran bienvenida para ellos.

Sin embargo, existe el peligro de que pudieramos ir a un extremo de la tolerancia, que no se encuentra en las enseñanzas de Jesús. Una conclusión falsa seria no importa lo que hagamos pues Dios nos perdona.


El Amor de Dios
Ese amor es absolutamente incondicional. No importa qué tipo de persona yo sea, no importa lo que haya hecho contra Dios, contra los demás o contra mí mismo, el amor de Dios (llamado ágape, en el original griego del Nuevo Testamento) para mí es absolutamente invariable.


La edición y el subrayado son nuestros
Tomado de Living Space. Commentaries on the daily readings.


Descubramos que nuestro pecado, nuestras rebeldías al amor de Dios, son lo único que nos impide encontrarnos con Cristo 

Que la misericordia y la confianza en el Señor no les falte.

Gracias

1 de septiembre de 2013

"Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido."

Del Santo Evangelio según San Lucas 14, 1. 7-14
Domingo 22 del Tiempo Ordinario

Un sábado, entró Jesús en casa de uno de los principales fariseos para comer, y ellos le estaban espiando.Notando que los convidados escogían los primeros puestos, les propuso esta parábola: "Cuando te conviden a una boda, no te sientes en el puesto principal, no sea que hayan convidado a otro de más categoría que tú; y vendrá el que os convidó a ti y al otro y te dirá: "Cédele el puesto a éste."Entonces, avergonzado, irás a ocupar el último puesto.Al revés, cuando te conviden, vete a sentarte en el último puesto, para que, cuando venga el que te convidó, te diga: "Amigo, sube más arriba."Entonces quedarás muy bien ante todos los comensales.Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido."Y dijo al que lo había invitado: "Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque corresponderán invitándote, y quedarás pagado.Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; dichoso tú, porque no pueden pagarte; te pagarán cuando resuciten los justos."(Aciprensa.com)

Comentario:
La parábola de la elección de los últimos lugares está situada en sábado, cuando Jesús está ya en Jerusalén, donde se cumplirá el misterio pascual, donde se celebrará la Eucaristía de la nueva alianza, a la cual le seguirá después, el encuentro con el viviente y el encargo de la misión de los discípulos que prolongará la de Jesús.

La luz de la Pascua permite ver el camino que el Señor hace recorrer a todos aquellos que son llamados para representarlo como siervo, diakonos, en medio de la comunidad, recogida en torno a la mesa. Es el tema lucano de la comunión o participación. La realidades más hermosas las ha realizado Jesús, las ha proclamado y enseñado a la mesa, en un ambiente de banquete.

En el capítulo 14, Lucas, con su hábil arte de narrador, pinta un cuadro, en el cual superpone dos imágenes: Jesús, a la mesa, define el rostro de la nueva comunidad, convocada en torno a la mesa eucarística. La página está dividida en dos escenas: la primera la invitación a comer en casa de uno de los jefes de los fariseos en día de fiesta, un sábado (Lc 14, 1-6); luego, la enseñanza con dos pequeñas parábolas sobre el modo de elegir los puestos a la mesa y los criterios para hacer las invitaciones (Lc 14, 7-14); finalmente la parábola de los invitados al banquete (Lc 14,15-16), en la que aparece el problema de los invitados: ¿quién participará en la mesa del reino? Esta participación se prepara desde este momento hasta la hora de la relación con Jesús, que convoca en torno a él a las personas en la comunidad-Iglesia.

- el sábado: día de fiesta y de liberación

He aquí el versículo de Lucas: « Sucedió que un sábado fue a comer a casa de uno de los jefes de los fariseos. Ellos le estaban observando» (Lc 14, 1). Jesús es invitado un día festivo por un responsable de los movimientos de los observantes o fariseos. Jesús está a la mesa. En este contexto sucede el primer episodio: la curación de un hombre hidrópico, impedido por su enfermedad de participar a la mesa. Aquellos que están marcados en su carne están excluidos de la comunidad de los observantes, como sabemos por la Regla de Qumran. La comida del sábado tiene carácter festivo y sagrado, sobre todo para los observantes de la ley. En el día de sábado, de hecho, se hace memoria semanal del éxodo y de la creación. Jesús, justamente en día de sábado, devuelve la libertad y devuelve la salud plena a un hombre hidrópico.

Él justifica su gesto ante los maestros y observantes de la ley con estas palabras: « ¿Quién de vosotros, si se le cae un asno o buey al pozo no lo saca inmediatamente en día de sábado?». Dios está interesado en las personas y no sólo en las propiedades del hombre. El sábado no se reduce a una observancia externa del descanso sagrado, sino que está en favor del hombre. Con esta preocupación dirigida al hombre, se da también la clave de lo criterios de convocación a esta comunidad simbolizada por la mesa: ¿cómo hacer la elección de los puestos? ¿a quién invitar y quién participará al final en el banquete del Reino? El gesto de Jesús es programático: el sábado está hecho para el hombre. Él realiza en día de sábado lo que es el significado fundamental de la celebración de la memoria de la salida de Egipto y de la creación. 


- sobre la elección de los puesto y de los invitados
Los criterios
para elegir los puestos no se basan en la precedencia, o sobre los papeles o notoriedad, sino que se inspira en el actuar de Dios que promueve a los últimos, «porque todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado.» (Lc 14, 11). Este principio que cierra la parábola del nuevo libro de urbanidad, que tira por tierra los criterios mundanos, hace alusión a la acción de Dios por medio del pasivo «será ensalzado».

Luego vienen los criterios sobre la elección de los invitados. Se excluyen los criterios de recomendación o de solidaridad corporativa: « No llames a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a tus vecinos ricos... …» « Al contrario, cuando des un banquete, llama a los pobres, a los lisiados, a los cojos, a los ciegos...» (Lc 14, 12.13). El elenco comienza con los pobres, que en el evangelio de Lucas son los destinatarios de las bienaventuranzas: «Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el reino de los cielos». En el elenco de los invitados, los pobres están concretizados como los disminuidos físicamente, excluidos por las confraternidades farisaicas y por el ritual del templo (Cf. 2Sam 5, 8; Lv 21, 18).

Este elenco se vuelve a encontrar en la parábola del banquete: pobres, cojos, ciegos y mancos toman el puesto de los invitados al respecto (Lc 14, 21).

Esta segunda parábola sobre el criterio de los invitados se cierra con esta proclamación: «Y serás dichoso, porque no te pueden corresponder, pues se te recompensará en la resurrección de los justos» (Lc 14, 14), al final de los tiempos, cuando Dios manifieste su señorío comunicando la vida eterna. Hay una frase de uno de los comensales, en este momento, que hace de lazo de unión entre las dos pequeñas parábolas y el banquete de cena. «Uno de los comensales, habiendo oído esto, dijo: «¡Bienaventurado el que coma el pan del reino de Dios!”» (Lc 14, 15). Esta parábola que hace alusión a la bienaventuranza del reino y a la condición para participar en el mismo mediante la imagen del banquete, «comer el pan», sitúa la parábola del banquete dentro de su significado escatológico. Sin embargo, este banquete final, que es el reino de Dios y la plena comunión con él, se prepara en la comunión actual. Jesús narra esta parábola para interpretar la convocación de los hombres con el anuncio del reino de Dios a través de su actuación histórica.

 La palabra me ilumina
a) Jesús, estando en casa del fariseo que lo había invitado a comer, observa cómo los invitados eligen los primeros puestos. Es una actitud muy común en la vida, no solamente cuando se está a la mesa: cada uno busca el primer puesto en la atención y en la consideración por parte de los demás. Todos, comenzando por nosotros mismos, tenemos experiencia de ello. Pero, debemos tener cuidado, porque las palabras de Jesús, que exhortan a abstenerse de buscar el primer puesto, no son simplemente una palabras de urbanidad; ellas son una regla de vida. Jesús aclara que es el Señor el que da a cada uno la dignidad y el honor, no somos nosotros a dárnoslo, tal vez presumiendo de nuestros propios méritos. Como hizo en las Bienaventuranzas, Jesús echa por tierra el juicio y el comportamiento de este mundo. El que se reconoce pecador y humilde, será exaltado por Dios, el que, por el contrario, pretende que se le reconozcan sus méritos y busca los primeros puestos, arriesga el autoexcluirse del banquete.

b) « No te pongas en el primer puesto, no sea que haya invitado a otro más distinguido que tú... y tengas que ir, avergonzado, a sentarte en el último puesto » (Lc 14,8-9). Parece que Jesús juegue con los tentativos infantiles de los invitados que se preocupan por alcanzar la mejor posición; pero, su intención es mucho más seria. Hablando a los jefes de Israel, él muestra cuál es el poder que edifica las relaciones del reino: "El que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado » (Lc 14,11). Les describe “el buen uso del poder", fundado sobre la humildad. Es el mismo poder que Dios libera en la humanidad en la encarnación: "Al servicio de la voluntad del Padre, a fin de que toda la creación vuelva a él, el Verbo “no retuvo ávidamente el ser igual a Dios. Sino que se despojó de sí mismo tomando condición de siervo haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su porte como hombre; y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz" (Fil 2,6-8). Esta kenosis gloriosa del Hijo de Dios “tiene la capacidad” de curar, reconciliar y liberar a toda la creación. La humildad es la fuerza que edifica el reino y la comunidad de los discípulos, la Iglesia.


La edición y el subrayado son nuestros


En este día, descubramos  que sólo con humildad podremos entrar en el Reino de Dios y que quien da el honor y gloria en el, es el mismo Señor. 

Que la misericordia y la confianza en el Señor no les falte. 

Gracias