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27 de octubre de 2013

¨Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido."

Del Santo Evangelio según San Lucas 18, 9-14;
Domingo 30 del Tiempo Ordinario

En aquel tiempo, a algunos que, teniéndose por justos, se sentían seguros de sí mismos y despreciaban a los demás, dijo Jesús esta parábola: "Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, un publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior:"¡Oh Dios!, te doy gracias, porque no soy como los demás: ladrones, injustos, adúlteros; ni como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo."El publicano, en cambio, se quedó atrás y no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo; sólo se golpeaba el pecho, diciendo:"¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador. "Os digo que éste bajó a su casa justificado, y aquél no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido." (Aciprensa.com)

Comentario:

Una de las lecciones de las lecturas de hoy es que Dios escucha especialmente al pecador y a los pobres. Pero podemos que dar extrañados con esto. ¿No debería escuchar a la gente "buena" que está tratando de cumplir sus leyes? Eso fue sin duda la actitud de los fariseos en el Evangelio de hoy.

Cuando alguien nos ofende, ¿cómo nos sentimos? Muchas veces somos propensos a sentirnos enojados y heridos. Queremos tomar algún tipo de venganza, para castigar a esa persona. Por lo menos, nos gustaría asegurarnos de que él o ella, no se comporte hacia nosotros de la misma manera.

No es de extrañar, entonces, que muchos creen, después de haber hecho algo malo, que Dios ha sido "ofendido". Su reacción debe ser como la nuestra, y con mayor razón: él es el jefe. Después de hacer algo que sabemos que es un gran error, podríamos preguntarnos cómo Dios pueda seguir amándonos. Sin embargo, y si esa es la manera en que pensamos, estamos muy equivocados.

Pero, ¿cómo Dios puede decir que ama a un pecador? Es precisamente un pecador quien es la persona que mas necesita del amor de Dios y de su ayuda. Dios - a diferencia de nosotros - no ve el pecado como una "ofensa" contra sí mismo. Más bien, él ve al pecador como una persona que ha cometido un grave error y necesita ser sanado y restaurado. Es el pecador que está herido, no Dios. Este es el significado de las parábolas del Buen Pastor y del Hijo Pródigo, que leimos domingos atrás.

Extraña escena

Así, en el Evangelio de hoy tenemos la extraña escena entre un fariseo y un recaudador de impuestos. El fariseo, - claramente tiene pruebas para demostrarlo - es la "buena" persona. Sigue atentamente la Ley de los Judios y los Mandamientos de Dios. Se observa fielmente las obligaciones de un buen Judio: ora, ayuna, y da limosna. Y sin embargo, Dios no está contento con él. ¿Por qué? Debido a que es básicamente una persona totalmente centrada en si misma. Él dice: "Te doy gracias, Dios, que yo no soy como los demás, especialmente este terrible recaudador de impuestos ..." Lo que en realidad está diciendo es: "Dios, debes estar profundamente agradecido de que tienes a alguien como yo (y no hay muchos de nosotros), alguien que sea tan fiel en el seguimiento de tus mandamientos ... "

Cuando ora, ayuna, da limosna, no es porque él ama a Dios (o los pobres) y quiere servir a Dios. Es porque él se ama a sí mismo, es el centro de toda su existencia. Hasta Dios está fuera de ella. Dios debe ser muy feliz de tener un ejemplo tan raro como él. Sobre todo cuando muchos son como el recaudador de impuestos.

Jesús critica a los fariseos por no ser conscientes de todas las cosas buenas que provienen de Dios. Sin Dios, no podrían hacer nada, sin Él no serían nada.

Obtener su "merecido '
Podemos pensar fácilmente la idea de que el snob consigue su 'merecido "y la persona modesta es alabado. Esto es un valor que nuestra sociedad, al menos en teoría, por lo general acepta. Sin embargo, si fuéramos más honestos, podríamos encontrar que hay mucho de aquel fariseo en nosotros mismos. Veamos, a modo de experimento, la oración de un "buen" católico. Podría ser algo como esto: "Gracias, Dios, que soy un católico y no como esos protestantes engañados y paganos materialistas. Voy fielmente a misa todos los domingos y suelo recibir la Comunión y de vez en cuando voy a la Confesión. Soy generoso con las colectas de la iglesia, mis hijos están bautizados y van a buenas escuelas católicas. Soy fiel a mi esposa (bueno, tal vez no sea un pecadillo) y, gracias a Dios, tengo éxito en mi negocio. No siempre es fácil, pero trato de mantenerlo en la ley. Quiero ver a todos mis hijos que les vaya tan bien como a mi o incluso mejor. Una vez al año hago un retiro. Yo, por supuesto, no pretendo ser un santo, pero soy un promedio, tal vez superior al promedio, voy a la iglesia católica, que es más de lo que muchos de los llamados católicos y no católicos que conozco. Gracias, Dios, que no he llegado a ser como cualquiera de ellos. "

Podríamos comparar esta actitud con la aparente jactancia de Pablo - otro fariseo - en la segunda lectura de hoy. "He peleado la buena batalla ...", dice con evidente satisfacción. Sin embargo, su actitud es muy diferente a la del fariseo o "buen" católico. En primer lugar, todo lo que él logró atribuye a su Señor y, segundo, toda su vida la había vivido como una "libación" [ofrenda], de todas sus energías derramadas, no para sí, sino para que otros puedan llegar a conocer, como lo hizo, el poder del amor de Cristo en sus vidas.

Un pecado
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Por otra parte, el recaudador de impuestos es sin duda un pecador. Él seguramente no observa la ley judía. Si él es como el recaudador de impuestos promedio, es un estafador y extorsionista. Recoge dinero de los impuestos de los suyos - oprimidos - y los entrega en manos de los odiados romanos. Realmente es un pecador. Él realmente se comporta de manera abominable delante de Dios y del prójimo. Y ¡Dios le ama!

Para Jesús, cuando el recaudador de impuestos se aparta del templo, lo hizo como un amigo de Dios, mientras que el fariseo fue rechazado. ¿Por qué? ¿Es la justicia de Dios? La razón es que, a pesar de que el recaudador de impuestos es, sin duda, un pecador, confiesa su pecado. Él sabe que por sí mismo no se puede hacer nada, que no puede cambiar, a menos que el mismo Dios venga en su ayuda. "Dios, es misericordioso conmigo, un pecador", el implora. Dios vendrá inmediatamente en ayuda de un pecador que con humildad y verdad reconoce su pecado. 

Por otra parte, ¿Cómo puede Dios venir a ayudar a un hombre orgulloso, que piensa que puede cuidar de sí mismo?

Un regalo especial
Uno de los mejores regalos para nosotros es conocer nuestro pecado. En la primera carta de Juan leemos: "Si decimos que tenemos comunión con Dios, y caminamos en tinieblas, mentimos y no obramos conforme a la verdad ... Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y la verdad es no está en nosotros "(1 Juan 1:6,8).

Este era el problema de los fariseos. Pensaban que tenían comunión con Dios, pero caminaban en tinieblas. Estaban ciegos. No el recaudador de impuestos. Creo que sería correcto decir que, en los últimos años, si bien hemos ganado mucho en la comprensión de una vida centrada en el Evangelio, hemos perdido la sensibilidad sobre el pecado en nuestras vidas.

Un indicio de ello es que, mientras que muchos, muchas más personas van a comulgar en la misa hoy, mucho menos están utilizando el Sacramento de la Reconciliación. Nadie debe lamentar la desaparición de la antigua creencia  "es-Sábado-debo-ir a la confesión", o peor, "no-puedo-ir-a-la Comunión-porque-no-me- he -confesado ", pero en su lugar, muchos no han aprendido el lugar del sacramento de la Reconciliación como un elemento importante no sólo en nuestras vidas individuales, sino en nuestra vida como comunidad.

El pecado puede ser visto fácilmente como un fracaso personal para cumplir con ciertas normas de conducta: "Yo estaba impaciente", "Estaba celoso, me enojé", "Yo no estaba en la misa dominical" ... el pecado es mucho más fundamentalmente un fracaso en las relaciones - con Dios, con los demás, con uno mismo. Podemos pecar contra nosotros mismos, con nuestras familias, con nuestros compañeros, con nuestros amigos, con extraños, con la gente que nunca vemos, pero que han sido afectados por nuestro amor o nuestro egoísmo.

El pecado es una falta de amor, un fracaso para trabajar por el bienestar de los demás. Muchos de nuestros peores pecados - rara vez se escucha en el confesionario - son las cosas que no hacemos. En la sentencia, el Señor dice: "Tuve hambre, sed, soledad, he estado luchando para seguir, obviamente estando en problemas - y abusaste de mi, me atacaste, te enojaste  conmigo, me hiciste daño. ¡No, hiciste absolutamente nada en absoluto! Yo estaba en la necesidad desesperada y tu caminabas. ¡Lejos de mí! "

El pecado y Dios
Un profundo conocimiento del pecado no nos separa de Dios. Por el contrario, es una señal de que Dios es una parte muy importante de nuestras vidas y que queremos compartir ese amor que está llegando a nosotros. Las personas más trágicas son las que : 


  • Piensan que no necesitan a Dios en sus vidas (como el fariseo o algún ex-católicos),
  • Cuando se les pregunta, no pueden pensar en nada pecaminoso en su vida, presente o pasada
  • Creen que Dios no, no puede amarlos porque algunas cosas terribles o vergonzosas que pueden haber hecho.

La Vigilia de Pascua (Sábado Santo), la liturgia habla de la ¨ felix culpa¨ , cuando nosotros, los seres humanos crucificamos al Hijo de Dios. Muchos de nuestros pecados, también, pueden ser vistos como una feliz culpa, si nos ayudan a darnos cuenta de lo débiles que somos, lo mucho que dependemos de la ayuda de Dios y la ayuda de otras personas.

La conciencia de nuestros pecados, también, nos puede ayudar en nuestra vida para ser más compasivos y comprensivos con los demás en su pecaminosidad y debilidad. En lo más profundo de nuestra pecaminosidad, nunca debemos perder de vista al Dios que siempre está de pie listo para venir ante la menor señal nuestra. "La oración del hombre humilde penetra en las nubes ... El Señor no tardará en llegar", dice la primera lectura de hoy.


La edición y el subrayado son nuestros

Descubramos que agradarle a Dios es a la vez sencillo y difícil. Sencillo pues sólo basta reconocer nuestras faltas al amor, y nuestros fracasos en nuestras relaciones con Él, nosotros mismos y los demás, y dificil, pues eso significa que seamos absolutamente sinceros;  fuertes, porque puede ser doloroso y confiados, porque Él siempre perdona y está dispuesto a venir en nuestra ayuda. 

Que la misericordia y la confianza en el Señor no les falte.

Gracias

20 de octubre de 2013

¨Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que le gritan día y noche?; ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar¨


Del Santo Evangelio según San Lucas 18, 1-8
Domingo 29 del Tiempo Ordinario

En aquel tiempo, Jesús, para explicar a sus discípulos cómo tenían que orar siempre sin desanimarse, les propuso esta parábola: "Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los hombres. En la misma ciudad había una viuda que solía ir a decirle: "Hazme justicia frente a mi adversario."Por algún tiempo se negó, pero después se dijo: "Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esta viuda me está fastidiando, le haré justicia, no vaya a acabar pegándome en la cara.""Y el Señor añadió: "Fijaos en lo que dice el juez injusto; pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que le gritan día y noche?; ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar. Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?"(Aciprensa.com)

Comentario:

LA ORACIÓN y específicamente, la oración de petición es el tema de la Misa de hoy. Hay muchos tipos de oración: alabanza, acción de gracias, intercesión y petición. Eso es oración mental y vocal. Eso es meditación y la contemplación. Podemos orar en privado, por nuestra cuenta o en compañía de otros. La oración privada y la oración pública, oración y culto de la Iglesia, que llamamos liturgia. Cada una tiene su tiempo y lugar.

En el evangelio de hoy, Jesús habla de la oración de petición, en la que pedimos a Dios lo que necesitamos (en lugar de sólo lo que queremos o nos gustaría tener).

La primera lectura describe la oración de Moisés en el tiempo de batalla. Mientras él mantenía sus brazos, los israelitas vencían; si los bajaba por el cansancio, comenzarían a perder. Eventualmente, sus ayudantes apoyaban sus brazos para que pudieran tener la victoria final. A pesar de que podría ser visto de tal manera, esto no es realmente manipulación o superstición. Más bien, es una expresión de total dependencia de Dios: sin él no habría victoria. "Sin mí no podéis hacer nada", dijo Jesús a sus discípulos en la Última Cena.

La viuda y el juez
El Evangelio nos cuenta una parábola acerca de un juez y una viuda pobre que busca justicia. El punto es que incluso una persona totalmente corrupta que no se preocupa ni por Dios ni el hombre, puede ceder a la molestia de una viuda totalmente indefensa y sin recursos, ¿cuánto más Dios que ama y cuida de sus hijos? La lección es, pues, que seguir preguntando.

¿Eso quiere decir que podemos seguir pidiendo cualquier cosa? Una vez, algunos amigos me preguntaron si podían orar para ganar el premio mayor de $ 50,000 en el bingo de la parroquia. Yo, medio en broma les respondí que se trataba de ¡un abuso de la oración! No era una oración que se pudiera esperar en serio de la honra de Dios. (¿Y, si hubieran ganado, habría que haber sido una respuesta a sus oraciones, o simplemente buena suerte?)

La viuda, en cambio, pidió algo que ciertamente Dios quería para ella - la justicia. Por otro lado, Jesús comprara a Dios con un padre cariñoso. ¿Esos padres darán  a un niño una piedra cuando les pide pan? ¿Un padre dará un escorpión a un niño que pide un huevo? Si incluso los padres mundanos dar a sus hijos lo que necesitan, dice Jesús, ¡cuánto más hará un Dios amoroso al  ver con las necesidades de sus hijos?

En esa ocasión, Jesús concluye su enseñanza diciendo que Dios siempre dará cosas buenas a los que le pidan. La versión de Lucas dice que Dios dará el Espíritu Santo a los que lo piden.

Las cosas buenas
¿Cuáles son esas cosas "buenas"? ¿Cómo podemos perdirle al Espíritu Santo? Sin duda, esto significa pedir las cosas que nos acerquen a Dios, lo que nos ayuden a conocer, amar y servirle mejor, lo que nos ayude a llegar a una comprensión más profunda de su enseñanza ... Significa, sobre todo, pedir saber cuál es su voluntad para nosotros y la fortaleza para cumplirla. Se está pidiendo que su voluntad se convierten en nuestra voluntad para que haya una armonización completa de las dos. Quiero hacer lo que Dios quiere que haga. Su voluntad y la mía son uno. Y termino haciendo lo que quiero! ¿No es eso maravilloso?!

Otra forma de la lectura de la parábola
Cuando leemos esta parábola acerca de la perseverancia, solemos pensar en estos términos: Dios es el juez y somos la viuda. Esto significa que debemos perseverar en molestar a Dios hasta que se nos de lo que querramos.

Pero ocurre, como dice Sor Melannie Svoboda, que si damos la vuelta y decimos ¿Qué nosotros somos el juez y Dios es la viuda? De alguna manera, esta interpretación tiene más sentido.

Nosotros, al igual que el juez, somos básicamente injustos. A veces, también, no tenemos temor de Dios, es decir, no permitimos a Dios que nos invite a ser buenos asuste a ser buenos. Del mismo modo, al igual que el juez, nosotros persistimos en negarnos a escuchar los gritos de los pobres a nuestro alrededor.

Pero Dios como la viuda persistente que no desaparece. Dios sigue importunándonos, negándose a aceptar como definitivo nuestro desamor. Dios se mantendrá hasta que prestemos un juicio justo, es decir, hasta que dejemos que la bondad salga hacia fuera, hasta que aprendamos a amar. En el Génesis se nos dice que estamos hechos a imagen y semejanza de Dios.

Tal vez nuestra oración podría ser: Querido Dios. persevera en hacernos como tu Estimado dios, una perseverante, nos hacen más como tú!

[Las ideas en la última sección provienen de la hermana Melannie Svoboda SND, Review for Religious , septiembre-octubre 1996]


La edición y el subrayado son nuestros

Descubramos que Dios es el padre que nos ama y que sabe lo que realmente necesitamos. Su amor es infinito, insistente con nosotros y siempre disponible.  Así que nuestra oración con Él, debe ser perseverante y confiada en que nos dará lo que siempre será para nuestro bien. 

Que la misericordia y la confianza en el Señor no les falte.


Gracias

13 de octubre de 2013

"Levántate, vete; tu fe te ha salvado."


Del Santo Evangelio según San Lucas 17, 11-19
Domingo 27 del Tiempo Ordinario

Yendo Jesús camino de Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea. Cuando iba a entrar en un pueblo, vinieron a su encuentro diez leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían: "Jesús, maestro, ten compasión de nosotros."Al verlos, les dijo: "Id a presentaros a los sacerdotes."Y, mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se echó por tierra a los pies de Jesús, dándole gracias. Éste era un samaritano. Jesús tomó la palabra y dijo: "¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios?"Y le dijo: "Levántate, vete; tu fe te ha salvado." (Aciprensa.com)

Comentario

Durante el viaje: En su hermosa lengua griega, Lucas nos dice que Jesús está continuando su viaje hacia Jerusalén y utiliza un muy hermoso e intenso verbo, aunque común y muy usado. Solamente en esta breve frase vuelve tres veces:

v. 11: en viajar

v. 14: id

v. 19. va

Es un verbo que indica movimiento, muy fuerte, que expresa plenamente todas las dinámicas típicas del viaje; podríamos traducirlo con todos estos matices: voy, salgo, me acerco, voy detrás, recorro. Además encierra el significado de atravesamiento, de mirar, de ir más allá, superando los obstáculos. Es Jesús el gran viajero, el peregrino incansable: El es el primero que ha dejado su morada, en el seno del Padre, y ha bajado hasta nosotros, cumpliendo el éxodo eterno de nuestra salvación y liberación. El conoce todos los caminos, todos los recorridos de la experiencia humana, ningún trecho del camino le queda escondido o imposible de andar. Por esto nos puede invitar también a nosotros a andar, a movernos, a atravesar, a ponernos en una situación continua de éxodo. Para que podamos por fin volver, con El, e ir de este mundo al Padre.

Entrando en una aldea: Jesús pasa por, atraviesa, recorre, se mueve y nos alcanza; a veces, luego, decide entrar, deteniéndose más. Como ocurre en este relato. Lucas se detiene sobre este particular y escribe que Jesús entró en una aldea. En sentido bíblico, entrar es una penetración, es ingresar en lo profundo, lo cual implica compartir y participar. Una vez más nos encontramos ante un verbo muy común y muy usado; solamente en el Evangelio de Lucas recurre muchísimas veces e indica claramente la intención de Jesús que quiere hacerse próximo, amigo y amante. El no desprecia ningún ingreso, ninguna comunión. Entra en la casa de Simón, el leproso (4, 38), en la casa del fariseo (7, 36 y 11, 37), luego en la casa del jefe de la sinagoga (8, 51) y de Zaqueo el publicano (19, 7). Entra continuamente en la historia del hombre y participa, come junto con él, sufre, llora y goza, compartiendo todo. Basta abrirle, como El mismo nos dice (Ap 3, 20) y dejarlo entrar, para que se quede (Lc 24, 29).

Diez leprosos: Me pregunto qué significa verdaderamente esta condición humana, esta enfermedad que se llama lepra. Parto del texto mismo de la Escritura que describe el status para el leproso en Israel. Dice así: “El afectado por la lepra llevará los vestidos rasgados, se cubrirá hasta el bigote e irá despeinado gritando: ¡Impuro! Impuro! Todo el tiempo que dure la llaga, quedará impuro. Es impuro y habitará solo; fuera del campamento tendrá su morada” (Lev 13, 45-46). Así que entiendo que el leproso es una persona que ha recibido golpes y heridas: algo lo ha alcanzado con violencia, con fuerza, dejando en él una señal de dolor, una herida. Es una persona enlutada, que lleva un gran dolor dentro, como lo indican sus vestiduras rotas y la cabeza al descubierto; es uno que tiene que cubrirse la boca, porque no tiene derecho a hablar, ni siquiera a respirar en medio de los demás, es como un muerto. Es uno que no puede rendir culto a Dios, no puede entrar en el templo, ni tocar las cosas santas. Es por ello que los diez leprosos van al encuentro de Jesús, se detienen lejos de El, gritándole su dolor, su desesperación.

¡Jesús maestro!: Es estupenda esta exclamación de los leprosos, esta oración. En primer lugar todos llaman al Señor por su nombre, como se hace entre amigos. Parece que se conocen desde hace mucho, que sepan los unos del otro, que se hayan encontrado ya a nivel de corazón. Estos leprosos han sido ya admitidos al banquete de la intimidad con Jesús, a la fiesta de las nupcias de la salvación. Después de ellos, solamente el ciego de Jericó (Lc 18, 38) y el ladrón en la cruz (Lc 23, 42) repetirán esta invocación con la misma familiaridad, con el mismo amor: ¡Jesús! Solamente aquel que se reconoce enfermo, necesitado, pobre malhechor, se convierte alguien en quien Dios se complace. Luego lo llaman ‘maestro’, con un término que significa más propiamente ‘aquel que está en lo alto’, expresión que encontramos de nuevo en boca a Pedro, cuando en el barco, es llamado por Jesús a que le siga (Lc 5, 8) y el se reconoce pecador. Y aquí estamos en el corazón de la verdad, aquí se ha desvelado el misterio de la lepra, aquella enfermedad del alma: es el pecado, es la lejanía de Dios, la falta de amistad, de comunión con El. Esto hace que nuestra alma se seque, haciéndola morir poco a poco.

Volvió atrás: No es un simple movimiento físico, un cambio de dirección y de sentido, sino que más bien es un verdadero y profundo vuelco interior. Es cambiar una cosa por otra (Ap 11, 6); es volver a casa (Lc 1, 56; 2, 43), tras haberse alejado, como ha hecho el hijo pródigo, perdido en el pecado. Así hace este leproso: cambia su enfermedad en bendición, su extrañeza y lejanía de Dios en amistad, en relación de intimidad, como ocurre entre un padre y un hijo. Cambia, porque se deja cambiar por Jesús, se deja alcanzar por su amor.

Para agradecerle: Estupendo este verbo, en todos los idiomas, pero en particular en griego, porque encierra el significado de eucaristía. Sí, es así: el leproso ‘¡hace eucaristía’! Se siente a la mesa de la misericordia, allí donde Jesús se ha dejado herir y llagar antes que él, allí donde se ha convertido en el excluido, en el maldito, en aquel echado fuera del campamento, para acoger a todos nosotros en su corazón. Recibe el pan y el vino del amor gratuito, de la salvación, del perdón, de la vida nueva; y por fin puede entrar de nuevo en el templo y participar en la liturgia, en el culto. Por fin puede rezar, acercándose a Dios con total confianza. Ya no tiene las vestiduras rotas, sino que lleva el traje de fiesta, la túnica nupcial; lleva sandalias y al anillo al dedo. Ya no tiene que cubrirse la boca, sino que puede cantar y alabar a Dios, puede sonreír abiertamente; puede acercarse a Jesús y besarle, como un amigo hace con el amigo. La fiesta es completa, el gozo es desbordante.

!Levántate y anda!: Es la invitación de Jesús, del Señor. ¡Levántate, es decir ‘Resucita!’. Es la vida nueva después de la muerte, el día tras la noche. También para Saulo, por el camino de Damasco, resuena esta invitación, este mandamiento de amor: “Resucita!” (Hc 22, 10. 16) y ha nacido de nueve, de las entrañas del Espíritu Santo; ha vuelto a ver, ha empezado a comer, ha recibido el bautismo y el nuevo nombre. Su lepra había desaparecido.

Tu fe te ha salvado: Releo esta expresión de Jesús, la escucho en sus diálogos con las personas que encuentra, con la pecadora, con la hemorroisa, con el ciego…

● Jesús volviéndose, la vio y dijo: «Animo, hija, tu fe te ha salvado». Y en aquel instante la mujer se sanó (Mt 9, 22; Lc 8, 48).

● Y Jesús le dice: «Tu fe te ha salvado». E inmediatamente la mujer recobró la vista y lo siguió por el camino (Mc 10, 52).

● El dijo a la mujer: «Tu fe te ha salvado: vete en paz» (Lc 7, 50).

● Y Jesús le dijo: «¡Recobra la vista! Tu fe te ha salvado» (Lc 18, 42)

Entonces rezo, junto con los apóstoles y yo también digo: “¡Señor, aumenta mi fe!” (cf. Lc 17, 6); “Ayúdame en mi falta de fe!” (Mc 9, 24).

La edición y el subrayado son nuestros
En este día, descubramos que Jesús es el caminante incansable que sigue a nuestro lado, quien se compadece de nosotros,  desea entrar en nuestra vida para librarnos del pecado y sanarnos de nuestras enfermedades. 

Que la misericordia y la confianza en el Señor no les falte. 

Gracias

3 de octubre de 2013

"Pero Abrahán le contestó: "Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en vida, y Lázaro, a su vez, males...¨

Del Santo Evangelio según San Lucas 16, 19-31
En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos: "Había un hombre rico que se vestía de purpura y de lino y banqueteaba espléndidamente cada día. Y un mendigo llamado Lázaro estaba echado en su portal, cubierto de llagas, y con ganas de saciarse de lo que tiraban de la mesa del rico.Y hasta los perros se le acercaban a lamerle las llagas.Sucedió que se murió el mendigo, y los ángeles lo llevaron al seno de Abrahán. Se murió también el rico, y lo enterraron. Y, estando en el infierno, en medio de los tormentos, levantando los ojos, vio de lejos a Abrahán, y a Lázaro en su seno, y gritó: "Padre Abrahán, ten piedad de mí y manda a Lázaro que moje en agua la punta del dedo y me refresque la lengua, porque me torturan estas llamas. "Pero Abrahán le contestó: "Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en vida, y Lázaro, a su vez, males: por eso encuentra aquí consuelo, mientras que tú padeces.Y además, entre nosotros y vosotros se abre un abismo inmenso, para que no puedan cruzar, aunque quieran, desde aquí hacia vosotros, ni puedan pasar de ahí hasta nosotros."El rico insistió: "Te ruego, entonces, padre, que mandes a Lázaro a casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que, con su testimonio, evites que vengan también ellos a este lugar de tormento."Abrahán le dice: "Tienen a Moisés y a los profetas; que los escuchen."El rico contestó: "No, padre Abrahán. Pero si un muerto va a verlos, se arrepentirán. Abrahán le dijo: "Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no harán caso ni aunque resucite un muerto.""(Aciprensa.com)

Comentario:

Lucas 16,19-21: La situación del rico y del pobre
Aquí aparecen los dos extremos de la sociedad. De un lado, la riqueza agresiva. Del otro, el pobre sin recursos, sin derechos, cubierto de úlceras, impuro, sin nadie que lo acoja, ni siquiera los perros que lamen sus llagas. Lo que separa a los dos es solamente una puerta: la puerta cerrada de la casa del rico. Por su parte no hay acogida, ni piedad para el problema del pobre que se encuentra delante de su puerta. Pero en la parábola el pobre tiene un nombre, mientras el rico no lo tiene. El pobre se llama Lázaro, que significa Dios ayuda. A través del pobre Dios ayuda al rico y el rico podrá tener su nombre escrito en el libro de la vida. Pero el rico no acepta tener que ser ayudado del pobre, porque continúa teniendo la puerta cerrada. Este comienzo de la parábola que describe la situación, es un espejo fiel de cuanto sucedía en tiempos de Jesús. ¡Pero también es un espejo de lo que acontece hoy!


Lucas 16,22: El cambio que revela la verdad que estaba escondida
“Un día el pobre murió y fue llevado por los ángeles al seno de Abrahán. Murió también el rico y fue sepultado”. En la parábola el pobre muere antes que el rico. Esto es una advertencia para los ricos. Mientras que el pobre se encuentre delante de la puerta, vivo, es posible aún que el rico se salve. Pero después que el pobre muera, muere también el único instrumento de salvación para el rico. Hoy los pobres mueren a millones, victimas de la geopolítica de los países ricos.


El pobre muere y es llevado por los ángeles al seno de Abrahán. El seno de Abrahán es la fuente de la vida, de donde nace el pueblo de Dios. Lázaro, el pobre, pertenece al pueblo de Dios, forma parte del pueblo de Abrahán del cual está excluido. puesto que estaba en la puerta del rico. El rico que piensa ser hijo de Abrahán, también él muere y es sepultado. Pero no va al seno de Abrahán, ¡porque no es hijo de Abrahán!

Lucas 16,23-26: La primera conversación entre el rico sin nombre y el padre Abrahán
La parábola es como una ventana que Jesús abre para nosotros sobre el otro lado de la vida, el lado de Dios. No se trata del cielo. Se trata del verdadero lado de la vida descubierto sólo por la fe y que el rico sin fe no percibe. La ideología dominante se lo impide. Y es solamente a la luz de la muerte, cuando la ideología se desintegra en la cabeza del rico y cuando despunta para él el verdadero valor de la vida. Por la parte de Dios, sin la ideología y la propaganda engañosa del gobierno, las suertes serán cambiadas. El rico sufre, el pobre es feliz. El rico, al ver a Lázaro en el seno de Abrahán pide que Lázaro le lleve un refrigerio a sus sufrimientos. A la luz de la muerte, el rico descubre que Lázaro es su único benefactor posible. ¡Pero ahora es ya demasiado tarde! El rico sin nombre es un judío (cristiano) “devoto”, conoce a Abrahán y lo llama Padre. Abrahán responde y lo llama hijo. Esto significa que en realidad esta parábola de Jesús va dirigida a los ricos vivos. En cuanto vivos, tienen todavía la posibilidad de convertirse en hijos de Abrahán, si abren la puerta a Lázaro, al pobre, al único que en nombre de Dios puede ayudarles. Para el rico, recluido en sus sufrimientos, la salvación consistía en una gota de agua que Lázaro podía darle. En realidad, para el rico, la salvación no consiste en que Lázaro le lleve una gota de agua para refrescarle la lengua, sino en que él mismo, el rico, abra la puerta cerrada de su casa y entre en contacto directo con el pobre. Sólo así es posible superar el gran abismo que los separa. 


En la respuesta de Abrahán al rico aparece la verdad de las cuatro maldiciones: (Lc 6,24-26).
«Pero ¡ay de vosotros, los ricos!, porque habéis recibido vuestro consuelo.
¡Ay de vosotros, los que ahora estáis hartos!, porque tendréis hambre.
¡Ay de los que reís ahora!, porque tendréis aflicción y llanto.
¡Ay cuando todos los hombres hablen bien de vosotros!,
pues de ese modo trataban sus padres a los falsos profetas.


Lucas 16, 27-29: La segunda conversación entre el rico y Abrahán
El rico insiste: “Padre, te lo suplico: manda a Lázaro a casa de mi padre. Tengo cinco hermanos”. El rico no quiere que sus hermanos padezcan el mismo tormento. “¡Manda a Lázaro!”. Lázaro, el pobre, es el único verdadero intermediario entre Dios y los ricos. Pero el rico, no se ha preocupado del pobre Lázaro. Se ha preocupado de sí mismo y de sus hermanos. ¡Los pobres no le han preocupado jamás en su vida! Es como el hermano mayor de la “Parábola del Padre con dos hijos” (Lc 15,25-30). El mayor quería hacer fiesta con sus amigos, y no con su hermano que estaba perdido. La respuesta de Abrahán es clara: “Ellos tienen a Moisés y a los Profetas; ¡que lo escuchen!” ¡Tienen la Biblia! El rico tenía la Biblia. La conocía hasta de memoria. Pero no se daba cuenta que la Biblia tuviese algo que ver con los pobres a su puerta. ¡La clave con la que el rico puede entender la Biblia es el pobre sentado a su puerta!

Lucas 16,30-31: La tercera conversación entre Abrahán y el rico
El rico continúa insistiendo: “¡No, padre, pero si alguno de los muertos va a ellos, se convertirán!” El rico reconoce que se ha equivocado, porque habla de convertirse, cosa en la que jamás ha pensado en su vida. ¡Él quiere un milagro, una resurrección! Pero este tipo de resurrección no existe. La única resurrección es la de Jesucristo. Jesús resucitado viene a nosotros en la persona del pobre, del que no tiene derechos, del que no tiene tierra, del que no tiene qué comer, de quien no tiene techo, del que no tiene salud. En su respuesta final, Abrahán es breve y decidido: “Si no escuchan a Moisés y a los Profetas, tampoco se convencerán si un muerto resucita”. ¡Y termina así la conversación! La clave para entender el sentido de la Biblia y de la salvación es el pobre Lázaro, sentado delante de la puerta del rico.
La edición y el subrayado son nuestros


En este día, descubramos  que  para cumplir la voluntad del Señor no hay que ir muy lejos,debemos mirar en nuestra propia puerta a aquel que más necesite de nosotros. 

Que la misericordia y la confianza en el Señor no les falte. 

Gracias