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4 de noviembre de 2010

¿Puede haber amistad entre hombre y mujer?


Por: Manuel Alejandro Ramos

Parece que desde tiempos inmemoriales la mujer ha ocupado un lugar meramente pasivo en la sociedad, en la familia, en el trabajo e incluso en su misma vida, pero con los nuevos tiempos, llegan ideas nuevas, que no por ser nuevas son correctas. Es frecuente escuchar por doquier que hombres y mujeres son iguales; por otro lado, también, es muy común escuchar decir a la gente que hombre y mujer son sexos opuestos. La mujer cuando es considerada como cosa, en vez de persona, pierde lugares que le son propios en la sociedad, como son el papel de amiga, entre otros.

En esta ocasión quisiera resaltar el papel de la mujer como amiga, sólo que en este caso en tanto que amiga del sexo complementario a saber, del hombre.

Cabe destacar que la amistad verdadera sólo se puede dar entre iguales, lo cual no quiere decir igualdad de sexo, ni de cultura, ni de medios socio-económicos; sino igualdad en virtud. Si no hay amistad por igualdad de virtud, es decir por considerar al otro (a) como persona, con valor en sí misma, no puede haber propiamente amistad, ya que el resultado será una amistad por benevolencia. Una amistad por benevolencia considera a las personas no necesariamente en sí mismas, sino que siempre habrá un sujeto que será superior en virtud que el otro y por esta razón ya no será amistad entre iguales.

Cuando vemos a un hombre y una mujer juntos, compartiendo vida y tiempo, creemos que están juntos por razones de “ligue”, por una mera atracción sin pensar que entre ellos puede realmente existir una amistad sin miras a algo más. Es que la atracción entre hombre y mujer es algo absolutamente natural; sin embargo, esto no es imperativo. El hombre por ser un ser racional, un ser espiritual puede situarse por encima de sus inclinaciones naturales y seguir las inclinaciones de su razón. Con su razón el ser humano es capaz de cambiar, mediante sus facultades superiores, su entorno, transformarlo, pero no solamente puede cambiar lo externo a él, sino también puede cambiar lo interno, es decir, ¡puede cambiarse a sí mismo!

Es cierto, el hombre puede cambiarse a sí mismo mediante la inteligencia y la voluntad. Cada día puede ser mejor de lo que ha sido, sobre todo en el plano moral. El hombre es un ser perfectible, por ser un agente espiritual, es libre porque él mismo se pone los fines, metas y objetivos que pretende alcanzar para ser feliz.

La mujer junto con el hombre al ser agentes racionales o espirituales, llevan sus relaciones a ámbitos y planos de la realidad que trascienden lo corpóreo e instintivo, llegando a superar incluso la misma atracción natural que existiría entre ellos.

Con lo antes dicho no pretendo descartar que posteriormente, conforme ambos se vayan conociendo, que pueda existir algo más que la mera amistad, ya que es natural que hombre y mujer se sientan atraídos; pero si entre ellos ya ha existido una amistad por vía de la virtud, incluso el mismo noviazgo traspasará las barreras de la atracción y del enamoramiento, pudiendo llegar a ser amor, amor del bueno como dicen comúnmente. Incluso si el noviazgo no funcionase como con la amistad, entonces la amistad que todavía existe entre ellos permanecerá, simplemente no pueden dejar de quererse, porque han visto en la otra persona algo no reductible a lo corporal o sentimental. Han visto la virtud que hay en el otro; están viendo con los ojos del espíritu a una persona virtuosa, no una cosa.

Con la mirada del espíritu pueden ver incluso su misma alma reflejada en el otro, puesto que la amistad junto con el noviazgo no son otra cosa que buscarnos a nosotros mismos en las demás personas. Buscamos la felicidad no sólo en nosotros mismos, también necesariamente buscamos ser felices compartiendo nuestra dicha. Podríamos decir que existo yo porque existes tú, tú estás porque yo estoy, en el mundo no hay coincidencias, personas entran y salen de nuestras vidas por algún motivo.

La amistad entre hombre y mujer sí es posible; puede llegar a ser muy plena llevada al campo de lo espiritual. Un ejemplo clarísimo de lo anterior fue lo que ocurrió entre san Francisco y santa Clara de Asís. Ambos llevaron su amistad a límites espirituales, claro está que entre los dos existía amor, pero un amor que sobrepasaba lo corporal (Clara era una joven bellísima). Francisco y Clara veían el rostro de Dios en toda la Creación. Amaban a Dios reflejado en ellos mismos, es decir Clara amaba a Dios en Francisco y viceversa; a su vez Dios amaba a Clara y a Francisco con el amor de ellos, pero el amor de Dios no se agotaba en ellos…

Finalmente sólo puede haber amistad entre hombre y mujer si ambos se toman como iguales, en tanto que hombre y mujer son miembros del género humano. Ambos son caras distintas de una misma moneda, una moneda forjada con el mismo metal y por un mismo Artesano. Para que la moneda tenga el valor que le corresponde necesita las dos caras, de lo contrario sólo será un pedazo de metal entre tantos…

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