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14 de julio de 2018

¨Y llama a los Doce y comenzó a enviarlos de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus inmundos¨

Domingo 15 del Tiempo Ordinario
Del Santo Evangelio según San Marcos Marcos (Mc 6:7- 13)


7 Y llama a los Doce y comenzó a enviarlos de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus inmundos. 8 Les ordenó que nada tomasen para el camino, fuera de un bastón: ni pan, ni alforja, ni calderilla en la faja; 9 sino: «Calzados con sandalias y no vistáis dos túnicas.» 10 Y les dijo: «Cuando entréis en una casa, quedaos en ella hasta marchar de allí. 11 Si algún lugar no os recibe y no os escuchan, marchaos de allí sacudiendo el polvo de la planta de vuestros pies, en testimonio contra ellos.»

12 Y, yéndose de allí, predicaron que se convirtieran; 13 expulsaban a muchos demonios, y ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban.
(Aciprensa.com)

S.S Francisco
Homilia
Domingo, 12 de julio de 2015
Asunción, Paraguay


«El Señor nos dará la lluvia y nuestra tierra dará su fruto», así dice el Salmo (84,13). Esto estamos invitados a celebrar, esa misteriosa comunión entre Dios y su Pueblo, entre Dios y nosotros. La lluvia es signo de su presencia en la tierra trabajada por nuestras manos. Una comunión que siempre da fruto, que siempre da vida. Esta confianza brota de la fe, saber que contamos con su gracia, que siempre transformará y regará nuestra tierra.

Una confianza que se aprende, que se educa. Una confianza que se va gestando en el seno de una comunidad, en la vida de una familia.
Una confianza que se vuelve testimonio en los rostros de tantos que nos estimulan a seguir a Jesús, a ser discípulos de Aquel que no decepciona jamás. El discípulo se siente invitado a confiar, se siente invitado por Jesús a ser amigo, a compartir su suerte, a compartir su vida. «A ustedes no los llamo siervos, los llamo amigos porque les di a conocer todo lo que sabía de mi Padre» (Jn 15,15). Los discípulos son aquellos que aprenden a vivir en la confianza de la amistad de Jesús.

Y el Evangelio nos habla de este discipulado. Nos presenta la cédula de identidad del cristiano. Su carta de presentación, su credencial.

Jesús llama a sus discípulos y los envía dándoles reglas claras, precisas. Los desafía con una serie de actitudes, comportamientos que deben tener. Y no son pocas las veces que nos pueden parecer exageradas o absurdas; actitudes que sería más fácil leerlas simbólicamente o «espiritualmente». Pero Jesús es bien claro. No les dice: «Hagan como que…» o «hagan lo que puedan».

Recordemos juntos esas recomendaciones: «No lleven para el camino más que un bastón; ni pan, ni alforja, ni dinero... permanezcan en la casa donde les den alojamiento» (cf. Mc 6,8-11). Parecería algo imposible.

Podríamos concentrarnos en las palabras: «pan», «dinero», «alforja», «bastón», «sandalias», «túnica». Y es lícito. Pero me parece que hay una palabra clave, que podría pasar desapercibida frente a la contundencia de las que acabo de enumerar. Una palabra central en la espiritualidad cristiana, en la experiencia del discipulado: hospitalidad. Jesús como buen maestro, pedagogo, los envía a vivir la hospitalidad. Les dice: «Permanezcan donde les den alojamiento». Los envía a aprender una de las características fundamentales de la comunidad creyente. Podríamos decir que cristiano es aquel que aprendió a hospedar, que aprendió a alojar.

Jesús no los envía como poderosos, como dueños, jefes o cargados de leyes, normas; por el contrario, les muestra que el camino del cristiano es simplemente transformar el corazón. El suyo, y ayudar a transformar el de los demás. Aprender a vivir de otra manera, con otra ley, bajo otra norma. Es pasar de la lógica del egoísmo, de la clausura, de la lucha, de la división, de la superioridad, a la lógica de la vida, de la gratuidad, del amor. De la lógica del dominio, del aplastar, manipular, a la lógica del acoger, recibir y cuidar.

Son dos las lógicas que están en juego, dos maneras de afrontar la vida y de afrontar la misión.

Cuántas veces pensamos la misión en base a proyectos o programas. Cuántas veces imaginamos la evangelización en torno a miles de estrategias, tácticas, maniobras, artimañas, buscando que las personas se conviertan en base a nuestros argumentos. Hoy el Señor nos lo dice muy claramente: en la lógica del Evangelio no se convence con los argumentos, con las estrategias, con las tácticas, sino simplemente aprendiendo a alojar, a hospedar.

La Iglesia es madre de corazón abierto que sabe acoger, recibir, especialmente a quien tiene necesidad de mayor cuidado, que está en mayor dificultad. La Iglesia, como la quería Jesús, es la casa de la hospitalidad. Y cuánto bien podemos hacer si nos animamos a aprender este lenguaje de la hospitalidad, este lenguaje de recibir, de acoger. Cuántas heridas, cuánta desesperanza se puede curar en un hogar donde uno se pueda sentir recibido. Para eso hay que tener las puertas abiertas, sobre todo las puertas del corazón.

Hospitalidad con el hambriento, con el sediento, con el forastero, con el desnudo, con el enfermo, con el preso (cf. Mt 25,34-37), con el leproso, con el paralítico. Hospitalidad con el que no piensa como nosotros, con el que no tiene fe o la ha perdido. Y, a veces, por culpa nuestra. Hospitalidad con el perseguido, con el desempleado. Hospitalidad con las culturas diferentes, de las cuales esta tierra paraguaya es tan rica. Hospitalidad con el pecador, porque cada uno de nosotros también lo es.

Tantas veces nos olvidamos que hay un mal que precede a nuestros pecados, que viene antes. Hay una raíz que causa tanto, pero tanto, daño, y que destruye silenciosamente tantas vidas. Hay un mal que, poco a poco, va haciendo nido en nuestro corazón y «comiendo» nuestra vitalidad: la soledad. Soledad que puede tener muchas causas, muchos motivos. Cuánto destruye la vida y cuánto mal nos hace. Nos va apartando de los demás, de Dios, de la comunidad. Nos va encerrando en nosotros mismos. De ahí que lo propio de la Iglesia, de esta madre, no sea principalmente gestionar cosas, proyectos, sino aprender la fraternidad con los demás. Es la fraternidad acogedora, el mejor testimonio que Dios es Padre, porque «de esto sabrán todos que ustedes son mis discípulos, si se aman los unos a los otros» (Jn 13,35).

De esta manera, Jesús nos abre a una nueva lógica. Un horizonte lleno de vida, de belleza, de verdad, de plenitud.

Dios nunca cierra horizontes, Dios nunca es pasivo a la vida, nunca es pasivo al sufrimiento de sus hijos. Dios nunca se deja ganar en generosidad. Por eso nos envía a su Hijo, lo dona, lo entrega, lo comparte; para que aprendamos el camino de la fraternidad, el camino del don. Es definitivamente un nuevo horizonte, es una nueva palabra, para tantas situaciones de exclusión, disgregación, encierro, aislamiento. Es una palabra que rompe el silencio de la soledad.

Y cuando estemos cansados, o se nos haga pesada la tarea de evangelizar, es bueno recordar que la vida que Jesús nos propone responde a las necesidades más hondas de las personas, porque todos hemos sido creados para la amistad con Jesús y para el amor fraterno (cf. Evangelii gaudium, 265).

Hay algo que es cierto,: no podemos obligar a nadie a recibirnos, a hospedarnos; es cierto y es parte de nuestra pobreza y de nuestra libertad. Pero también es cierto que nadie puede obligarnos a no ser acogedores, hospederos de la vida de nuestro Pueblo.
Nadie puede pedirnos que no recibamos y abracemos la vida de nuestros hermanos, especialmente la vida de los que han perdido la esperanza y el gusto por vivir. Qué lindo es imaginarnos nuestras parroquias, comunidades, capillas, donde están los cristianos, no con las puertas cerradas sino como verdaderos centros de encuentro entre nosotros y con Dios. Como lugares de hospitalidad y de acogida.

La Iglesia es madre, como María. En ella tenemos un modelo. Alojar como María, que no dominó ni se adueñó de la Palabra de Dios sino que, por el contrario, la hospedó, la gestó, y la entregó.

Alojar como la tierra, que no domina la semilla, sino que la recibe, la nutre y la germina.

Así queremos ser los cristianos, así queremos vivir la fe en este suelo paraguayo, como María, alojando la vida de Dios en nuestros hermanos con la confianza, con la certeza que «el Señor nos dará la lluvia y nuestra tierra dará su fruto». Que así sea.


Tomado de la Santa Sede
La edició y el subrayado son nuestros

26 de septiembre de 2012

Jesús reunió a los Doce, les dio poder y autoridad sobre los demonios y para curar enfermedades. Luego los envió a proclamar el Reino de Dios

Del santo Evangelio según San Lucas 9, 1-6

En aquel tiempo, Jesús reunió a los Doce y les dio poder y autoridad sobre toda clase de demonios y para curar enfermedades. Luego los envió a proclamar el Reino de Dios y a curar a los enfermos, diciéndoles: "No llevéis nada para el camino: ni bastón, ni alforja, ni pan, ni dinero; tampoco llevéis túnica de repuesto. Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio. Y si alguien no os recibe, al salir de aquel pueblo sacudíos el polvo de los pies, para probar su culpa".
Ellos de pusieron en camino y fueron de aldea en aldea, anunciando la Buena Noticia y curando en todas partes.
(Aciprensa.com)

Comentario:

El evangelio de hoy nos trae la descripción de la misión que los Doce recibieron de Jesús. Más adelante, Lucas habla de la misión de los setenta y dos discípulos (Lc 10,1-12). Los dos se completan y revelan la misión de la iglesia.

• Lucas 9,1-2: Envío de los doce para la misión. “Les dio autoridad y poder sobre todos los demonios, y para curar enfermedades; y los envió a proclamar el Reino de Dios y a curar”.Llamando a los doce, Jesús intensifica el anuncio de la Buena Nueva. El objetivo de la misión es simple y claro: reciben el poder y la autoridad para expulsar a los demonios, para curar las dolencias y para anunciar el Reino de Dios. Así como la gente quedaba admirada ante la autoridad de Jesús sobre los espíritus impuros y ante su manera de anunciar la Buena Nueva (Lc 4,32.36), lo mismo deberá acontecer con la predicación de los doce apóstoles.

 • Lucas 9,3-5: Las instrucciones para la Misión. Jesús los envió con las siguientes recomendaciones: no pueden llevar nada “ni bastón, ni alforja, ni dinero, ni dos túnicas”. No pueden andar de casa en casa, sino que “Cuando entréis en una casa, quedaos en ella hasta que os marchéis de allí.” En caso de que no os reciban “sacudid el polvo de vuestros pies en testimonio contra ellos”. Como veremos, estas recomendaciones extrañas para nosotros, tienen un significado muy importante.

• Lucas 9,6: La ejecución de la misión. Y ellos se fueron. Es el comienzo de una nueva etapa. Ahora ya no es sólo Jesús, sino es todo el grupo que va a anunciar la Buena Nueva de Dios a la gente. Si la predicación de Jesús ya causaba conflictos, cuánto más ahora, con la predicación de todo el grupo.


 • Los cuatro puntos básicos de la misión. En el tiempo de Jesús, había diversos movimientos de renovación: esenios, fariseos, zelotes. Ellos también buscaban una nueva manera de convivir en comunidad y tenían a sus misioneros (cf. Mt 23,15). Pero éstos, cuando iban en misión, iban prevenidos. Llevaban alforja y dinero para cuidar de su propia comida. Pues no confiaban en la comida de la gente que no siempre era ritualmente “pura”. Al contrario de los otros misioneros, los discípulos y las discípulas de Jesús recibieron recomendaciones diferentes que nos ayudan a entender los puntos fundamentales de la misión de anunciar la Buena Nueva:

a) Deben ir sin nada (Lc 9,3; 10,4). Esto significa que Jesús obliga a confiar en la hospitalidad. Pues, quien va sin nada, va porque confía en la gente y piensa que va a ser recibido. Con esta actitud, critican las leyes de la exclusión, enseñadas por la religión oficial, y por la nueva práctica, mostraron que tenían otros criterios de comunidad.


b) Deben quedarse hospedados en la primera casa hasta retirarse del lugar (Lc 9,4; 10,7). Esto es, deben convivir de forma estable y no andar de casa en casa. Deben trabajar como todo el mundo y vivir de lo que reciben a cambio, “pues el obrero merece su salario” (Lc 10,7). Con otras palabras, tienen que participar de la vida y del trabajo de la gente, y la gente los acogerá en su comunidad y compartirá con ellos casa y comida. Esto significa que deben confiar en el compartir. Esto explica también la severidad de la crítica contra los que no aceptan el mensaje: sacudirse el polvo de los pies, como pretexto contra ellos (Lc 10,10-12), pues no rechazan algo nuevo, sino que su propio pasado.


c) Tienen que curar a los enfermos y expulsar los demonios (Lc 9,1; 10,9; Mt 10,8). Esto es, deben ejercer la función de “defensor” (goêl) y acoger para dentro del clan, dentro de la comunidad, a los excluidos. Con esta actitud critican la situación de desintegración de la vida comunitaria del clan y apuntan hacia salidas concretas. La expulsión de demonios es señal de que el Reino de Dios ha llegado (Lc 11,20).


d) Tienen que comer lo que el pueblo les da (Lc 10,8). No pueden vivir separados con su propia comida, sino que han de aceptar la comunión de mesa. Esto significa que, en contacto con la gente, no deben tener miedo a perder la pureza como era enseñada en la época. Con esta actitud critican las leyes de la pureza en vigor y muestran, por medio de la nueva práctica, que poseen otro acceso a la pureza, esto es, a la intimidad con Dios.


Estos eran los cuatro puntos básicos de la vida comunitaria que debían marcar la actitud de los misioneros o de las misioneras que anunciaban la Buena Nueva de Dios en nombre de Jesús: hospitalidad, compartir, comunión de mesa, y acogida a los excluidos (defensor, goêl). Si estas cuatro exigencias se cumplen, entonces pueden y deben gritar a los cuatro vientos: “¡El Reino ha llegado!” (cf. Lc 10,1-12; 9,1-6; Mc 6,7-13; Mt 10,6-16). Pues el Reino de Dios que Jesús nos ha revelado no es una doctrina, ni un catecismo, ni una ley. El Reino de Dios ocurre y se hace presente cuando las personas, motivadas por su fe en Jesús, deciden convivir en comunidad para así testimoniar y revelar a todos que Dios es Padre y Madre y que, por consiguiente, nosotros, los seres humanos, somos hermanos y hermanas unos de otros. Jesús quería que la comunidad local fuera de nueva una expresión de la Alianza, del Reino, del amor de Dios como Padre, que nos hace a todos hermanos y hermanas.

La edición y el subrayado son nuestros
Tomado del Sitio Oficial de los Carmelitas

En este día, contemplemos como el amor del Señor hace que nos envíe hombres como nosotros, para anunciarnos su Reino de justicia, amor y paz.

Que la misericordia y la confianza en el Señor no les falte. 

Gracias.

15 de julio de 2012

El primer envío de los discípulos

Buen domingo en el Señor, luego de la llamada de los doce (Mc 3, 13-19) Jesús enseña y hace curaciones. Los discípulos como seguidores del maestro, veían y escuchaban todo. Poco a poco iban tomando la forma de Jesús. Ahora, en este pasaje (Mc 6,7-13) les llega la hora de su primer anuncio, es tiempo de aplicar lo que han aprendido. Van de dos en dos entre las gentes, con una misión que, Marcos sólo dice: Ellos salieron a predicar la conversión,  echar demonios, ungir con aceite a los enfermos y curar.

En otros evangelios (Mt 10, 1-42; Lc 9, 1-10) vemos que el objetivo de la misión era: Anunciar la proximidad del Reino. El nuevo ¨orden¨, que Jesús predicó y comienza en la tierra con los discípulos Por ello era necesario, el predicar la conversión, puesto que para hacer realidad ese ¨ nuevo orden¨ debía empezar por un cambio de vida profundo y radical, de una vida ofendiendo a Dios, hacia una ¨vida nueva¨ que busca agradarle en todo. Las curaciones y el echar demonios, son necesarios, pues estos eran muestra de que el orden de exclusión generalizada estaba cambiando en un orden de fraternidad, como Dios quería.

"Comenzó a enviarlos de dos en dos" El envío de "dos en dos", según la mentalidad judaica, es porque solamente se admite el testimonio dado por una "comunidad" (por lo menos mínima de a dos)  y no de uno solo. 

Según Marcos, hasta este momento los discípulos han visto de Jesús, algunos milagros, han escuchado algunas enseñanzas, como el tema de la semilla que crece de varias formas y han asistido a alguna polémica con los jefes. Y han visto su práctica al curar, su llamada a la conversión, su disponibilidad a moverse en medio de la gente, su predicación por toda Galilea, a estos puntos se referirán. No están todavía maduros del todo, pero pronto lo harán bajo la supervisión de Jesús.

"Les dio potestad sobre los espíritus inmundos..." Se les capacita y se les autoriza para usar el mismo poder. Entendamos que por "espíritus malignos" se incluía : enfermedad psíquica, fuerzas malignas destructoras, malformaciones físicas, etc. Los discípulos buscarían restaurar la "pureza" a la luz de Dios: que es Amor, solidaridad, justicia, misericordia, acogida...etc.

"Fuera del bastón, nada para el viaje…" Los discípulos deberían tener confianza en la Providencia Divina. puesto que Dios nada ignora de cuanto sucede, y ellos , al ser hijos de Dios y al predicar su Amor, pues deberían ser los primeros en confiar en su Padre.

Asimismo, la misión no debe ser sedentaria, es decir, debe siempre continuar, debe presentar siempre libertad interior y exterior. De aquí la recomendación de los evangelios sobre la pobreza material en el vestir y en el comer, y sobre las seguridades. 

"Sacudiendo el polvo de la planta de los pies..." Jesús instruye en este acto como prueba de que nada han recibido de ellos o de que no venían con alguna otra finalidad, sino sólo su salvación.Por esto, el Señor quería que resalte nada mas que su doctrina, lo enseñado,  mucho más lo sería por la virtud de la pobreza y austeridad. Pues aquel que habla de Dios, y confía sólo en Dios, vive lo que predica, es testimonio y comunica mejor el Mensaje. 


En este día vayamos tomando la forma de Jesús, para que imitando sus pensamientos, actos y su sentir, podamos anunciar el Reino de Dios.
Que la misericordia y la confianza en Dios, no les falte.
Gracias
Del Santo Evangelio Según San Marcos 6,7-13
En aquel tiempo, llamó Jesús a los Doce y los fue enviando de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos. Les encargó que llevaran para el camino un bastón y nada más, pero ni pan, ni alforja, ni dinero suelto en la faja; que llevasen sandalias, pero no una túnica de repuesto. Y añadió: "Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio. Y si un lugar no os recibe ni os escucha, al marcharos sacudíos el polvo de los pies, para probar su culpa." Ellos salieron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban. (Aciprensa.com)
 
Meditación de S.S Benedicto XVI 

La voluntad de Jesús sobre la Iglesia y la elección de los Doce

 

Queridos hermanos y hermanas:

Después de las catequesis sobre los salmos y los cánticos de Laudes y Vísperas, quisiera dedicar los próximos encuentros del miércoles al misterio de la relación entre Cristo y la Iglesia, considerándolo a partir de la experiencia de los Apóstoles, a la luz de la misión que se les encomendó. La Iglesia se constituyó sobre el fundamento de los Apóstoles como comunidad de fe, esperanza y caridad [el Amor de Dios]. A través de los Apóstoles, nos remontamos a Jesús mismo. 

La Iglesia comenzó a constituirse cuando algunos pescadores de Galilea encontraron a Jesús y se dejaron conquistar por su mirada, su voz y su invitación cordial y fuerte: "Venid conmigo y os haré pescadores de hombres" (Mc 1, 17; Mt 4, 19). Al inicio del tercer milenio, mi amado predecesor Juan Pablo II propuso a la Iglesia la contemplación del rostro de Cristo (cf. Novo millennio ineunte, 16 ss).

Siguiendo en la misma dirección, en las catequesis que comienzo hoy quisiera mostrar precisamente cómo la luz de ese Rostro se refleja en el rostro de la Iglesia (cf. Lumen gentium, 1), a pesar de los límites y las sombras de nuestra humanidad frágil y pecadora. Después de María, reflejo puro de la luz de Cristo, son los Apóstoles, con su palabra y su testimonio, quienes nos transmiten la verdad de Cristo. Sin embargo, su misión no está aislada, sino que se sitúa dentro de un misterio de comunión, que implica a todo el pueblo de Dios y se realiza por etapas, desde la antigua hasta la nueva Alianza.

A este propósito, hay que decir que se tergiversa del todo el mensaje de Jesús si se lo separa del contexto de la fe y de la esperanza del pueblo elegido: como el Bautista, su precursor inmediato, Jesús se dirige ante todo a Israel (cf. Mt 15, 24), para "reunirlo" en el tiempo escatológico que llega con él. Al igual que la predicación de Juan, también la de Jesús es al mismo tiempo llamada de gracia y signo de contradicción y de juicio para todo el pueblo de Dios. Por tanto, desde el primer momento de su actividad salvífica [de salvación] , Jesús de Nazaret tiende a congregar al pueblo de Dios. 

Aunque su predicación es siempre una exhortación a la conversión personal, en realidad él tiende continuamente a la constitución del pueblo de Dios, que ha venido a reunir, purificar y salvar. Por eso, resulta unilateral y carente de fundamento la interpretación individualista, propuesta por la teología liberal, del anuncio que Cristo hace del Reino. En el año 1900, el gran teólogo liberal Adolf von Harnack la resume así en sus lecciones sobre La esencia del cristianismo: "El reino de Dios viene, porque viene a cada uno de los hombres, tiene acceso a su alma, y ellos lo acogen. Ciertamente, el reino de Dios es el señorío de Dios, pero es el señorío del Dios santo en cada corazón" (Tercera lección, p. 100 s). En realidad, este individualismo de la teología liberal es una acentuación típicamente moderna: desde la perspectiva de la tradición bíblica y en el horizonte del judaísmo, en el que se sitúa la obra de Jesús aunque con toda su novedad, resulta evidente que toda la misión del Hijo encarnado tiene una finalidad comunitaria: él ha venido precisamente para unir a la humanidad dispersa, ha venido para congregar, para unir al pueblo de Dios.
 
Un signo evidente de la intención del Nazareno de reunir a la comunidad de la Alianza, para manifestar en ella el cumplimiento de las promesas hechas a los Padres, que hablan siempre de convocación, unificación, unidad, es la institución de los Doce. Hemos escuchado el Evangelio sobre esta institución de los Doce. Leo una vez más su parte central: "Subió al monte y llamó a los que él quiso, y vinieron donde él. Instituyó Doce, para que estuvieran con él, y para enviarlos a predicar con poder de expulsar los demonios. Instituyó a los Doce..." (Mc 3, 13-16; cf. Mt 10, 1-4; Lc 6, 12-16). En el lugar de la revelación, "el monte", Jesús, con una iniciativa que manifiesta absoluta conciencia y determinación, constituye a los Doce para que sean con él testigos y anunciadores del acontecimiento del reino de Dios.
Sobre la historicidad de esta llamada no existen dudas, no sólo en virtud de la antigüedad y de la multiplicidad de los testimonios, sino también por el simple motivo de que allí aparece el nombre de Judas, el apóstol traidor, a pesar de las dificultades que esta presencia podía crear a la comunidad naciente. El número Doce, que remite evidentemente a las doce tribus de Israel, ya revela el significado de acción profético-simbólica [acción de profundo significado que Jesús hace como profeta] implícito en la nueva iniciativa de refundar el pueblo santo.
Superado desde hacía tiempo el sistema de las doce tribus, la esperanza de Israel anhelaba su reconstitución como signo de la llegada del tiempo escatológico (pensemos en la conclusión del libro de Ezequiel: 37, 15-19; 39, 23-29; 40-48). Al elegir a los Doce, para introducirlos en una comunión de vida consigo y hacerles partícipes de su misión de anunciar el Reino con palabras y obras (cf. Mc 6, 7-13; Mt 10, 5-8; Lc 9, 1-6; 6, 13), Jesús quiere manifestar que ha llegado el tiempo definitivo en el que se constituye de nuevo el pueblo de Dios, el pueblo de las doce tribus, que se transforma ahora en un pueblo universal, su Iglesia. 

Con su misma existencia los Doce —procedentes de diferentes orígenes— son un llamamiento a todo Israel para que se convierta y se deje reunir en la nueva Alianza, cumplimiento pleno y perfecto de la antigua. El hecho de haberles encomendado en la última Cena, antes de su Pasión, la misión de celebrar su memorial, muestra cómo Jesús quería transmitir a toda la comunidad en la persona de sus jefes el mandato de ser, en la historia, signo e instrumento de la reunión escatológica iniciada en él. En cierto sentido podemos decir que precisamente la última Cena es el acto de la fundación de la Iglesia, porque él se da a sí mismo y crea así una nueva comunidad, una comunidad unida en la comunión con él mismo. 

Desde esta perspectiva, se comprende que el Resucitado les confiera —con la efusión del Espíritu— el poder de perdonar los pecados (cf. Jn 20, 23). Los doce Apóstoles son así el signo más evidente de la voluntad de Jesús respecto a la existencia y la misión de su Iglesia, la garantía de que entre Cristo y la Iglesia no existe ninguna contraposición: son inseparables, a pesar de los pecados de los hombres que componen la Iglesia. Por tanto, es del todo incompatible con la intención de Cristo un eslogan que estuvo de moda hace algunos años: "Jesús sí, Iglesia no". Este Jesús individualista elegido es un Jesús de fantasía. No podemos tener a Jesús prescindiendo de la realidad que él ha creado y en la cual se comunica.

Entre el Hijo de Dios encarnado y su Iglesia existe una profunda, inseparable y misteriosa continuidad, en virtud de la cual Cristo está presente hoy en su pueblo. Es siempre contemporáneo nuestro, es siempre contemporáneo en la Iglesia construida sobre el fundamento de los Apóstoles, está vivo en la sucesión de los Apóstoles. Y esta presencia suya en la comunidad, en la que él mismo se da siempre a nosotros, es motivo de nuestra alegría. Sí, Cristo está con nosotros, el Reino de Dios viene.

(…)

14 de julio de 2012

¨Por eso, no tengáis miedo; no hay comparación entre vosotros y los gorriones¨

Buen día en el Señor, continuamos viendo el envío de los discípulos para anunciar el Reino de Dios. El día de ayer, el Señor, nos hablaba del peligro que enfrentaremos por anunciar el Reino. En el evangelio de hoy (Mt, 10, 24-33) nos insiste nuevamente en las adversidades, para darnos ánimo, esperanza y confianza en que con su ayuda lo superaremos. El lenguaje con el que habla el Señor es duro, pero recordemos que los discípulos eran hombres sencillos, que se movían más por el temor que por el Amor. 
 
Persecuciones y sufrimientos marcan la vida de los discípulos. Los discípulos tienen que saber que, por el hecho de ser discípulos de Jesús, van a ser perseguidos (Mt 10,17-23). Pues un discípulo tiene que imitar la vida del maestro en lo que sabe, piensa, actúa y en lo que sufre: «No está el discípulo por encima del maestro, ni el siervo por encima de su amo. Le basta al discípulo ser como su maestro, y al siervo como su amo.”. Si a Jesús le tildaron de Belcebú, cuánto más van a insultar a sus discípulos. 

No tener miedo a decir la verdad. Jesús nos dice: ¨porque nada hay oculto que no llegue a descubrirse, ni secreto que no venga a conocerse¨. Para san Juan Crisóstomo, el Señor nos diría : ¨ os basta para consuelo el que yo, Maestro y Señor, sea compañero en las injurias. Y si todavía al oír lo que dije, os doléis de esas cosas, considerad que muy poco después quedaréis libres de toda sospecha¨. Pues la compañía de Jesús nos asegura que la verdad siempre se impondrá por si misma puesto que Ël es la verdad. 

No tener miedo a los que pueden matar el cuerpo. San Juan nos insiste: ¨No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pues al alma no pueden matarla. Observa cómo los hace superiores a todas las cosas, enseñándolos a despreciar no solamente los cuidados, las injurias, los peligros, las asechanzas, sino aun la muerte que es lo más terrible de todo. Y no una muerte cualquiera sino una muerte violenta¨. El Señor nos enseña a rechazar los males, a no intimidarnos por ellos, sino a dejarnos llevar mas bien  por la confianza en Él. 

Tener confianza en la Providencia Divina. Finalmente, San Juan nos invita  a confiar diciendo:  ¨Y no dijo que cayeran por obra de Dios, cosa no digna de Dios; sino que a Dios nada de cuanto se hace, se le oculta. Pero si nada ignora de cuanto sucede, y a vosotros os ama con una sinceridad mayor que la de un padre; y de tal modo os ama que aún tiene contados los cabellos de vuestra cabeza, nada hay que temer.¨ Dios ama al discípulo con un amor mayor que de cualquier padre.

En este día, meditemos en el Amor de  Dios Padre e imitemos a su hijo en nuestras vidas, en el trabajo, en la familia, o en el descanso.
Que la misericordia y la confianza en Señor no les falte.
Gracias. 


Del Evangelio Según San Mateo 10, 24-33

En aquel tiempo dijo Jesús a sus apóstoles: "Un discípulo no es más que su maestro, ni un esclavo más que su amo; ya le basta al discípulo con ser como su maestro, y al esclavo como su amo. Si al dueño de la casa lo han llamado Belzebú, ¡cuanto más a los criados! No les tengáis miedo, porque nada hay cubierto que no llegue a descubrirse; nada hay escondido que no llegue a saberse. Lo que os digo de noche, decidlo en pleno día, y lo que os digo al oído, pregonadlo desde la azotea. No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. No, temed al que pueda destruir con el fuego alma y cuerpo. ¿No se venden un par de gorriones por unos cuartos? Y, sin embargo, ni uno solo no cae al suelo sin que lo disponga vuestro Padre. Pues vosotros, hasta los cabellos de la cabeza tenéis contados. Por eso, no tengáis miedo; no hay comparación entre vosotros y los gorriones. Si uno se pone de mi parte ante los hombres, yo también me pondré de su parte ante mi Padre del cielo. Y si uno me niega ante los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre del cielo". (Aciprensa.com)

Meditación de San Juan Crisóstomo


(…)

Tras de haber predicho Jesús aquellos terribles sufrimientos, capaces de quebrantar aun al diamante, que habían de sobrevenir después de la cruz, la resurrección y la ascensión, a los apóstoles, convierte su discurso a cosas más suaves y procura un respiro a sus atletas y les ofrece una gran tranquilidad. Porque ahora no les ordenó que caminaran a la par de sus perseguidores, sino huir. Por tratarse de los comienzos, dulcifica y suaviza sus palabras. No les habla ya de persecuciones que luego vendrán, sino de las que precedieron a la cruz y a la Pasión. Así lo indicó al decir: ¨No acabaréis las ciudades de Israel antes de que venga el Hijo del hombre¨.

(…) Observa cómo no suprime los males, sino que está presente en los peligros. Porque no dijo: ¨Os libraré, os quitaré de los peligros¨, sino ¿qué? ¨No acabaréis las ciudades de Israel antes de que venga el Hijo del hombre¨. Porque les bastaba para consuelo que lo vieran. 

-Considera cómo no todo y en todas partes lo encomienda El a la gracia [a la ayuda de Dios], sino que ordena que algo apronten [prevengan] ellos. Les dice: si teméis, huid.-
Esto fue lo que quiso decir con el huid y el no temáis. No dice que sean ellos los primeros en huir, sino que si se les echa se aparten. Tampoco les señala amplios espacios sino lo suficiente para que vayan por las ciudades de Israel. Luego los invita a más altos grados de virtud.

Y en primer lugar les quita la preocupación por los alimentos; en segundo lugar, el temor de los peligros; y finalmente les arranca el pavor por las injurias. Del primer cuidado los libró cuando dijo: Porque el obrero es acreedor a su sustento, dándoles a entender que habría muchos que los recibieran. Del segundo, o sea del miedo a los peligros, cuando dijo: No os preocupe cómo o qué hablaréis; y también: El que persevere hasta el fin ése será salvo.
-Y como era verosímil que los envolviera la mala fama, cosa que a muchos les parece lo más intolerable, advierte en qué forma los consuela, tomando pie de lo que a él mismo tocaba y lo que ya había dicho: ¨no hay consuelo mayor que éste¨ -
 
Ya antes les había dicho: Os odiarán todos, pero había añadido: Por causa de mí. Del mismo modo ahora los consuela añadiendo alguna otra cosa. ¿Cuál? No está el discípulo sobre el Maestro, ni el siervo sobre su amo; bástale al discípulo ser como su maestro y al siervo ser como su amo. Si al amo lo llamaron Belzebú ¿cuánto más a sus domésticos? No los temáis.

-Observa cómo se declara Señor y Dios y Creador de todos. ¿De modo que: no está el discípulo sobre el maestro, ni el siervo sobre su amo?- 

Mientras sea discípulo o siervo, no será mayor según el orden natural en los honores. Ni me vayas a traer algunos ejemplos raros: entiende esto según lo que ordinariamente sucede. Y no dijo: cuánto más a sus siervos, sino a sus domésticos, usando para con ellos de gran mansedumbre. En otra ocasión les dijo: Ya no os llamaré siervos; pero os digo amigos. Tampoco dijo: Si al padre de familia lo injuriaron y maldijeron; sino que puso el género de injurias, pues lo llamaron Belzebú.

En seguida les da un consuelo no menor, aun cuando aquel era supremo. Porque como los oyentes aún no entendían mucho de virtud, necesitaban otro que más los moviera, razón por la cual puso este otro. Por el modo de expresarse parece enunciar una sentencia general; pero en realidad no se trata sólo de los propósitos. 

-¿Qué dice? Ahora no temáis ¨porque nada hay oculto que no llegue a descubrirse, ni secreto que no venga a conocerse¨. Lo que significa: ¨ os basta para consuelo el que yo, Maestro y Señor, sea compañero en las injurias. Y si todavía al oír lo que dije, os doléis de esas cosas, considerad que muy poco después quedaréis libres de toda sospecha¨.

¨¿Por qué os entristecéis de que os llamen hechiceros y engañadores? Esperad un poco y todos os llamarán salvadores y bienhechores del orbe El tiempo revelará todo lo que estaba oculto y descubrirá las calumnias de aquéllos y hará brillar vuestra virtud. Pues por los hechos mismos os comprobaréis como salvadores y benéficos y claros por todo género de virtudes; y entonces los hombres ya no atenderán a las calumnias, sino a la realidad de las cosas. Y a ellos los encontrarán ser sicofantas [impostores], mentirosos, maldicientes; y a vosotros más esplendorosos que el sol. El transcurso del tiempo os dará a conocer y os publicará con una voz más penetrante que el sonido de una trompeta; y mostrará a todos los hombres como testigos de vuestra virtud. No decaigáis de ánimo por lo que ahora digan de vosotros, sino levantaos con la esperanza de los bienes futuros. Al fin y al cabo es imposible que lo que a vosotros toca quede oculto¨.

Una vez que los liberó de toda angustia, temor y solicitud, final y oportunamente les habla de la libertad en expresarse en la predicación. Porque les dice: Lo que yo os digo en la oscuridad, decidlo a la luz; y lo que yo os digo al oído, predicadlo sobre los terrados. Cuando hablaba Jesús ni había tinieblas ni al oído hablaba; sino que lo dice por hipérbole Pues hablaba estando ellos solos y en un ángulo de Palestina. Por esto les dice: ¨en oscuridad y al oído, contraponiendo este modo de hablar con la libertad de expresión que luego les había de comunicar¨. ¨Y no prediquéis en sólo una o dos o tres ciudades, sino por todo el orbe de la tierra, recorriendo regiones y mares, lugares habitados e inhabitables; y con gran confianza declarad todas las cosas a los tiranos, a los pueblos, a los filósofos y a los retóricos¨. ¨ Por eso dijo: Sobre los terrados y a la luz: sin subterfugios, sino con absoluta franqueza¨ .

Y ¿por qué no le bastó con decir: predicadlo sobre los terrados y decidlo a la luz, sino que añadió: Lo que os digo en la oscuridad y lo que os digo al oído? Es para levantar sus pensamientos. Así como cuando decía: El que cree en mí, ése hará también las obras que yo hago y las hará mayores que éstas, así acá, manifestando que todo lo harán ellos por sí mismos y aun harán más que lo que por El fue hecho, se expresó así. Como si dijera: Yo os he dado los comienzos y el principio, pero quiero que otras muchas cosas las hagáis vosotros. Y no es la palabra sólo de quien manda, sino de quien predice lo futuro e inspira confianza y que de antemano asegura que todo lo superarán; y poco a poco deshace la preconcebida tristeza, que origina el temor de las injurias.

Así como esta predicación, ahora oculta, lo llenará todo, así también pronto acabará la calumnia perversa de los judíos. Y una vez que así les levantó el ánimo, de nuevo les predice los peligros, pero elevando sus pensamientos y volviéndolos más elevados que todas las cosas.
-Porque ¿qué es lo que les dice?: No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pues al alma no pueden matarla. Observa cómo los hace superiores a todas las cosas, enseñándolos a despreciar no solamente los cuidados, las injurias, los peligros, las asechanzas, sino aun la muerte que es lo más terrible de todo. Y no una muerte cualquiera sino una muerte violenta.-

Y no les dice: seréis muertos, sino que con la solemnidad que convenía les declara todo diciendo: No tengáis miedo de los que matan el cuerpo, y al alma no pueden matarla: temed más bien a aquel que puede perder el alma y el cuerpo en la gehena [el infierno].

Y así, según su costumbre, endereza el discurso a lo contrario. Porque ¿qué quiere decir? ¿teméis la muerte y por tal motivo os mostráis perezosos en la predicación? Pues bien: precisamente por este motivo habéis de predicar, por temor de la muerte. Predicar será lo que os libre de la muerte. Y aunque os han de dar la muerte, cierto que no podrán dominar vuestra parte superior, aunque se empeñen en eso con todas sus fuerzas.

Y no les dijo: Pero no matarán el alma, sino: No pueden perderla. Porque aún cuando ellos lo quisieran, no podrán destruirla. De modo que si temes los suplicios, más has de temer eso otro que es mucho más grave. ¿Ves cómo no les promete que los librará de los peligros, sino que les promete que no morirán, dándoles así mucho más que si no permitiera los peligros? Porque mucho más es el persuadirlos que desprecien la muerte, que no el salvarlos de la muerte. De modo que propiamente no los lanza a los peligros, sino que los hace superiores a los peligros; y con breves palabras pone en su interior la doctrina de la inmortalidad del alma. Puesto ya en ellos, con dos o tres palabras, ese dogma saludable, luego pasa a consolarlos con otras razones. De nuevo les habla de la providencia de Dios, para que no piensen que serán muertos y degollados como gente abandonada. Les dice: ¿No se venden dos pajarillos por un as? Sin embargo, ni uno de ellos cae en tierra sin la voluntad de vuestro Padre. Cuanto a vosotros, aun los cabellos todos de vuestra cabeza están contados. Como si dijera: ¿Hay algo más vil que los pajarillos? Pues nunca caerán en la red sin que Dios lo sepa.
Y no dijo que cayeran por obra de Dios, cosa no digna de Dios; sino que a Dios nada de cuanto se hace, se le oculta. Pero si nada ignora de cuanto sucede, y a vosotros os ama con una sinceridad mayor que la de un padre; y de tal modo os ama que aún tiene contados los cabellos de vuestra cabeza, nada hay que temer. Y lo dijo, no porque Dios se entretenga en contar los cabellos, sino para declararles el claro conocimiento que de ellos tiene y su gran providencia. Conociendo Dios todo cuanto se hace, y queriendo que nos salvemos y pudiendo El hacerlo, cuando algo padezcáis no penséis que lo padecéis en absoluto abandono. No intenta libraros de los males, sino persuadiros de que los despreciéis, porque esto es la verdadera liberación de los males.

No temáis, pues. ¿Acaso no aventajáis vosotros a los pajarillos? ¿Observas cómo ya se había apoderado de ellos el temor? Conocía Jesús los secretos pensamientos, y por esto añadió: No temáis, pues. Aun cuando los adversarios prevalezcan, prevalecerán en la parte inferior que es el cuerpo; al cual, aun en el caso de que ellos no lo maten, las leyes naturales lo destruirán. De manera que en realidad los adversarios ni sobre el cuerpo tienen potestad: es la naturaleza la que se la proporciona. Y si temes esa potestad, mucho más debes temer por ser cosa de mayor importancia, al que puede perder en la gehena el cuerpo y el alma.

No les dice abiertamente ser él quien puede perder el cuerpo y el alma; pero por lo que antes dijo, se había ya declarado Juez. Ahora sucede al revés: al que puede perder al alma y sujetarla a tormento, no lo tememos; y en cambio, nos horrorizamos de los que matan el cuerpo. Y eso que aquel Juez castiga juntamente con el alma también el cuerpo; mientras que los adversarios, ya no digo el alma, pero ni al cuerpo pueden castigarlo; pues aun cuando infinitas veces lo sujeten al suplicio, cada vez lo tornan más brillante.

-¿Observas cómo hace fáciles los combates?-
 
Lo hace porque todavía la muerte con mucha fuerza les conmovía el alma y les parecía terrible; pues no era aún fácil vencerla, ni habían recibido el Espíritu Santo los que habían de despreciarla. Una vez que hubo echado fuera ese temor y miedo que conturbaba al alma, también les infundió confianza con las siguientes razones. Y lo hizo para quitar un miedo con otro; ni sólo con otro temor, sino además con la esperanza de grandes premios. Y con gran potestad los conmina y los exhorta por ambos medios a la confianza en la lucha por la verdad, añadiendo: ¨Pues a todo el que me confesare delante de los hombres yo también lo confesaré delante de mi Padre que está en los cielos; pero a todo el que me negare delante de los hombres, yo lo negaré también delante de mi Padre que está en los cielos.¨

No únicamente con la esperanza de los bienes sino también con el temor de los males los excita y les pone y deja en cierta tristeza. Pero tú pesa bien la exactitud de las palabras. No dijo: a mí, sino en mí, declarando de este modo que quien lo confiesa, lo confiesa apoyado no en su propia virtud, sino en la gracia de arriba. En cambio, del que niega no dijo: en mí, sino a mí, pues lo niega por hallarse sin el don de la gracia. Preguntarás: ¿por qué al que niega se le achaca a culpa, siendo así que se halla abandonado de la gracia? Pues porque el así abandonado, por su culpa se queda abandonado.

Y ¿por qué motivo no basta con la fe interior, sino que Cristo requiere además la confesión de palabra? Para más movernos a tener confianza y libertad en el hablar y mayor caridad y afecto interno y elevarnos más aún. Por esto se dirige en general a todos y no a solos los discípulos Porque ahora se propone hacer esforzados no únicamente a los discípulos, sino también a los discípulos de los discípulos; puesto que quien esto aprendiere en la práctica, no sólo enseñará con libertad, sino que todo lo soportará con facilidad y grande ánimo. Y desde luego, logró que muchos, confiados en sus palabras, se acercaran a los apóstoles; puesto que para los malos se habían de seguir mayores suplicios y para los buenos mayores premios.

Y puesto que quien así obra el bien con tiempo se prepara riquezas, mientras que el pecador cree ser una ganancia la dilación del castigo, presenta Jesús una igual, o mejor dicho mayor recompensa o aumento de premios para quienes bien obran. Como si dijera: ¿Tienes ya la prerrogativa de haber creído en mí? Pues yo te añadiré la otra prerrogativa de concederte mayores premios y aun mucho mayores; puesto que te confesaré delante de mi Padre.

-¿Observas cómo de un lado y otro hay bienes y males? Entonces ¿por qué te apresuras? ¿Por qué buscas acá tu recompensa cuando ya en esperanza tienes tu salvación?-
Tal es el motivo de que, si algo bueno hicieres, y no recibes acá la recompensa, no te has de turbar; porque te está reservada para lo futuro y aun aumentada. Y si algo malo haces y no recibes el castigo, no por esto te tornes desidioso, pues allá te sobrevendrá el castigo si no te conviertes y te haces mejor; y si no lo crees, por lo presente conjetura lo futuro. Si en el tiempo de los certámenes son tan ilustres los que confiesan a Cristo, considera cuáles serán al tiempo de las coronas. Si acá aun los enemigos aplauden ¿cómo no te alabará y admirará aquel que ama con un cariño más sincero que el de un padre?

Porque en aquel tiempo, se darán los premios a los buenos y los castigos a los malos. De manera que quienes negaron a Cristo, aquí y allá serán castigados: aquí porque vivirán con mala conciencia, para luego morir aun cuando de mil maneras huyan de la muerte; y allá porque sufrirán el extremo castigo. En cambio, los que confiesen a Cristo, ganarán aquí y allá. Aquí harán de la muerte una ganancia con la que se tornen aún más brillantes entre los vivos; y allá disfrutarán de bienes inefables. Porque Dios preparado está no sólo para castigar, sino también para dar bienes, y aún más está preparado a esto segundo que a lo primero. Mas ¿por qué entonces repitió dos veces lo de la pena, mientras que lo del premio lo dijo una sola? Porque conocía perfectamente a los hombres, que se mueven más a penitencia por el temor. Por eso, habiendo dicho: Temed más bien a aquel que puede perder el alma y el cuerpo en la gehenna, dice de nuevo: Yo lo negaré. Lo mismo procedía Pablo recordando con frecuencia la gehena.

Una vez que hubo excitado al oyente por todos modos (pues le abrió los cielos, le mostró el terrible tribunal, la reunión de los ángeles, la proclama de las coronas, cosas todas que preparan para que el camino se haga fácil), finalmente, para que no se impidiera la predicación a causa del temor, les ordenó que estuvieran preparados para la muerte misma; todo a fin de que conozcan que quienes persisten en su incredulidad, sufrirán el castigo de las penalidades y muertes que a los fieles hayan causado.



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