Queridos hermanos y hermanas:
En
las últimas catequesis hemos visto cómo, en la oración personal y
comunitaria, la lectura y la meditación de la Sagrada Escritura abren a
la escucha de Dios que nos habla e infunden luz para comprender el
presente. Hoy quiero hablar del testimonio y de la oración del primer
mártir de la Iglesia, san Esteban, uno de los siete elegidos para el
servicio de la caridad con los necesitados. En el momento de su
martirio, narrado por los Hechos de los Apóstoles, se manifiesta, una vez más, la fecunda relación entre la Palabra de Dios y la oración.
(...)
El discurso de Esteban ante el tribunal, el más largo de los Hechos de los Apóstoles,
se desarrolla precisamente sobre esta profecía de Jesús, el cual es el
nuevo templo, inaugura el nuevo culto y sustituye, con la ofrenda que
hace de sí mismo en la cruz, lo sacrificios antiguos. (...)Así, relee
toda la narración bíblica, itinerario contenido en la Sagrada Escritura,
para mostrar que conduce al «lugar» de la presencia definitiva de Dios,
que es Jesucristo, en particular su pasión, muerte y resurrección.(...)
En
su meditación sobre la acción de Dios en la historia de la salvación,
evidenciando la perenne tentación de rechazar a Dios y su acción, afirma
que Jesús es el Justo anunciado por los profetas; en él Dios mismo se
hizo presente de modo único y definitivo: Jesús es el «lugar»
del verdadero culto. Esteban no niega la importancia del templo durante
cierto tiempo, pero subraya que «Dios no habita en edificios
construidos por manos humanas» (Hch 7, 48).(...)
La
vida y el discurso de Esteban improvisadamente se interrumpen con la
lapidación, pero precisamente su martirio es la realización de su vida y
de su mensaje: llega a ser uno con Cristo.
Queridos
hermanos y hermanas, el testimonio de san Esteban nos ofrece algunas
indicaciones para nuestra oración y para nuestra vida. Podemos
preguntarnos: ¿De dónde sacó este primer mártir cristiano la fortaleza
para afrontar a sus perseguidores y llegar hasta el don de sí mismo? La
respuesta es sencilla: de su relación con Dios, de su comunión con
Cristo, de su meditación sobre la historia de la salvación, de ver la
acción de Dios, que en Jesucristo llegó al culmen. También nuestra
oración debe alimentarse de la escucha de la Palabra de Dios, en la
comunión con Jesús y su Iglesia.
Un segundo
elemento: san Esteban ve anunciada, en la historia de la relación de
amor entre Dios y el hombre, la figura y la misión de Jesús. Él —el Hijo
de Dios— es el templo «no construido con manos humanas»
en el que la presencia de Dios Padre se ha hecho tan cercana que ha
entrado en nuestra carne humana para llevarnos a Dios, para abrirnos las
puertas del cielo. Nuestra oración, por consiguiente, debe ser
contemplación de Jesús a la derecha de Dios, de Jesús como Señor de
nuestra existencia diaria, de mi existencia diaria. En él, bajo la guía
del Espíritu Santo, también nosotros podemos dirigirnos a Dios, tomar
contacto real con Dios, con la confianza y el abandono de los hijos que
se dirigen a un Padre que los ama de modo infinito. Gracias.
(...)
El subrayado es nuestro.
Audiencia General , Miércoles 2 de mayo de 2012.
http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/audiences/2012/documents/hf_ben-xvi_aud_20120502_sp.html
Anteriores Audiencias :
http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/audiences/2012/index_sp.htm
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