Este es un espacio de catequesis en el que encontrarás enseñanzas, noticias, mensajes, y reflexiones que te permitirán conocer la verdadera doctrina y te serán útiles en tu camino de fe.


¡¡¡Gracias por tu visita!!!

15 de agosto de 2012

María dijo: "Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava.

Del Santo Evangelio según San Lucas 1,39-56
En aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludo a Isabel. En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito: "¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá." 

María dijo: "Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia -como lo había prometido a nuestros padres- en favor de Abrahán y su descendencia para siempre." María se quedó con Isabel unos tres meses y después volvió a su casa. (Aciprensa.com)

Comentario:

En la primera parte del evangelio de hoy resuenan las palabras de Isabel, “Bendita tú entre las mujeres”, precedidas por que María deja Nazaret, situada al norte de la Palestina, para dirigirse al sur, a casi ciento cincuenta kilómetros, a una localidad que la tradición identifica con la actual Ain Karen, poco lejana de Jerusalén.

María se puso en camino y fue aprisa a la montaña. Lanzada sobre el sendero de la caridad, María  se mueve para llevar ayuda a su anciana prima. El dirigirse de María a Isabel es acentuado por el añadido “ de prisa” que San Ambrosio interpreta así: ¨María se puso de prisa en camino hacia la montaña, no porque fuese incrédula a la profecía o incierta del anuncio o dudase de la prueba, sino porque estaba contenta de la promesa y deseosa de cumplir devotamente un servicio, con el ánimo que le venía del íntimo gozo…La gracia del Espíritu Santo no comporta lentitud”. El lector, sin embargo, sabe que el verdadero motivo del viaje no está indicado, pero se lo puede figurar a través de las informaciones tomadas del contexto. 

El ángel había comunicado a María el embarazo de Isabel, ya en el sexto mes (cfr. v.37). Además el hecho de que ella se quedase tres meses (cfr. v.56), justo el tiempo que faltaba para nacer el niño, permite creer que María quería llevar ayuda a su prima. María corre y va a donde le llama la urgencia de una ayuda, de una necesidad, demostrando, así, una finísima sensibilidad y concreta disponibilidad. Junto con María, llevado en su seno, Jesús se mueve con la Madre. 

Entró en casa de Zacarías y saludo a Isabel. Apenas María entra en casa y saluda a Isabel, el pequeño Juan da un salto. Según algunos el salto no es comparable con el acomodarse del feto, experimentado por las mujeres que están encinta. Lucas usa un verbo griego particular que significa propiamente “saltar”. Queriendo interpretar el verbo, un poco más libremente, se le puede traducir por “danzar”, excluyendo así la acepción de un fenómeno sólo físico.

Algunos piensan que esta “danza”, se pudiera considerar como una especie de “homenaje” que Juan rinde a Jesús, inaugurando, aunque todavía no nacido, aquel comportamiento de respeto y de subordinación que caracterizará toda su vida: “Después de mí viene uno que es más fuerte que yo y al cuál no soy digno de desatar las correas de sus sandalias” (Mc 1,7). Un día el mismo Juan testimoniará: “Quien tiene a la esposa es el esposo; pero el amigo del esposo que está presente y lo escucha, salta de gozo a la voz del esposo, pues así este mi gozo es cumplido. Él debe crecer y yo por el contrario disminuir” (Jn 3,29-30). Así lo comenta san Ambrosio: “ Isabel oyó antes la voz, pero Juan percibió antes la gracia”. Una confirmación de esta interpretación la encontramos en las mismas palabras de Isabel que, tomando en el v. 44 el mismo verbo ya usado en el v. 41, precisa: “Ha saltado de gozo en mi seno” .

Se llenó Isabel del Espíritu Santo. El misterio de la divina maternidad llega a convertirse en un hecho conocido, objeto de aprecio y de alabanza. Las palabras de Isabel “¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿A qué debo que la madre de mi Señor venga a mí?” (vv. 42-43). Diciendo “entre las mujeres”, el evangelista quiere atraer la atención del lector sobre la función de María: ser la “;Madre del Señor”. Y por tanto a ella se le reserva una bendición (“bendita tú”) y dichosa beatitud. 

¿En qué consiste esta última? Expresa la adhesión de María a la voluntad divina. María es persona que sabe aceptar y adherirse a la voluntad de Dios. María es una criatura que cree, porque se ha fiado de una palabra desnuda y que ella la ha revestido con un “sí” de amor. Ahora Isabel le reconoce este servicio de amor, identificándola “bendita como madre y dichosa como creyente”. 

Mientras tanto, Juan percibe la presencia de su Señor y salta, expresando con este movimiento interior el gozo que brota de aquel contacto de de salvación. De tal suceso se hará intérprete María en el canto del Magnificat.

María dijo: "Proclama mi alma…¨ Un canto de amor, el Magnificat. En este canto María se considera parte de los anawim, de los “pobres de Dios”, de aquéllos que ”temen a Dios”, poniendo en Él toda su confianza y esperanza y que en el plano humano no gozan de ningún derecho o prestigio. La espiritualidad de los anawin puede ser sintetizada por las palabras del salmo 37,79: “Está delante de Dios en silencio y espera en Él”, porque “aquéllos que esperan en el Señor poseerán la tierra”. 

En el Salmo 86,6, el que ora, dirigiéndose a Dios, dice: “Da a tu siervo tu fuerza”: aquí el término “siervo” expresa el estar sometido, como también el sentimiento de pertenencia a Dios, de sentirse seguro junto a Él. 

Los pobres, en el sentido estrictamente bíblico, son aquéllos que ponen en Dios una confianza incondicionada; por esto han de ser considerados como la parte mejor, cualitativa, del pueblo de Israel. Los orgullosos, por el contrario, son los que ponen toda su confianza en sí mismos. 

Ahora, según el Magnificat, los pobres tienen muchísimos motivos para alegrarse, porque Dios glorifica a los anawim (Sal 149,4) y desprecia a los orgullosos. En definitiva María celebra todo lo que Dios ha obrado en ella y cuanto obra en el creyente. Gozo y gratitud caracterizan este himno de salvación, que reconoce grande a Dios, pero que también hace grande a quien lo canta. 

La edición y el subrayado son nuestros  

Tomado del Sitio oficial de los carmelitas


En este día, descubramos las virtudes de María, como reflejo de la santidad de su hijo, por que cómo es la madre es el Hijo, y como es el Hijo es la madre.

Que la misericordia y la confianza en el Señor, no les falte.

Gracias

No hay comentarios: