Domingo 8 del Tiempo Ordinario
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Nadie puede estar al servicio de dos amos. Porque despreciará a uno y querrá al otro; o, al contrario, se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero. Por eso os digo: No estéis agobiados por la vida, pensando qué vais a comer o beber, ni por el cuerpo, pensando con qué os vais a vestir. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo que el vestido? Mirad a los pájaros: ni siembran, ni siegan, ni almacenan y, sin embargo, vuestro Padre celestial los alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellos?¿Quién de vosotros, a fuerza de agobiarse, podrá añadir una hora al tiempo de su vida? ¿Por qué os agobiáis por el vestido? Fijaos cómo crecen los lirios del campo: ni trabajan ni hilan. Y os digo que ni Salomón, en todo su fasto, estaba vestido como uno de ellos. Pues, si a la hierba, que hoy está en el campo y mañana se quema en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más por vosotros, gente de poca fe? No andéis agobiados, pensando qué vais a comer, o qué vais a beber, o con qué os vais a vestir. Los gentiles se afanan por esas cosas. Ya sabe vuestro Padre del cielo que tenéis necesidad de todo eso. Sobre todo buscad el reino de Dios y su justicia; lo demás se os dará por añadidura. Por tanto, no os agobiéis por el mañana, porque el mañana traerá su propio agobio. A cada día le bastan sus disgustos."(Aciprensa.com)
Comentario:
El pasaje propuesto para nuestra reflexión, tomado del capítulo sexto del Evangelio de Mateo, se incluye en el contexto del sermón de la montaña de Jesús (Mt 5,1 – 7,12).
Dicho sermón comprende:
- las bienaventuranzas (5,1-12);
- seis antítesis o argumentos que confrontan la antigua ley con la nueva de Jesús (5,21-48).
Ciertamente, la finalidad de tales argumentos no es oponer el Nuevo Testamento al Antiguo, sino que va más a fondo, a la raíz de los mandamientos que regulan el comportamiento externo. De hecho Jesús no vino a abolir sin o a perfeccionar la ley (5,17-20);
- la enseñanza de Jesús referente a tres actos de piedad: la oración (incluyendo la oración del Padre Nuestro), la limosna y el ayuno (6,1-18). El estilo literario es similar al usado en las seis antítesis;
- la reagrupación de otras enseñanzas sin una estructura particular (6,19-7,12).
Nuestro texto empieza con el versículo 24 que insiste en el tema de la adhesión total al proyecto de vida propuesto por las enseñanzas del Maestro. Adherirse a este proyecto significa amar a un solo señor, Dios, y dedicarse sólo a él. “Ninguno puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se entregará a uno y despreciará al otro”. Los dos polos, aborrecer/amar, entrega/desprecio, recuerdan al Deuteronomio que busca regular los casos de poligamia, en los que puede suceder que uno tenga “dos mujeres, una amada y la otra no” (cf. Dt 21,15-17). El Génesis y el Libro Primero de Samuel refieren el caso de Jacob con Raquel y Lía por una parte, y el de Elcaná con Ana y Peninná, por otra (Gn 29,30-31); 1 Sm 1,2-8). San Pablo también habla del corazón dividido en el servicio del Señor (1 Co 7,7-34). Este Señor no anula al que se le somete. Él es Padre y conoce nuestras necesidades. Y en la oración del Padre Nuestro Jesús nos invita a pedir al Padre que nos provea del pan de cada día (6,11).
Dedicarse a Dios comporta, pues, abandonarse en sus manos paternas y providentes. El Dios compasivo, que cuida la hierba del campo y provee de alimento a las aves, cuida también de nosotros, nos asegura Jesús: “si a la hierba del campo, que hoy es y mañana se echa al horno, Dios así la viste, ¿no lo hará mucho más con vosotros…?” (V. 30). El obstáculo de las riquezas se explica por el hecho de que en hebreo y en arameo el término mammona se usaba para referirse al hecho de confiar en las cosas materiales. De hecho, Jesús pide al joven rico un abandono confiado, renunciando a la seguridad personal de los bienes materiales, para poder seguir libremente al Maestro (Mc 10,17-31; Mt 19,16-30).
Jesús pretende hacer entender que sólo Dios es digno de nuestra confianza y de nuestro abandono filial. Recordamos al respecto las advertencias de Jesús sobre el peligro de las riquezas en relación con su venida (cf. Lc 16,19-30; 17,22-37; 18,24-27 y los textos paralelos). El afán por las cosas materiales hace que perdamos las cosas más importantes (Lc 10,38-42) y nos llena de una inquietud vana.
Dicho sermón comprende:
- las bienaventuranzas (5,1-12);
- seis antítesis o argumentos que confrontan la antigua ley con la nueva de Jesús (5,21-48).
Ciertamente, la finalidad de tales argumentos no es oponer el Nuevo Testamento al Antiguo, sino que va más a fondo, a la raíz de los mandamientos que regulan el comportamiento externo. De hecho Jesús no vino a abolir sin o a perfeccionar la ley (5,17-20);
- la enseñanza de Jesús referente a tres actos de piedad: la oración (incluyendo la oración del Padre Nuestro), la limosna y el ayuno (6,1-18). El estilo literario es similar al usado en las seis antítesis;
- la reagrupación de otras enseñanzas sin una estructura particular (6,19-7,12).
Nuestro texto empieza con el versículo 24 que insiste en el tema de la adhesión total al proyecto de vida propuesto por las enseñanzas del Maestro. Adherirse a este proyecto significa amar a un solo señor, Dios, y dedicarse sólo a él. “Ninguno puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se entregará a uno y despreciará al otro”. Los dos polos, aborrecer/amar, entrega/desprecio, recuerdan al Deuteronomio que busca regular los casos de poligamia, en los que puede suceder que uno tenga “dos mujeres, una amada y la otra no” (cf. Dt 21,15-17). El Génesis y el Libro Primero de Samuel refieren el caso de Jacob con Raquel y Lía por una parte, y el de Elcaná con Ana y Peninná, por otra (Gn 29,30-31); 1 Sm 1,2-8). San Pablo también habla del corazón dividido en el servicio del Señor (1 Co 7,7-34). Este Señor no anula al que se le somete. Él es Padre y conoce nuestras necesidades. Y en la oración del Padre Nuestro Jesús nos invita a pedir al Padre que nos provea del pan de cada día (6,11).
Dedicarse a Dios comporta, pues, abandonarse en sus manos paternas y providentes. El Dios compasivo, que cuida la hierba del campo y provee de alimento a las aves, cuida también de nosotros, nos asegura Jesús: “si a la hierba del campo, que hoy es y mañana se echa al horno, Dios así la viste, ¿no lo hará mucho más con vosotros…?” (V. 30). El obstáculo de las riquezas se explica por el hecho de que en hebreo y en arameo el término mammona se usaba para referirse al hecho de confiar en las cosas materiales. De hecho, Jesús pide al joven rico un abandono confiado, renunciando a la seguridad personal de los bienes materiales, para poder seguir libremente al Maestro (Mc 10,17-31; Mt 19,16-30).
Jesús pretende hacer entender que sólo Dios es digno de nuestra confianza y de nuestro abandono filial. Recordamos al respecto las advertencias de Jesús sobre el peligro de las riquezas en relación con su venida (cf. Lc 16,19-30; 17,22-37; 18,24-27 y los textos paralelos). El afán por las cosas materiales hace que perdamos las cosas más importantes (Lc 10,38-42) y nos llena de una inquietud vana.
Jesús se hizo semejante en todo a nosotros menos en el pecado. Él conoce la vida como nosotros y Él quiere ser nuestro descanso. Jesús sabe que el origen de nuestros pesares están en un corazón dividido. En lo profundo de nosotros, donde tomamos nuestras decisiones, en lo que nos movemos. Decidimos por amor a Dios o amor al dinero, a las comodidades, al poder, a nosotros mismos, nuestras metas, nuestros seres queridos. Jesús quiere que nuestra confianza en Él sea prioridad.
Que la misericordia y la confianza en el Señor no les falte.
Gracias
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