Del Santo Evangelio según san Mateo 5,13-16
Domingo 5 del Tiempo Ordinario
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente. Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa. Alumbre así vuestra luz a los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo.¨ (Aciprensa.com)
Comentario:
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Contexto literario. Los cuatro versículos del evangelio de este domingo (Mt 5,13-16) se encuentran entre las ocho bienaventuranzas (Mt 5,1-12) y la explicación de cómo hace falta entender la Ley transmitida por Moisés (Mt 5,17-19). Después viene la nueva lectura que Jesús hace de los mandamientos de la Ley de Dios (Mt 5,20-48). Jesús pide considerar la finalidad de la ley que según Él se contiene en estas palabras: “Sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial” (Mt 5,48) ¡Jesús nos pide imitar a Dios! A la raíz de esta nueva enseñanza de Jesús, se encuentra la nueva experiencia que Él tiene del Padre. Observando así la ley, seremos Sal de la tierra y Luz del mundo.
Contexto histórico. Muchos judíos convertidos continuaban siendo fieles a la observancia de la ley, como hacían desde la infancia. Pero ahora, habiendo aceptado a Jesús como Mesías, y siendo fieles al mismo tiempo a las enseñanzas recibidas de sus padres y de los rabinos, ellos estaban colocándose fuera de su pasado hebreo, eran expulsados de las sinagogas por los antiguos maestros y hasta por sus padres (Mt 10,21-22). Y hasta en la propia comunidad cristiana, sentían decir por los paganos convertidos, que la Ley de Moisés estaba superada y que no era necesario observarla. Se encontraban entre dos fuegos. De un lado, los antiguos maestros y compañeros que los excomulgaban. Por otro lado los nuevos compañeros que les criticaban. Todo esto causaba en ellos tensiones e inseguridades. La apertura de unos criticaba la cerrazón de los otros y viceversa.
Este conflicto generó una crisis que llevó a encerrarse cada uno en sus posiciones. Algunos querían seguir adelante, otros querían colocar la luz bajo la mesa. Y muchos se preguntaban: “Pero en definitiva ¿Cuál es nuestra misión?”. Las parábolas de la sal y de la luz nos ayudan a reflexionar sobre la misión.
Mateo 5,13: La parábola de la sal
Este conflicto generó una crisis que llevó a encerrarse cada uno en sus posiciones. Algunos querían seguir adelante, otros querían colocar la luz bajo la mesa. Y muchos se preguntaban: “Pero en definitiva ¿Cuál es nuestra misión?”. Las parábolas de la sal y de la luz nos ayudan a reflexionar sobre la misión.
Mateo 5,13: La parábola de la sal
Usando imágenes de la vida cotidiana, con palabras sencillas y directas, Jesús hace saber cuál es la misión y la razón de ser de la Comunidad: ¡ser sal! En aquel tiempo, con el caldo que se hacía, la gente y los animales tenían necesidad de tomar mucha sal. La sal se expendía por los vendedores en grandes bloques y estos bloques se colocaban en la plaza para poder ser consumidos por la gente. La sal que quedaba caía a tierra, no servía ya para nada y era pisado por todos. Jesús evoca este uso para aclarar a los discípulos la misión que deben realizar. Sin sal no se podía vivir, pero lo que restaba de la sal no servía para nada.
Mateo 5,14-16: La parábola de la luz
La comparación es obvia. Nadie enciende un candelabro para colocarlo bajo un celemín. Una ciudad puesta en lo alto de un monte no consigue permanecer oculta. La comunidad debe ser luz, debe iluminar. No debe tener miedo de mostrar el bien que hace. No lo hace para ser vista, pero lo que hace, puede y debe ser visto. La sal no existe para sí. La luz no existe para sí. Así debe ser una comunidad: no puede encerrase en sí misma.
Mateo 5,14-16: La parábola de la luz
La comparación es obvia. Nadie enciende un candelabro para colocarlo bajo un celemín. Una ciudad puesta en lo alto de un monte no consigue permanecer oculta. La comunidad debe ser luz, debe iluminar. No debe tener miedo de mostrar el bien que hace. No lo hace para ser vista, pero lo que hace, puede y debe ser visto. La sal no existe para sí. La luz no existe para sí. Así debe ser una comunidad: no puede encerrase en sí misma.
Recordemos, que al cumplir los mandamientos, imitaremos la perfección de Dios y seremos Luz y Sal para otros. Como cristianos, no pretendemos ser vistos por nosotros mismos sino que al obrar en nuestra vida se muestre la bondad y la Gloria de Dios en lo que hacemos.
Que la misericordia y la confianza en el Señor no les falte.
Gracias
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