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14 de junio de 2019
25 de noviembre de 2012
"Mi reino no es de este mundo¨
Del Santo Evangelio según San Juan 18, 33b-37
Solemnidad de Jesucristo Rey del universo
En aquel tiempo, dijo Pilato a Jesús: "¿Eres tú el rey de los judíos?" Jesús le contestó: "¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?" Pilato replicó: "¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí; ¿qué has hecho?" Jesús le contestó:"Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí." Pilato le dijo: "Conque, ¿tú eres rey?" Jesús le contestó: "Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo; para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz". (Aciprensa.com)
Comentario:
Comentario:
Jesús, el Rey atado y entregado
La “entrega del Cristo” , a través de las páginas de la Escritura, parece que es el mismo Padre quien entrega a su Hijo Jesús, como un don para todos y para siempre. Leo en Rom. 8, 32: “ Dios, que no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos ha de dar con Él todas las cosas?” Al mismo tiempo, sin embargo, veo que es Jesús mismo, en la suprema libertad de su amor, en la más íntima fusión con la voluntad del Padre, quien se entrega por nosotros, quien ofrece su vida; dice San Pablo: “Cristo nos ha amado y se ha entregado a sí mismo por nosotros”.(Ef 5, 2. 25), pero me acuerdo también de estas palabras de Jesús: “ Yo ofrezco mi vida por las ovejas; ninguno me la quita, sino que yo la ofrezco por mi mismo” (Jn 10,18). Por tanto, más allá y antes de toda otra entrega, está esta entrega voluntaria, que es solamente entrega de amor y de donación.
En los relatos evangélicos aparece enseguida la entrega malvada por parte de Judas, llamado por esto el traidor, o sea, el entregador, el que dice a los sumos sacerdotes: “ ¿Cuánto queréis darme para que os lo entregue?” (Mt 26, 15); ver también Jn 12, 4; 18, 2.5. Después son los Judíos los que entregan Jesús a Pilato: “Si no fuese un malhechor no te lo hubiéramos entregado” (Jn 18, 30. 35) y Pilato representa a los gentiles, como Él había ya anunciado: “El Hijo del Hombre.... será entregado a los paganos” (Mc 10, 33). Finalmente Pilato lo entrega de nuevo a los judíos, para que sea crucificado (Jn 19, 16). Contemplo todos esto pasajes, observo a mi rey atado, encadenado, como nos hace notar el evangelista Juan tanto en 18, 12 como en 18, 24; me pongo de rodillas, me postro delante de Él y pido al Señor que me sea dado el valor de seguir estos pasajes dramáticos, pero maravillosos, que son como un único canto de amor de Jesús para nosotros, su Sí repetido hasta el infinito para nuestra salvación. El Evangelio me acompaña dulcemente dentro de esta noche única, en la cual Jesús es entregado por mí, como Pan, como Vida hecha carne, como amor compartido en todo. “El Señor Jesús, en la noche en que iba a ser entregado, tomó el pan y dijo: "Esto es mi cuerpo, que se da por vosotros" (1 Cor 11, 23). Y entonces comprendo que para mí la felicidad, está escondida también dentro de estas cadenas, estas ataduras, con Jesús, con el gran Rey y está escondida en estos continuos pasajes, de entrega en entrega, a la voluntad al amor de mi Padre.
Jesús, el Rey Mesías
En los relatos evangélicos aparece enseguida la entrega malvada por parte de Judas, llamado por esto el traidor, o sea, el entregador, el que dice a los sumos sacerdotes: “ ¿Cuánto queréis darme para que os lo entregue?” (Mt 26, 15); ver también Jn 12, 4; 18, 2.5. Después son los Judíos los que entregan Jesús a Pilato: “Si no fuese un malhechor no te lo hubiéramos entregado” (Jn 18, 30. 35) y Pilato representa a los gentiles, como Él había ya anunciado: “El Hijo del Hombre.... será entregado a los paganos” (Mc 10, 33). Finalmente Pilato lo entrega de nuevo a los judíos, para que sea crucificado (Jn 19, 16). Contemplo todos esto pasajes, observo a mi rey atado, encadenado, como nos hace notar el evangelista Juan tanto en 18, 12 como en 18, 24; me pongo de rodillas, me postro delante de Él y pido al Señor que me sea dado el valor de seguir estos pasajes dramáticos, pero maravillosos, que son como un único canto de amor de Jesús para nosotros, su Sí repetido hasta el infinito para nuestra salvación. El Evangelio me acompaña dulcemente dentro de esta noche única, en la cual Jesús es entregado por mí, como Pan, como Vida hecha carne, como amor compartido en todo. “El Señor Jesús, en la noche en que iba a ser entregado, tomó el pan y dijo: "Esto es mi cuerpo, que se da por vosotros" (1 Cor 11, 23). Y entonces comprendo que para mí la felicidad, está escondida también dentro de estas cadenas, estas ataduras, con Jesús, con el gran Rey y está escondida en estos continuos pasajes, de entrega en entrega, a la voluntad al amor de mi Padre.
Jesús, el Rey Mesías
“Rey de los Judíos” es una fórmula usada con gran riqueza de significado por el pueblo hebreo y reúne en sí el fundamento, el núcleo de la fe y de la esperanza de Israel.: significa claramente el Mesías. Jesús es interrogado y juzgado en lo que mira a si es o no es el Mesías. Jesús es el Mesías del Señor, su Ungido, su Consagrado, es el Siervo, enviado al mundo precisamente para esto, para realizar en Sí en su persona y en su vida, todas las palabras dichas por los profetas por la ley y por los salmos de Él. Palabras de persecución, de sufrimiento, de llanto, heridas y sangre, palabras de muerte por Jesús, por el Ungido del Señor, que es nuestro respiro, aquél a la sombra del cual viviremos entre las naciones, como dice el Profeta Jeremías (Lam 4, 20). Palabras que hablan de asechanzas, de insurrecciones, conjuras, (Sal 2,2), lazos. Lo vemos desfigurado, como varón de dolores; tan irreconocible, si no es sólo por parte de aquel amor, que como Él, bien conoce el padecer. “¡Sepa pues con certeza toda la casa de Israel que Dios ha constituido Señor y Cristo a Jesús a quien vosotros habéis crucificado!” (Ac 2, 36). Sí, es un rey atado, el mío, un rey entregado, arrojado fuera, despreciado; es un rey ungido para la batalla, pero ungido para perder, para ser sacrificado, para ser crucificado, inmolado como un cordero. Este es el Mesías: el rey que tiene como trono la cruz, como púrpura su sangre derramada, como palacio el corazón de los hombres, pobres como Él, pero hechos ricos y consolados por una continua resurrección. Estos son nuestros tiempos, los tiempos de la consolación por parte del Señor, en los cuales el envía incesantemente al Señor Jesús, al que nos ha destinado como Mesías.
Jesús Rey mártir
Jesús Rey mártir
“He venido para dar testimonio de la verdad”, dice Jesús, usando un término muy fuerte, que contiene en sí el significado de martirio, en griego. El testigo es un mártir, el que afirma con la vida, con la sangre, con todo lo que es y lo que tiene, la verdad en la cree. Jesús atestigua la verdad, que es la palabra del Padre (Jn 17,17) y por esta palabra Él da la vida. Vida por vida, palabra por palabra, amor por amor. Jesús es el Amén, el Testigo fiel y veraz, el Principio de la creación de Dios (Ap 3,14); en Él existe sólo el Sí, por siempre y desde siempre y en este Sí, nos ofrece toda la verdad del Padre, de sí mismo, del Espíritu y en esta verdad, en esta luz, Él hace de nosotros su reino. “Cuantos confían en Él, conocerán la verdad; y aquellos que le son fieles a su amor vivirán junto a Él” (Sab 3, 18). No busco otras palabras, sino que permanezco solamente junto al Señor, sobre su seno, como Juan, en aquella noche; así Él se convierte en mi respiro, mi mirada, mi sí, dicho al Padre, dicho a los hermanos, como testimonio de amor. Él es fiel, Él está presente, Él es la verdad que yo escucho y de la cual me dejo sólo transformar.
La edición y el subrayado son nuestros
Tomado del Sitio Oficial de los Carmelitas
Que la misericordia y la confianza en el Señor no les falte.
Gracias

La edición y el subrayado son nuestros
Tomado del Sitio Oficial de los Carmelitas
En
este día, descubramos que Cristo, es el Rey entregado por amor a nosotros y al Padre, el Rey ungido mesías que es sacrificado para salvarnos de la muerte y del pecado, y el Rey martir, que es testigo de la verdad y que da su vida por ella.
Que la misericordia y la confianza en el Señor no les falte.
Gracias
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27 de octubre de 2012
"Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto. Si no, el año que viene la cortarás"
En aquella ocasión se presentaron algunos a contar a Jesús lo de los galileos, cuya sangre vertió Pilato con la de los sacrificios que ofrecían. Jesús les contestó: "¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que los demás galileos porque acabaron así? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis lo mismo. Y aquellos dieciocho que murieron aplastados por la torre de Siloé, ¿pensáis que eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Os digo que no. Y, si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera".
Y les dijo esta parábola: "Uno tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró. Dijo entonces al viñador: "Ya ves: tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a ocupar terreno en balde?" Pero el viñador contestó: "Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto. Si no, el año que viene la cortarás"". (Aciprensa.com)
Comentario:
El evangelio de hoy nos proporciona informaciones que encontramos sólo en el evangelio de Lucas y no tienen pasajes paralelos en otros evangelios. Estamos meditando el largo caminar de Jesús, desde Galilea hasta Jerusalén, que ocupa casi la mitad del evangelio de Lucas, desde el capítulo 9 hasta el capítulo 19 (Lc 9,51 a 19,28). Es aquí donde Lucas coloca la mayor parte de la información que tiene sobre la vida y la enseñanza de Jesús (Lc 1,1-4).
• Lucas 13,1: El acontecimiento que pide una explicación. “En aquel mismo momento llegaron algunos que le contaron lo de los galileos, cuya sangre había mezclado Pilatos con la de sus sacrificios.”. Cuando leemos los periódicos o cuando asistimos al noticiario en la TV, recibimos muchas informaciones, pero no siempre evaluamos todo su significado. Escuchamos todo, pero no sabemos bien qué hacer con tantas informaciones y noticias. Noticias terribles como el tsunami, el terrorismo, las guerras, el hambre, la violencia, el crimen, los atentados, etc. Así fueron a llevar a Jesús la noticia de la terrible masacre que Pilatos, gobernador romano, hizo con algunos peregrinos samaritanos. Noticias así nos incomodan. Nos derriban: ¿Qué puedo hacer?” Para apaciguar la conciencia, muchos se defienden y dicen: “¡Es su culpa! ¡No trabajan! ¡Es gente llena de prejuicios!” En tiempo de Jesús, la gente se defendía diciendo: “¡Es un castigo de Dios por sus pecados!” (Jn 9,2-3). Desde hace siglos se enseñaba: “Los samaritanos no valen. ¡Siguen una religión equivocada!” (2Re 17,24-41)!
• Lucas 13,2-3: La respuesta de Jesús. Jesús tiene otra opinión. "¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que todos los demás galileos, porque han padecido estas cosas? No, os lo aseguro; y si no os convertís, todos pereceréis del mismo modo”. Jesús ayuda a las personas a leer los hechos con otros ojos y a sacar una conclusión para su vida. Dice que no fue castigo de Dios. Por el contrario: “Y si no os convertís, todos pereceréis del mismo modo” y procura alertar hacia la conversión y el cambio.
• Lucas 13,4-5: Jesús comenta otro hecho. “O aquellos dieciocho sobre los que se desplomó la torre de Siloé y los mató, ¿pensáis que eran más culpables que los demás hombres que habitaban en Jerusalén?” Debe haber sido un desastre muy comentado en la ciudad. Una tormenta derribó la torre de Siloé y mató a dieciocho personas que se estaban abrigando debajo. El comentario normal era: “¡Castigo de Dios!” Jesús repite: “No, os lo aseguro; y si no os convertís, todos pereceréis del mismo modo ". Ellos no se convirtieron, no cambiaron, y cuarenta años después Jerusalén fue destruida y mucha gente murió asesinada en el Templo como los samaritanos, y mucha más murió debajo de los escombros de las murallas de la ciudad. Jesús trató de prevenir, pero no escucharon la petición de paz: “¡Jerusalén! ¡Jerusalén!” (Lc 13,34). Jesús enseña a descubrir las llamadas que vienen de los acontecimientos de la vida de cada día.
• Lucas 13,6-9: Una parábola para que la gente piense y descubra el proyecto de Dios. " Les dijo esta parábola: «Un hombre tenía plantada una higuera en su viña, fue a buscar fruto en ella y no lo encontró. Dijo entonces al viñador: `Ya hace tres años que vengo a buscar fruto en esta higuera y no lo encuentro. Córtala; ¿Para qué ha de ocupar el terreno estérilmente?' Pero él le respondió: `Señor, déjala por este año todavía y mientras tanto cavaré a su alrededor y echaré abono, por si da fruto en adelante; y si no da, la cortas.” Muchas veces la viña es usada tanto para indicar el cariño que Dios tiene hacia su pueblo o como falta de correspondencia de parte de la gente hacia el amor de Dios (Is 5,1-7; 27,2-5; Jr 2,21; 8,13; Ez 19,10-14; Os 10,1-8; Mq 7,1; Jn 15,1-6). En la parábola, el dueño de la viña es Dios Padre. El agricultor que intercede por la viña es Jesús. Insiste con el Padre para alargar el espacio de la conversión.

La edición y el subrayado son nuestros
Tomado del Sitio Oficial de los Carmelitas
Dios no manda las pruebas¨Que nadie diga en el momento de la prueba: «Dios me manda la prueba.» Porque Dios está a salvo de todo mal y tampoco manda pruebas a ninguno.Cada uno es tentado por su propio deseo, que lo arrastra y lo seduce; el deseo concibe y da a luz al pecado; el pecado crece y, al final, engendra la muerte.
Hermanos muy queridos, no se equivoquen: son las cosas buenas y los dones perfectos los que proceden de lo alto y descienden del Padre que es luz; allí no retornan las noches ni pasan las sombras.¨ (St, 1-13-17)
Dios no manda las pruebas¨Que nadie diga en el momento de la prueba: «Dios me manda la prueba.» Porque Dios está a salvo de todo mal y tampoco manda pruebas a ninguno.Cada uno es tentado por su propio deseo, que lo arrastra y lo seduce; el deseo concibe y da a luz al pecado; el pecado crece y, al final, engendra la muerte.
Hermanos muy queridos, no se equivoquen: son las cosas buenas y los dones perfectos los que proceden de lo alto y descienden del Padre que es luz; allí no retornan las noches ni pasan las sombras.¨ (St, 1-13-17)
En este día, descubramos como es el Señor con nosotros que a pesar de nuestras desobediencias y pecados no prevalece su justicia sino su misericordia.
Que la misericordia y la confianza en el Señor no les falte.
Gracias.
Gracias.
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