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13 de mayo de 2009

El verdadero Secreto de Fátima

(...)

«Hemos visto al lado izquierdo de Nuestra Señora, un poco más en lo alto, a un Ángel con una espada de fuego en la mano izquierda; centelleando emitía llamas que parecía iban a incendiar el mundo; pero se apagaban al contacto con el esplendor que Nuestra Señora irradiaba con su mano derecha dirigida hacia él; el Ángel señalando la tierra con su mano derecha, dijo con fuerte voz: “¡Penitencia, penitencia, penitencia!” Y vimos en una inmensa luz qué es Dios (…) a un Obispo vestido de Blanco (…) subir una montaña empinada, en cuya cumbre había una gran Cruz de maderos toscos, como si fueran de alcornoque con la corteza; (…) llegado a la cima del monte, postrado de rodillas a los pies de la gran Cruz, fue muerto por un grupo de soldados que le dispararon varios tiros de arma de fuego y flechas; y del mismo modo murieron unos tras otros los obispos sacerdotes, religiosos y religiosas y diversas personas seglares, hombres y mujeres de diversas clases y posiciones».

El sentido de la visión no es el de mostrar una película sobre el futuro ya fijado de forma irremediable; es exactamente el contrario: movilizar las fuerzas del cambio hacia el bien. En estas imágenes el Cardenal Ratzinger encontró representada la historia de todo el siglo XX. Siglo de mártires, de sufrimiento y de persecución; siglo de guerras mundiales. En este “vía crucis” del siglo la figura del Papa adquiere un papel especial. Desde Pío X hasta Juan Pablo II, todos los Papas han compartido los dolores de este mundo. Pero en la visión el Papa muere...


¿No podía el Santo Padre, después del atentado del 13 de mayo de 1981, reconocer en el tercer secreto su propio destino? Había estado muy cerca de las puertas de la muerte, pero él mismo explicó porqué se salvó: «Fue una mano materna la que guió la trayectoria de la bala y el Papa agonizante se detuvo ante el umbral de la muerte».


La visión se concluye con unos ángeles que recogen de la cruz la sangre de los mártires. Con ella riegan las almas que se acercan a Dios. De esta forma, se entiende que todo sufrimiento es útil. A pesar de nuestros males, la Señora de Fátima nos recuerda que el destino puede cambiar. La fe, la penitencia y la oración son armas poderosísimas para transformar la historia. El mensaje de Fátima es una llamada de alerta, porque la meta última del hombre sigue siendo el cielo, su verdadera patria. Dios quiere que todos los hombres y mujeres se salven. Y esta sí que es una buena noticia.

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