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21 de junio de 2009

Después de la tormenta... llega la Verdadera Calma. (Domingo 12 del Tiempo Ordinario).

Job 38, 1. 8-11; Corintios 5, 14-17; Marcos 4, 35-40

(...)

A veces nuestro Salvador parece dormido, ausente, indiferente..., cuando sólo él puede salvarnos en medio de esa horrible tormenta. Jesús parecía dormir indiferente ante la angustia de los discípulos que esperaban lo peor: ser tragados por las olas. Y también el Padre parecía dormido ante los sufrimientos de su Hijo, cuando las fuerzas del mal se ensañaron contra él hasta asesinarlo. El mismo Jesús llegó a quejarse: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”

Pero la victoria del mal fue, es y será sólo temporal y aparente: el Padre le respondió a Jesús dándole la razón al devolverle la vida mediante la resurrección, que es la victoria total sobre las fuerzas del mal y sobre la muerte. Victoria total de Jesús y sus seguidores, y de todos los que, aunque no lo conozcan, lo imitan pasando por la vida haciendo el bien.

Vivir en medio de este mar tempestuoso exige valentía, fe, amor, esperanza, y optimismo indomable. Exige confiar ciegamente en la palabra infalible de Jesús: “No teman; yo he vencido el mal”. “No teman: yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo”. Sólo unidos a Cristo superamos las cobardías.

Es necesario el trato asiduo con Cristo resucitado presente, pues sólo él da sentido victorioso y pascual al sufrimiento, a las contradicciones y a la misma muerte. Sólo en la unión con él puede experimentarse su presencia amorosa y victoriosa, reconocer y apoyar su acción misteriosa como guía invencible de la Iglesia, de la humanidad y de la creación hacia su destino glorioso a través del calvario de las tormentas, con destino de resurrección y gloria eterna.

El naufragio total y definitivo sucedería si no vivimos la vida desde la fe en Jesús presente; si vamos tras otros salvadores en quienes ponemos más confianza que en él. “Quien se resiste a creer, ya se ha condenado a sí mismo”, nos advierte.

Es inútil, pues, perder el tiempo lamentado las crisis religiosas, las tragedias humanas, morales... Lo que procede es encender la luz de la fe, del amor y de las buenas obras frente a la oscuridad del mal, en lugar de quejarse.

No tenerlo en cuenta a Cristo, el único que puede salvarnos, o considerarlo responsable de la tormenta, sería una fatal necedad.

(...)

La Victoria de la Fe
P. Jesús Álvarez, SSP
Conferencia Episcopal Peruana.

Lun.: Gn 12, 1-9; Sal 32; Mt 7,1-5
Mar.: Gn 13, 2.5-18; Sal 14; Mt 7,6.12-14
Mié.: Is 49, 1-6; Sal 138; Hch 13, 22-26; Lc 1, 57-66.80
Jue.: Gn 16, 1-12.15-16; sal 105; Mt 7,21-29
Vie.: Gn 17, 1.9-10.15-22; Sal 127; Mt 8,1-4
Sáb.: Lm 2,2.10-14,18-19; Sal 73; Mt 8,5-17

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