"Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos"
En
aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Como el Padre me ha amado,
así os he amado yo; permaneced en mi amor. Si guardáis mis
mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los
mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Os he hablado de esto
para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a
plenitud. Éste es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os
he amado. Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus
amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. Ya no os
llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a
vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he
dado a conocer. No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo
quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y
vuestro fruto dure. De modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre os
lo dé. Esto os mando: que os améis unos a otros."
Meditación de Juan Pablo II
(...)
La caridad* constituye la esencia del «mandamiento» nuevo que enseñó Jesús. En
efecto, la caridad es el alma de todos los mandamientos, cuya
observancia es ulteriormente reafirmada, más aún, se convierte en la
demostración evidente del amor a Dios: «En esto consiste el amor a Dios:
en que guardemos sus mandamientos» (1 Jn 5, 3).
Este
amor, que es a la vez amor a Jesús, representa la condición para ser
amados por el Padre: «El que recibe mis mandamientos y los guarda, ése
es el que me ama; y el que me ame, será amado de mi Padre; y yo lo amaré
y me manifestaré a él» (Jn 14, 21).
El amor a
Dios, que resulta posible gracias al don del Espíritu, se funda, por
tanto, en la mediación de Jesús (...). Esta mediación se concreta sobre
todo en el don que él ha hecho de su vida, don que por una parte
testimonia el amor mayor y, por otra, exige la observancia de lo que
Jesús manda: «Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus
amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando» (Jn 15, 13-14).
La
caridad cristiana acude a esta fuente de amor, que es Jesús, el Hijo de
Dios entregado por nosotros. La capacidad de amar como Dios ama se
ofrece a todo cristiano como fruto del misterio pascual de muerte y
resurrección.
La Iglesia ha expresado esta sublime
realidad enseñando que la caridad es una virtud teologal, es decir, una
virtud que se refiere directamente a Dios y hace que las criaturas
humanas entren en el círculo del amor trinitario. En efecto, Dios Padre
nos ama como ama Cristo, viendo en nosotros su imagen. Esta, por decirlo
así, es dibujada en nosotros por el Espíritu Santo, que como un artista
de iconos la realiza en el tiempo.
(...)
Con
la fuerza del Espíritu Santo, la caridad anima la vida moral del
cristiano, orienta y refuerza todas las demás virtudes, las cuales
edifican en nosotros la estructura del hombre nuevo. Como dice el Catecismo de la Iglesia católica, «el ejercicio de todas las virtudes está animado e inspirado por la caridad. Esta es el vínculo de la perfección" (Col
3, 14); es la forma de las virtudes; las articula y las ordena entre
sí; es fuente y término de su práctica cristiana. La caridad asegura y
purifica nuestra facultad humana de amar. La eleva a la perfección
sobrenatural del amor divino» (n. 1827). Como cristianos, estamos
siempre llamados al amor.
Audiencia General 13 de Octubre de 1999
Véase en: http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/audiences/1999/documents/hf_jp-ii_aud_13101999_sp.html
* Caridad - no
significa ante todo el acto o el sentimiento benéfico, sino el don
espiritual, el amor de Dios que el Espíritu Santo infunde en el corazón
humano y que lleva a entregarse a su vez al mismo Dios y al prójimo. -Benedicto XVI, 25/9/2005 (http://www.corazones.org/diccionario/caridad.htm)
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