Autor: S.S Benedicto XVI
Queridos hermanos y hermanas:
En
la última catequesis hemos reflexionado sobre la oración en los Hechos
de los Apóstoles, hoy me gustaría empezar a hablar acerca de la oración
en las Cartas de San Pablo, el Apóstol de los gentiles. (...)
Un
primer elemento que el Apóstol nos quiere hacer entender es que la
oración no debe ser vista simplemente como una obra buena hecha por
nosotros a Dios, como una propia acción. Ésta es ante todo un don, fruto
de la presencia viva, vivificante del Padre y de Cristo Jesús en
nosotros. (...)
En la oración, nosotros experimentamos,
más que en otras dimensiones de la existencia, nuestra debilidad,
nuestra pobreza, nuestro ser criaturas, porque nos encontramos ante la
omnipotencia y la trascendencia de Dios. (...)
Crece
entonces en nosotros la necesidad de confiarnos y depender cada vez más a
Él; comprendemos que "no sabemos… cómo orar de manera conveniente"
(Rom. 8,26). Es el Espíritu Santo que ayuda esta nuestra incapacidad,
ilumina nuestra mente y calienta nuestros corazones, guiando nuestro
dirigirnos a Dios. Para san Pablo la oración es sobre todo obra del
Espíritu Santo en nuestra humanidad, para hacerse cargo de nuestra
debilidad y transformarnos de hombres vinculados a la realidad material
en hombres espirituales (...)
Con esta presencia del Espíritu
Santo se realiza nuestra unión con Cristo, ya que es el Espíritu del
Hijo de Dios, en el cual somos hijos. (...)
Ahora, me
gustaría destacar tres consecuencias en nuestra vida cristiana cuando
dejamos que obre en nosotros no el espíritu del mundo, sino el Espíritu
de Cristo como principio interior de todas nuestras acciones.
En
primer lugar, con la oración animada por el Espíritu se nos da la
posibilidad de abandonar y de superar toda forma de miedo o de
esclavitud, viviendo la auténtica libertad de los hijos de Dios. (...)
Ésta es la verdadera libertad, poder seguir el anhelo del bien, de la
verdadera alegría, de la comunión con Dios y no quedar oprimidos por las
circunstancias que nos conducen hacia direcciones distintas.
Una
segunda consecuencia, que se verifica en nuestras vidas, cuando dejamos
obrar en nosotros al Espíritu de Cristo, es que la misma relación con
Dios llega a ser tan profunda, que nunca se ve afectada por cualquier
hecho o situación. Entonces comprendemos que con la oración no quedamos
liberados de pruebas o de sufrimientos, sino que podemos vivirlos en
unión con Cristo, con sus sufrimientos, con la perspectiva de participar
también en su gloria (cf. Rm 8,17).(...)
Y la tercera
consecuencia es que la oración del creyente se abre también a las
dimensiones de la humanidad y de la creación entera, (…)De forma que me
libera y ayuda a redimir al mundo.
Queridos
hermanos y hermanas, san Pablo nos enseña que en nuestra oración,
tenemos que abrirnos a la presencia del Espíritu Santo, que ora en
nosotros con gemidos inefables, para llevarnos a adherirnos a Dios con
todo nuestro corazón y con todo nuestro ser. El Espíritu de Cristo se
vuelve la fuerza de nuestra oración "débil", la luz de nuestra oración,
"apagada", el fuego de nuestra oración "árida", donándonos la verdadera
libertad interior, enseñándonos a vivir afrontando las pruebas de la
existencia, con la certeza de que no estamos solos, y abriéndonos a los
horizontes de la humanidad y de la creación que "gime y sufre dolores de
parto " (Romanos 8, 22).
Gracias
(Traducción del italiano: Eduardo Rubió y Cecilia de Malak – Radio Vaticana)
El Subrayado es nuestro.
Audiencia General , Miércoles 16 de mayo de 2012.
Veáse completo en: http://www.radiovaticana.org/spa/Articolo.asp?c=588366
Anteriores Audiencias :http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/audiences/2012/index_sp.htm
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