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27 de junio de 2012

¨Por sus frutos los reconocerán¨.


Del Santo Evangelio según San Mateo 7, 15-20 
Tengan cuidado de los falsos profetas, que se presentan cubiertos con pieles de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los reconocerán. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los cardos? Así, todo árbol bueno produce frutos buenos y todo árbol malo produce frutos malos. Un árbol bueno no puede producir frutos malos, ni un árbol malo, producir frutos buenos. Al árbol que no produce frutos buenos se lo corta y se lo arroja al fuego. Por sus frutos, entonces, ustedes los reconocerán.


 Meditación de San Crisóstomo

¨Y cuando Cristo habla aquí de los pseudoprofetas, me parece que no se refiere a los herejes, [los que ignoran la Fe] sino a quienes con una vida y costumbres corrompidas, llevan apariencias de virtud, a los cuales muchos suelen llamar seductores y engañadores. Por lo cual añadió: ¨Por sus frutos los conoceréis¨. Entre los herejes con frecuencia los hay de vida intachable; pero entre estos otros, jamás los hay.

Dirás: -¡Bueno! Pero, si fingen costumbres inocentes ¿qué?-


Digo que fácilmente se los conocerá. Porque tal es la naturaleza de este camino por donde se nos manda entrar: dura y trabajosa. Y el hipócrita no querrá soportar el trabajo, sino únicamente fingirlo; y por lo mismo con facilidad se le descubre. Y al decir: ¨Pocos son los que la encuentran¨, distingue a éstos de los otros que no la han encontrado, pero lo simulan; y ordena no fijarse en esos que llevan por todas partes las apariencias, sino en los otros que de verdad y sinceramente la acometen.

Preguntarás tal vez: - ¿por qué no nos los descubrió él mismo, sino que nos dejó ese trabajo y nos impuso el cuidado de descubrirlos?- 

Pues para que vigilemos y estemos continuamente solícitos, porque tememos no sea que nos acometan no únicamente los enemigos descubiertos, sino además los que se ocultan. Indicando a éstos, decía Pablo: ¨Y con discursos suaves y engañosos seducen los corazones de los incautos¨ No nos turbemos, pues, por ver actualmente a muchos de esta clase, pues ya anteriormente Cristo lo predijo.

Advierte ahora su mansedumbre. Porque no dijo: ¨castigadlos¨, sino ¨ guardaos¨, para que no os hagan daño; para que no como incautos caigáis en sus redes. Y para que no alegues que de todos modos semejante género de hombres es irreconocible, de nuevo emplea una razón tomada de lo que sucede entre los hombres, diciendo: ¨¿Por ventura se cogen racimos de los espinos o higos de los abrojos? Todo árbol bueno da buenos frutos y todo árbol malo da malos frutos. No puede el árbol bueno dar malos frutos, ni el árbol malo frutos buenos. ¨ Lo que quiere decir que aquellos hombres nada tienen de manso y dulce. Sólo la piel llevan de oveja. Por lo mismo, con facilidad se los conoce.

Y para que no te quede la menor duda, compara las cosas que no pueden ser de otro modo con la naturaleza y sus leyes necesarias. Lo mismo decía Pablo: ¨ Porque el apetito de la carne es muerte, pero el apetito del espíritu es vida y paz.¨ Porque el apetito [deseo, motivo] de la carne es enemistad con Dios y no se sujeta ni puede sujetarse a la ley de Dios. Y el que añada Cristo lo segundo, no es superflua repetición de palabras. Pues a fin de que nadie dijera: ¨que el árbol malo da frutos malos pero también los da buenos¨; y que dándolos así dobles es difícil discriminarlo, dice que no van las cosas por ese camino. El árbol malo sólo da frutos malos; buenos, jamás. Lo mismo que al contrario.

Pero entonces:- ¿no hay hombres buenos que se hagan malos?- 


Sí ; y a la vez puede decirse lo contrario. El género humano está repleto de tales ejemplos. Pero no es eso lo que dice Cristo; no dice que un perverso no pueda cambiar, ni un bueno no caer. Sino que mientras el perverso persevere en su maldad, no dará frutos buenos.

Instarás:  -¿Cómo fue entonces que David, siendo hombre bueno, dio frutos malos?

No los dio siendo bueno, sino ya cambiado. Si hubiera permanecido perpetuamente tal como era, jamás habría dado aquellos frutos. Si se hubiera mantenido en el ámbito de la virtud, nunca se habría atrevido a cometer tales pecados. Decía Cristo esto para refrenar la boca de los que hablan impudentemente y acusan. Y como muchos estiman buenos a algunos de los malvados, dijo eso para quitarles toda excusa.

De modo que no puedes alegar que fuiste sorprendido y engañado; pues por las obras te dio exacta noticia, enseñándote a guiarte por las acciones y a no revolverlo todo. Y luego, pues había ordenado que no se vengaran de ellos, sino que sólo se apartaran, para consolar a quienes por tales perversos fueron dañados, y al mismo tiempo aterrorizar a los causantes del daño y volverlos al buen camino, decretó y estableció la pena que les impondría, diciendo: ¨ El árbol que no da buen fruto es cortado y arrojado al fuego.¨ Y atemperando un poco su lenguaje, concluye: ¨De manera que por sus frutos los conoceréis¨. 


Y para que no pareciera que sobre todo trataba de reducir al buen camino por medio de amenazas, parece querer conmover sus ánimos mediante la exhortación y el consejo.

Y aquí me parece que se refiere a los judíos, pues tales eran los frutos que producían. Y por esto trajo a la memoria lo que decía el Bautista y les describió el castigo con las mismas palabras de Juan. El Bautista les había dicho esas cosas, recordándoles la siega y el árbol que sería arrancado y arrojado al fuego inextinguible. Pareciera que sólo un castigo les impusiera, es decir el del fuego. Pero si cuidadosamente se considera, se trata de un doble castigo. Pues quien es cortado, en absoluto ha perdido el reino, y esta segunda pena es mucho mayor. Yo sé que muchos, al solo nombre de la Gehena [infierno], se llenan de terror; pero tengo por mucho mayor castigo que la Gehena el perder el reino de la gloria. Ni es cosa de admirarse que no pueda el discurso demostrarlo. Puesto que no conocemos la felicidad de aquellos bienes, para poder estimar la miseria de perderlos. Pablo, que bien la conocía, sabía que lo más grave de todo era perder la gracia; nosotros lo conoceremos allá cuando lo experimentemos.¨


Homilias sobre el Evangelio de San Mateo, Homilia XXIII (XXIV),   
San Crisóstomo
Véase en:   http://www.clerus.org/bibliaclerusonline/es/index3.htm

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