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1 de noviembre de 2012

¨Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo"

Del santo Evangelio según San Mateo 5,1-12a
 
 En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió a la montaña, se sentó, y se acercaron sus discípulos; y él se puso a hablar, enseñándoles: "Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados. Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra. Dichosos los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados. Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán los Hijos de Dios. Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Dichosos vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo". (Aciprensa.com)

Comentario:

La Palabra de Jesús sobre las Bienaventuranzas que Mateo recoge de sus fuentes, estaba condensada en breves y aisladas frases y el evangelista las ha colocado dentro de un discurso de más amplio respiro; es lo que los peritos de la Biblia llaman “ discurso de la montaña” (capítulos 5-7). Tal discurso viene considerado como el Estatuto o la Carta Magna que Jesús ha confiado a su comunidad como palabra normativa y vinculante para definirse cristiana.
 

Los varios temas de la palabra de Jesús contenidos en este largo discurso no son una suma o aglomerado de exhortaciones, sino más bien indican con claridad y radicalidad cual debe ser la nueva actitud que hay que tener con Dios, con nosotros mismos y con nuestros hermanos. 

Mateo prepara al lector a escuchar las bienaventuranzas pronunciadas por Jesús con una rica concentración de detalles particulares. Ante todo se indica el lugar en el cual Jesús pronuncia su discurso: “Jesús subió al monte” (5,1). Por este motivo los exegetas lo definen como el “sermón del monte” a diferencia de Lucas que lo inserta en el contexto de un lugar llano (Lc 6,20-26). La indicación geográfica “del monte” podría aludir veladamente a un episodio del AT muy semejante al nuestro: es cuando Moisés promulga el decálogo sobre el Monte Sinaí. No se excluye que Mateo intente presentar la figura Jesús, nuevo Moisés, que promulga la ley nueva. 

Otro particular que nos llama la atención es la posición física con la que Jesús pronuncia sus palabras: “se sentó”. Tal postura confiere a su persona una nota de autoridad en el momento de legislar. Lo rodean los discípulos y las “muchedumbres”: este particular intenta demostrar que Jesús al pronunciar tales palabras se ha dirigido a todos y que se deben considerar actuales para todo el que escucha. Hay que notar que el discurso de Jesús no presenta detalles de formas de vida imposibles, o que están dirigidas a un grupo de personas especiales o particulares, ni intenta fundar una ética exclusivamente para el interior. Las exigentes propuestas de Jesús son concretas, comprometidas y decididamente radicales.  

El término “beati” (en griego makarioi) en nuestro contexto no expresa un leguaje “plano” sino un verdadero y preciso grito de felicidad, difundidísimo en el mundo de la Biblia. En el AT, por ejemplo, se definen personas “felices” a aquellos que viven las indicaciones de la Sabiduría (Sir 25,7-10). El orante de los Salmos define “feliz” a quien teme, o más precisamente , a quien ama al Señor, expresándolo en la observancia de las indicaciones contenidas en la Palabra de Dios (Sal 1,1; 128,1). 

La originalidad de Mateo consiste en la unión de una frase secundaria que especifica cada bienaventuranza: por ejemplo, la afirmación principal “bienaventurados los pobres de espíritu” se ilustra con una frase añadida “porque de ellos es el reino de los cielos”. Otra diferencia respecto al AT: la de Jesús anuncian una felicidad que salva en el presente y sin limitaciones. Además, para Jesús, todos pueden acceder a la felicidad, a condición de que se esté unido a Él.

i)  “Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos”. El lector queda desorientado: ¿cómo es posible que los pobres puedan ser felices? El pobre en la Biblia es aquel que se vacía de si mismo y sobre todo renuncia a la presunción de construir su presente y futuro de modo autónomo, para dejar, por el contrario, más espacio y atención al proyecto de Dios y a su Palabra. El pobre, siempre en sentido bíblico, no es un hombre cerrado en sí mismo, miserable, sino que nutre una apertura a Dios y a los demás. Dios representa toda su riqueza. Podríamos decir con Santa Teresa de Ávila: felices son los que hacen la experiencia del “¡Sólo Dios basta!”, en el sentido de que son ricos de Dios.

Un gran autor espiritual de nuestro tiempo ha descrito así el sentido verdadero de la pobreza: “ Hasta que el hombre no vacía su corazón, Dios no puede rellenarlo de sí. En cuanto y en la medida que de todo vacíe su corazón, el Señor lo llena. La pobreza es el vacío, no sólo en lo referente al futuro, sino también en lo que se refiere al pasado. Ningún lamento o recuerdo, ninguna ansia o deseo. Dios no está en el pasado. Dios no está en el futuro. ¡Él es la presencia! Deja a Dios tu pasado, deja a Dios tu futuro. Tu pobreza es vivir en el acto que vives, la presencia pura de Dios que es la Eternidad” (Divo Barsotti) Es la primera bienaventuranza, no sólo porque da inicio a la serie, sino porque parece condensar las variedades específicas de las otras.

ii) ”Bienaventurados los mansos porque poseerán la tierra”.  ¿Cuál es el significado de “mansos” en la Biblia? Los mansos se perfilan como personas que gozan de una gran paz (Salmo 37,10), son considerados como felices, benditos, amados por Dios. Y al mismo tiempo son contrapuestos a los malvados, impíos, a los pecadores. De aquí que el AT presenta una riqueza de significados que no nos permiten una definición unívoca.

También Pablo recuerda la mansedumbre como una actitud específica del ser cristiano. En 2 Corintios 10,1 exhorta a los creyentes “por la benignidad y mansedumbre de Cristo”. En Gálatas 5,22 la mansedumbre es considerada un fruto del Espíritu Santo en el corazón de los creyentes y consiste en ser mansos, moderados, lentos para herir, dulces, pacientes con los demás. Y todavía en Efesios 4,32 y Colosenses 3,12 la mansedumbre es un comportamiento que deriva de ser cristiano y es una señal que caracteriza al hombre nuevo de Cristo.

Y finalmente, una indicación elocuente nos viene de la 1 Pedro 3,3-4: “ Vuestro ornato no ha de ser el exterior, cabellos rizados, ataviados con collares de oro o la compostura de los vestidos, tratad más bien de adornar el interior de vuestro corazón con un espíritu incorruptible lleno de mansedumbre y de paz que es lo precioso delante de Dios”. 

En el discurso de Jesús ¿qué significado tiene el término “mansos”? Verdaderamente iluminadora es la definición del hombre manso que nos ofrece el Card. Carlo Maria Martín: “ El hombre manso según las bienaventuranzas es aquel que, a pesar del ardor de sus sentimientos, permanece dúctil y libre, no posesivo, internamente libre, siempre sumamente respetuoso del misterio de la libertad, imitador en esto de Dios, que hace todo en el sumo respeto por el hombre, y mueve al hombre a la obediencia y al amor sin usar jamás la violencia. La mansedumbre se opone así a toda forma de prepotencia material y moral, es la victoria de la paz sobre la guerra, del diálogo sobre el atropello”.
 
A esta sabia interpretación se añade la de otro ilustre exegeta: “La mansedumbre de la que habla las bienaventuranzas no es otra cosa que aquel aspecto de humildad que se manifiesta en la afabilidad puesta en acto en las relaciones con el prójimo. Tal mansedumbre encuentra su ilustración y su perfecto modelo en la persona de Jesús, manso y humilde de corazón. En el fondo nos aparece como una forma de caridad, paciente y delicadamente atenta para con los demás”. (Jacques Dupont)


iii) “Bienaventurados los que lloran porque ellos serán consolados”.Se puede llorar por un gran dolor o sufrimiento. Tal estado de ánimo subraya que se trata de una situación grave, aunque no se indiquen los motivos para identificar la causa. Queriendo identificar hoy la identidad de estos “afligidos” se podría pensar en todos los cristianos que desean con vehemencia la llegada del Reino y sufren por tantas cosas negativas en la Iglesia; al contrario de preocuparse de la santidad, la Iglesia presenta divisiones y heridas. Pueden ser también aquellos que están afligidos por sus propios pecados e inconsistencias y que, en algún modo, vuelven al camino de la conversión. A estas personas sólo Dios puede llevarles la novedad de la “consolación”.

 La edición y el subrayado son nuestros
Tomado del Sitio Oficial de los Carmelitas

Las Bienaventuranzas en el Catecismo: 

1725 Las bienaventuranzas recogen y perfeccionan las promesas de Dios desde Abraham ordenándolas al Reino de los Cielos. Responden al deseo de felicidad que Dios ha puesto en el corazón del hombre.

 1726 Las bienaventuranzas nos enseñan el fin último al que Dios nos llama: el Reino, la visión de Dios, la participación en la naturaleza divina, la vida eterna, la filiación, el descanso en Dios.  

 1727 La bienaventuranza de la vida eterna es un don gratuito de Dios; es sobrenatural como la gracia que conduce a ella. 

1728 Las bienaventuranzas nos colocan ante elecciones decisivas respecto a los bienes terrenos; purifican nuestro corazón para enseñarnos a amar a Dios por encima de todo.  

1729 La bienaventuranza del Cielo determina los criterios de discernimiento en el uso de los bienes terrenos conforme a la Ley de Dios.


En este día, descubramos que las bienaventuranzas son ¨la escalera para llegar al cielo¨. 

Que la misericordia y la confianza en el Señor no les falte.

Gracias.


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