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24 de marzo de 2013

«Padre, si quieres, aparta de mí ese cáliz; pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya.»

Del Santo Evangelio según San Lucas 22,14 - 23,56
Domingo de Ramos 

La cena pascual
14 Cuando llegó la hora, se puso a la mesa con los apóstoles 15 y les dijo: «Con ansia he deseado comer esta Pascua con vosotros antes de padecer; 16 porque os digo que ya no la comeré más hasta que halle su cumplimiento en el Reino de Dios.»
17 Tomó luego una copa, dio gracias y dijo: «Tomad esto y repartidlo entre vosotros; 18 porque os digo que, a partir de este momento, no beberé del producto de la vid hasta que llegue el Reino de Dios.»
19 Tomó luego pan, dio gracias, lo partió y se lo dio diciendo: «Éste es mi cuerpo que se entrega por vosotros; haced esto en recuerdo mío.» 20 De igual modo, después de cenar, tomó la copa, diciendo: «Esta copa es la nueva Alianza en mi sangre, que se derrama por vosotros.
21 «Mirad, la mano del que me entrega está aquí conmigo sobre la mesa. 22 Porque el Hijo del hombre se marcha según está determinado. Pero, ¡ay de aquel por quien es entregado!» 23 Entonces se pusieron a discutir entre sí quién de ellos sería el que iba a hacer aquello.
24 Entre ellos hubo también un altercado sobre quién de ellos parecía ser el mayor. 25 Él les dijo: «Los reyes de las naciones las dominan como señores absolutos y los que ejercen el poder sobre ellas se hacen llamar bienhechores; 26 pero no así vosotros, sino que el mayor entre vosotros sea como el más joven y el que gobierna como el que sirve. 27 Porque, ¿quién es mayor, el que está a la mesa o el que sirve? ¿No es el que está a la mesa? Pues yo estoy en medio de vosotros como el que sirve.
28 «Vosotros sois los que habéis perseverado conmigo en mis pruebas; 29 yo, por mi parte, dispongo un Reino para vosotros, como mi Padre lo dispuso para mí, 30 para que comáis y bebáis a mi mesa en mi Reino y os sentéis sobre tronos para juzgar a las doce tribus de Israel.
31 «¡Simón, Simón! Mira que Satanás ha solicitado el poder cribaros como trigo; 32 pero yo he rogado por ti, para que tu fe no desfallezca. Y tú, cuando hayas vuelto, confirma a tus hermanos.» 33 Él dijo: «Señor, estoy dispuesto a ir contigo hasta la cárcel y la muerte.» 34 Pero él contestó: «Te digo, Pedro, que antes de que hoy cante el gallo habrás negado tres veces que me conoces.»
35 Y les dijo: «Cuando os envié sin bolsa, sin alforja y sin sandalias, ¿os faltó algo?» Ellos dijeron: «Nada.» 36 Les dijo: «Pues ahora, el que tenga bolsa que la tome, y lo mismo alforja, y el que no tenga, que venda su manto y se compre una espada.37 Porque os digo que es necesario que se cumpla en mí esto que está escrito: Ha sido contado entre los malhechores. Porque lo que se refiere a mí toca a su fin.» 38 Ellos dijeron: «Señor, aquí hay dos espadas.» Él les dijo: «Basta.» 

En el monte de los Olivos 
39 Salió y, como de costumbre, fue al monte de los Olivos; los discípulos le siguieron. 40 Llegado al lugar les dijo: «Pedid que no caigáis en tentación.»
41 Se apartó de ellos como un tiro de piedra, y puesto de rodillas oraba 42 diciendo: «Padre, si quieres, aparta de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.» 43 Entonces se le apareció un ángel venido del cielo que le confortaba. 44 Y sumido en agonía, insistía más en su oración. Su sudor se hizo como gotas espesas de sangre que caían en tierra.
45 Levantándose de la oración, vino donde los discípulos y los encontró dormidos por la tristeza; 46 y les dijo: «¿Cómo es que estáis dormidos? Levantaos y orad para que no caigáis en tentación.»

Prendimiento de Jesús 
47 Estaba todavía hablando cuando se presentó un grupo; el llamado Judas, uno de los Doce, iba el primero, y se acercó a Jesús para darle un beso. 48 Jesús le dijo: «¡Judas, con un beso entregas al Hijo del hombre!» 49 Viendo los que estaban con él lo que iba a suceder, dijeron: «Señor, ¿herimos a espada?» 50 Y uno de ellos hirió al siervo del Sumo Sacerdote y le llevó la oreja derecha. 51 Pero Jesús dijo: «¡Dejad! ¡Basta ya!» Y tocando la oreja le curó.
52 Dijo Jesús a los sumos sacerdotes, a los jefes de la guardia del Templo y a los ancianos que habían venido contra él: «¿Como contra un salteador habéis salido con espadas y palos? 53 Estaba yo todos los días en el Templo con vosotros y no me pusisteis las manos encima; pero esta es vuestra hora y el poder de las tinieblas.»
54 Entonces le prendieron, se lo llevaron y le hicieron entrar en la casa del Sumo Sacerdote; Pedro le iba siguiendo de lejos. 55 Habían encendido una hoguera en medio del patio y estaban sentados alrededor; Pedro se sentó entre ellos.56 Una criada, al verle sentado junto a la lumbre, se le quedó mirando y dijo: «Éste también estaba con él.» 57 Pero él lo negó: «¡Mujer, no le conozco!» 58 Poco después le vio otro y dijo: «Tú también eres uno de ellos.» Pedro dijo: «¡Hombre, no lo soy!» 59 Pasada como una hora, otro aseguraba: «Cierto que éste también estaba con él, pues además es Galileo.» 60 Le dijo Pedro: «¡Hombre, no sé de qué hablas!» Y en aquel mismo momento, cuando aún estaba hablando, cantó un gallo. 61 El Señor se volvió y miró a Pedro. Recordó Pedro las palabras que le había dicho el Señor: «Antes que cante hoy el gallo, me habrás negado tres veces» 62 y, saliendo fuera, rompió a llorar amargamente.
63 Los hombres que le tenían preso se burlaban de él y le golpeaban. 64 Y, cubriéndole con un velo, le preguntaban: «¡Adivina! ¿Quién es el que te ha pegado?» 65 Y le insultaban diciéndole otras muchas cosas.
66 En cuanto se hizo de día, se reunió el Consejo de Ancianos del pueblo, sumos sacerdotes y escribas, le hicieron venir a su Sanedrín 67 y le dijeron: «Si tú eres el Cristo, dínoslo.» Él respondió: «Si os lo digo, no me creeréis. 68 Si os pregunto, no me responderéis. 69 De ahora en adelante, el Hijo del hombre estará sentado a la diestra del poder de Dios.» 70 Dijeron todos: «Entonces, ¿tú eres el Hijo de Dios?» Él les dijo: «Vosotros lo decís: Yo soy.» 71 Dijeron ellos: «¿Qué necesidad tenemos ya de testigos, pues nosotros mismos lo hemos oído de su propia boca?»

Jesús ante Pilato 
1 Se levantaron todos ellos y le llevaron ante Pilato. 2 Comenzaron a acusarle diciendo: «Hemos encontrado a éste alborotando a nuestro pueblo, prohibiendo pagar tributos al César y diciendo que él es Cristo rey.» 3 Pilato le preguntó: «¿Eres tú el rey de los judíos?» Él le respondió: «Sí, tú lo dices.» 4 Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a la gente: «Ningún delito encuentro en este hombre.» 5 Pero ellos insistían diciendo: «Solivianta al pueblo con sus enseñanzas por toda Judea, desde Galilea, donde comenzó, hasta aquí.» 6 Al oír esto, Pilato preguntó si aquel hombre era Galileo. 7 Y, al saber que era de la jurisdicción de Herodes, le remitió a Herodes, que por aquellos días estaba también en Jerusalén.
8 Cuando Herodes vio a Jesús se alegró mucho, pues hacía largo tiempo que deseaba verle, por las cosas que oía de él, y esperaba que hiciera algún signo en su presencia. 9 Le hizo numerosas preguntas, pero él no respondió nada. 10 Estaban allí los sumos sacerdotes y los escribas acusándole con insistencia. 11 Pero Herodes, con su guardia, después de despreciarle y burlarse de él, le puso un espléndido vestido y le remitió a Pilato.12 Aquel día Herodes y Pilato se hicieron amigos, pues antes estaban enemistados.
13 Pilato convocó a los sumos sacerdotes, a los magistrados y al pueblo 14 y les dijo: «Me habéis traído a este hombre como alborotador del pueblo, pero yo le he interrogado delante de vosotros y no he hallado en él ninguno de los delitos de que le acusáis. 15 Ni tampoco Herodes, porque nos lo ha remitido. Nada ha hecho, pues, que merezca la muerte. 16 Así que le daré un escarmiento y le soltaré.» [17] 18 Toda la muchedumbre se puso a gritar a una: «¡Fuera ése, suéltanos a Barrabás!» 19 Éste había sido encarcelado por un motín que hubo en la ciudad y por asesinato.
20 Pilato les habló de nuevo, con la intención de librar a Jesús, 21 pero ellos seguían gritando: «¡Crucifícale, crucifícale!» 22 Por tercera vez les dijo: «Pero ¿qué mal ha hecho éste? No encuentro en él ningún delito que merezca la muerte; así que le daré un escarmiento y le soltaré.» 23 Pero ellos insistían pidiendo a grandes voces que fuera crucificado y arreciaban en sus gritos.
24 Pilato sentenció que se cumpliera su demanda. 25 Soltó, pues, al que habían pedido, al que estaba en la cárcel por motín y asesinato, y a Jesús se lo entregó a su deseo.

Camino del Calvario 
26 Cuando le llevaban, echaron mano de un cierto Simón de Cirene, que venía del campo, y le cargaron la cruz para que la llevara detrás de Jesús. 27 Le seguía una gran multitud del pueblo y mujeres que se dolían y se lamentaban por él.28 Jesús se volvió a ellas y les dijo: «Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí; llorad más bien por vosotras y por vuestros hijos. 29 Porque llegarán días en que se dirá: ¡Dichosas las estériles, las entrañas que no engendraron y los pechos que no criaron! 30 Entonces se pondrán a decir a los montes: ¡Caed sobre nosotros! Y a las colinas: ¡Sepultadnos! 31 Porque si en el leño verde hacen esto, en el seco ¿qué se hará?» 32 Llevaban además a otros dos malhechores para ejecutarlos con él.
33 Llegados al lugar llamado Calvario, le crucificaron allí a él y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda. 34 Jesús decía: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.» Se repartieron sus vestidos, echando suertes.
35 Estaba el pueblo mirando; los magistrados hacían muecas diciendo: «Ha salvado a otros; que se salve a sí mismo si él es el Cristo de Dios, el Elegido.» 36 También los soldados se burlaban de él y, acercándose, le ofrecían vinagre 37 y le decían: «Si tú eres el rey de los judíos, ¡sálvate!» 38 Había encima de él una inscripción: «Este es el rey de los judíos.»
39 Uno de los malhechores colgados le insultaba: «¿No eres tú el Cristo? Pues ¡sálvate a ti y a nosotros!» 40 Pero el otro le increpó: «¿Es que no temes a Dios, tú que sufres la misma condena? 41 Y nosotros con razón, porque nos lo hemos merecido con nuestros hechos; en cambio éste nada malo ha hecho.» 42 Y decía: «Jesús, acuérdate de mí cuando vengas con tu Reino.» 43 Jesús le dijo: «Te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso.»
44 Era ya cerca de la hora sexta cuando se oscureció el sol y toda la tierra quedó en tinieblas hasta la hora nona. 45 El velo del Santuario se rasgó por medio 46 y Jesús, dando un fuerte grito, dijo: «Padre, en tus manos pongo mi espíritu.» Y, dicho esto, expiró.

Después de la muerte de Jesús 
47 Al ver el centurión lo sucedido, glorificaba a Dios diciendo: «Ciertamente este hombre era justo.» 48 Y toda la muchedumbre que había acudido a aquel espectáculo, al ver lo que pasaba, se volvió dándose golpes de pecho.
49 Todos sus conocidos y las mujeres que le habían seguido desde Galilea se mantenían a distancia, viendo estas cosas.
50 Había un hombre llamado José, miembro del Consejo, hombre bueno y justo, 51 que no había asentido al consejo y proceder de los demás. Era de Arimatea, ciudad de Judea, y esperaba el Reino de Dios. 52 Se presentó a Pilato, le pidió el cuerpo de Jesús 53 y, después de descolgarle, le envolvió en una sábana y le puso en un sepulcro excavado en la roca en el que nadie había sido puesto todavía. 54 Era el día de la Preparación y apuntaba el sábado.
55 Las mujeres que habían venido con él desde Galilea fueron detrás y vieron el sepulcro y cómo era colocado su cuerpo.
56 Luego regresaron y prepararon aromas y mirra. Y el sábado descansaron según el precepto.

Comentario:

Contexto litúrgico: 
La antigua tradición de proclamar el Evangelio de la Pasión y Muerte de Jesucristo el domingo anterior a la Pascua se remonta a la época en la cual las celebraciones de la Semana Santa estaban reducidas al mínimo. La finalidad de tal lectura es la de llevar a los oyentes a la contemplación del misterio de muerte que prepara la Resurrección del Señor y que es, por lo tanto, la condición por la cual el creyente ha entrado en la “vida nueva” en Cristo. El uso de hacer esta larga lectura entre varios lectores sirve, no solamente para hacer menos monótona la proclamación o para facilitar una escucha atenta, sino para hacer que la participación de los oyentes sea más emotiva, como si se quisiera transmitir la sensación que ellos están presentes y son agentes de lo que se narra.  

Las dos lecturas que preceden al Evangelio de este domingo, contribuyen para dar una perspectiva interpretativa del texto: el Siervo de Yahvé es Jesús, el Cristo, Persona divina que, a través de la muerte ignominiosa que padece, llega a la gloria de Dios Padre y comunica su propia vida a los hombres que le escuchan y lo acogen.

Contexto evangélico: 
Sabemos ya que el núcleo literario, en torno al cual se formaron los Evangelios, es el de la narración de la Pascua del Señor: Pasión, Muerte y Resurrección. Estamos, pues, frente a un texto bastante antiguo y unitario en su composición literaria, aunque se haya formado gradualmente. Su importancia es, de todos modos, capital: se narra el acontecimiento fundamental de la fe cristiana, aquél con el que cada creyente debe confrontarse y conformarse constantemente (aún cuando el texto que se ofrece en este domingo acaba en la sepultura de Jesús).

Lucas, como siempre, se nos revela narrador eficaz y detallado, atento a las detalles particulares y capaz de hacer ver al lector los sentimientos y movimientos interiores de sus personajes principales, sobre todo, de Jesús. El dolor terrible e injusto que padece se nos muestra a través del filtro de su actitud inalterable de misericordia hacia todos los hombres, aunque estos sean sus perseguidores y asesinos; algunos de ellos quedan tocados e impresionados por este modo suyo de afrontar el sufrimiento y la muerte, de tal manera que dan signos de creer en Él: el tormento de la Pasión viene suavizado con la potencia del amor divino de Jesús.

En el contexto del tercer Evangelio, Jesús va solamente una vez a la Ciudad Santa: la vez decisiva para la historia humana del Cristo y para la historia de la salvación. Toda la narración evangélica lucana es como una larga preparación para los acontecimientos de aquellos últimos días, Jesús los pasa en Jerusalén predicando y haciendo gestos, a veces de tono grandioso (por ej.: la expulsión de los mercaderes del Templo, 19,45-48), otras veces, misteriosos o un poco provocadores (por ej.: la respuesta acerca del tributo debido al César, 20,19-26). No por casualidad, el evangelista concentra en estos últimos días acontecimientos y palabras que los otros sinópticos ponen en otras fases de la vida pública del Señor. Todo esto se desarrolla mientras el complot de los jefes del Pueblo se intensifica y se hace cada vez más concreto, hasta que a Judas se le ofrece una ocasión propicia e inesperada (22,2-6).   

El tercer evangelista, para indicar esta última y definitiva etapa de la vida del Señor, utiliza varios términos en el curso de su obra: es una “partida” o un “éxodo” (9,31), es una “asunción” (9,51) y es un “cumplimiento” (13,32). Así pues, Lucas da a entender a sus lectores, anticipadamente, cómo interpretar la terrible y escandalosa muerte del Cristo al cual han confiado su propia vida: Él realiza un paso doloroso y difícil de entender, pero “necesario” en la economía de la salvación (9,22; 13,33; 17,35; 22,37) para llevar a buen éxito (“cumplimiento”) su itinerario hacia la gloria (Cf. 24,26; 17,25). Tal itinerario de Jesús es paradigma de áquel que cada discípulo suyo debe llevar a cabo (Hch 14,22).


La edición y el subrayado son nuestros
Tomado del Sitio Oficial de los Carmelitas


En este día, contemplemos como el tormento de la Pasión viene suavizado con la potencia del amor divino de Jesús.

Que la misericordia y la confianza en el Señor no les falte.

Gracias






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