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27 de julio de 2014

¨El Evangelio te hace conocer a Jesús verdadero, te hace conocer a Jesús vivo; te habla al corazón y te cambia la vida. Y entonces sí, dejas todo. Puede cambiar efectivamente el tipo de vida, o continuar a hacer lo que hacía antes pero tú eres otro, has renacido: has encontrado lo que da sentido, sabor, luz a todo, también a las fatigas, también a los sufrimientos, también a la muerte.¨

Fuente: Camino Católico







Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!:

Las breves semejanzas propuestas por la liturgia de hoy son la conclusión del capítulo del Evangelio de Mateo dedicado a las parábolas de Reino de Dios.Entre estas hay dos pequeñas obras maestras: la parábola del tesoro escondido en el campo y la de la perla de gran valor. Éstas nos dicen que el descubrimiento del Reino de Dios puede llegar de repente como al campesino que arando, encuentra el tesoro inesperado; o después de una larga búsqueda, como para el comerciante de perlas, que finalmente encontró la perla preciosa soñada durante mucho tiempo. Pero en los dos casos queda el dato primario que el tesoro y la perla valen más que los otros bienes, y por tanto, el campesino y el comerciante, cuando lo encuentran, renuncian a todo lo demás para poder conseguirlo. No necesitan hacer razonamientos, pensar, reflexionar: se dan cuenta en seguida del valor incomparable de lo que han encontrado, y están dispuestos a perder todo para tenerlo.

Así es el Reino de Dios: quien lo encuentra no tiene dudas, siente que es lo que buscaba, que esperaba y que responde a sus aspiraciones más auténticas. Y es realmente así: quien conoce a Jesús, quien lo encuentra personalmente, se queda fascinado, atraído por tanta bondad, tanta verdad, tanta belleza, y todo en una gran humildad y sencillez. Buscar a Jesús, encontrar a Jesús. Este es el gran tesoro. Cuántas personas, cuántos santas y santos, leyendo a corazón abierto el Evangelio, han sido tan tocados por Jesús, hasta convertirse en Él. Pensemos en san Francisco de Asís: él era ya un cristiano, pero de "agua de rosas". Cuando lee el Evangelio, en un momento decisivo de su juventud, encontró a Jesús y descubrió el Reino de Dios, y entonces todos sus sueños de gloria terrena se desvanecieron. El Evangelio te hace conocer a Jesús verdadero, te hace conocer a Jesús vivo; te habla al corazón y te cambia la vida. Y entonces sí, dejas todo. Puede cambiar efectivamente el tipo de vida, o continuar a hacer lo que hacía antes pero tú eres otro, has renacido: has encontrado lo que da sentido, sabor, luz a todo, también a las fatigas, también a los sufrimientos, también a la muerte. Leer el Evangelio, leer el Evangelio. Lo hemos hablado, ¿lo recordáis? Cada día leer un fragmento del Evangelio. Y también llevar un pequeño Evangelio con nosotros, en el bolsillo, en el bolso, es decir, a mano. Y allí, leyendo un fragmento, encontraremos a Jesús.

Todo adquiere sentido cuando encuentras este tesoro, que Jesús llama "el Reino de Dios", es decir, Dios que reina en tu vida, en nuestra vida; Dios que es amor, paz y alegría en cada hombre y en todos los hombres. Esto es lo que Dios quiere, es por lo que Jesús se ha donado a sí mismo hasta morir en la cruz, para liberarnos del poder de las tinieblas y llevarnos al reino de la vida, de la belleza, la bondad, la alegría. Leer el Evangelio es encontrar Jesús y tener esta alegría cristiana que es un don del Espíritu Santo.

Queridos hermanos y hermanas, la alegría de haber encontrado el tesoro del Reino de Dios transpira, se ve. El cristiano no pude esconder su fe, porque transpira en cada palabra, en cada gesto, también en los más sencillos y cotidianos: transpira el amor que Dios nos ha donado mediante Jesús. Recemos, por intercesión de la Virgen María, para que venga a nosotros y en el mundo entero su Reino de amor, de justicia y de paz.

(Después de la oración mariana del Ángelus el Papa ha hecho un nuevo llamamiento por ala paz en Irak, Oriente Medio y Ucrania –momento que puede visualizarse y escucharse en el vídeo debajo de estas líneas- y ha dicho:)

Queridos hermanos y hermanas:
Mañana se cumple el centésimo aniversario del estallido de la Primera Guerra Mundial, que causó millones de víctimas e inmensas destrucciones. Este conflicto, que el Papa Benedicto XV calificó como ‘inútil masacre’, desembocó, después de cuatro largos años, en una paz que resultó más frágil. Al tiempo que recordamos este trágico suceso, expreso el anhelo de que no se repitan los errores del pasado, sino que se recuerden las lecciones de la historia, haciendo que prevalezcan siempre las razones de la paz, mediante un diálogo paciente y valiente. Mañana será una jornada de luto en recuerdo de este drama.

En particular, hoy mi pensamiento se dirige hacia tres áreas de crisis: la de Oriente Medio, la iraquí y la ucraniana. Les pido que sigan uniéndose a mi oración para que el Señor conceda a las poblaciones y a las autoridades de esas áreas la sabiduría y la fuerza necesarias para llevar adelante con determinación el camino de la paz, afrontando toda contienda con la tenacidad del diálogo y de la negociación y con la fuerza de la reconciliación. Que no se pongan en el centro de cada decisión los intereses particulares, sino el bien común y el respeto de cada persona.

Recordemos que todo se pierde con la guerra y nada se pierde con la paz!

Hermanos y hermanas ¡nunca la guerra! ¡nunca la guerra!. Pienso sobre todo en los niños a los que se les arrebata la esperanza de una vida digna, de un futuro: niños muertos, niños heridos, niños mutilados, niños huérfanos, niños que tienen como juguetes residuos bélicos, niños que no saben sonreír ¡Deténgase por favor! ¡Se lo pido con todo el corazón! ¡Es hora de detenerse! ¡Deténgase por favor!

(Luego, el Papa Francisco ha saludado y ha añadido:)

Dirijo un cordial saludo a todos vosotros, peregrinos procedentes de Italia y de otros países. Saludo al grupo de brasileños, las parroquias de la diócesis de Cartagena (España), los scouts de Gavião (Portugal), los jóvenes de Madrid, Asidonia-Jerez (España) y los de Monteolimpino (Como), los monaguillos de Conselve y Ronchi Casalserugo, los lupetti de Catania y los fieles de Acerra.

A todos les deseo buen domingo, no os olvidéis de rezar por mí. . ¡Buen almuerzo y hasta pronto!

Papa Francisco

"El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo¨


Domingo 17 del Tiempo Ordinario
Del Santo Evangelio según San Mateo 13,44-52

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: "El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo. El reino de los cielos se parece también a un comerciante en perlas finas que, al encontrar una de gran valor, se va a vender todo lo que tiene y la compra. [El reino de los cielos se parece también a la red que echan en el mar y recoge toda clase de peces: cuando está llena, la arrastran a la orilla, se sientan, y reúnen los buenos en cestos y los malos los tiran. Lo mismo sucederá al final del tiempo: saldrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y los echarán al horno encendido. Allí será el llanto y el rechinar de dientes. ¿Entendéis bien todo esto?" Ellos le contestaron: "Sí." Él les dijo: "Ya veis, un escriba que entiende del reino de los cielos es como un padre de familia que va sacando del arca lo nuevo y lo antiguo."] (Aciprensa.com)

Comentario:
San Mateo nos habla del Reino de Dios, el tipo de mundo que Dios, en Cristo Jesús, quiere ver realizado entre nosotros aquí en la tierra. Un ambiente, en el que en nuestras relaciones humanas prevalecen los valores de Dios 

La primera y la segunda parábola nos dicen que conocer a Dios y vivir según el Evangelio son las cosas más preciosas en la vida.  Pues cuando uno realmente descubre a Jesús y su visión de vida todo lo demás se vuelve secundario. 


El hombre que encuentra el tesoro  escondido e inesperado, es aquel que encuentra a Jesús - y el verdadero significado de Jesús -  a través de alguna experiencia diaria. En cambio, el hombre que busca la "perla de gran valor", sabe que existe y usa todas sus energías para encontrarla.  Ambos, buenos ejemplos de cómo somos cristianos. 

En la primera lectura, Salomón pide Sabiduría y discernimiento. La Sabiduría da una profunda visión de lo que es verdaderamente importante en la vida, la conciencia de su significado y propósito de lo que realmente importa. Se trata de un entendimiento de dónde se encuentra nuestro bienestar y felicidad verdaderos. Esta perla de gran valor, es el saber vivir como Dios quiere. 

Finalmente, la parábola de la red nos recuerda que la Iglesia y el Reino que construimos, están llenos de todo tipo de personas. El papel de la Iglesia es el de aceptar en su seno "a los pobres, a los lisiados, a los ciegos, a los cojos" (Lucas 14:21) y guiarlos al tesoro y la perla de gran precio.

En suma, encontrar y buscar el Reino, es buscar a Dios en Cristo Jesús,  en nuestra vida cotidiana, acogiendo a todos sin distinciones y dejándonos guiar sólo por el Amor. 




Comentario Completo:
Comentario a 1 Reyes 3:5.7-12: Romanos 8:28-30; Mateo 13:44-52

Mateo en estas parábolas habla constantemente del "reino de los cielos", lo que podría ser, para algunas personas, una frase engañosa, ya que parece referirse a la, una existencia futura después de la vida de otro mundo.

De hecho, como se mencionó antes, Jesús y el Evangelio están hablando muy enfáticamente sobre el mundo en el que estamos viviendo. El Reino representa el tipo de mundo que Dios, en Cristo Jesús, quiere ver realizado entre nosotros aquí en la tierra. Oramos por todos los días en la oración del Señor - "Venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra - ya que está en los cielos ..." Y sólo se logrará en la medida en que cooperamos, trabajan juntos con Jesús.

¿Por qué, entonces, habla Mateo del "reino de los cielos"? Tenemos que recordar que este Evangelio está escrito principalmente para un público judío. Por respeto, los Judios no les gusta usar el nombre de Dios directamente. "El cielo", entonces es un eufemismo de "Dios". Y Mateo utiliza otras expresiones para evitar mencionar el nombre de Dios directamente por ejemplo, "Los pecados te perdonaré, les quedan perdonados" (es decir, por Dios), o "Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia" (es decir, de Dios). Marcos, por su parte, que escribe para un público diferente, no tiene problemas para hablar acerca del "reino de Dios".

Naturaleza del 'Reino'
"Reino" en el Evangelio no se refiere a un lugar, ya sea aquí o en el futuro. Los griegos basileia palabra (basileia) es mejor traducido como 'realeza', o 'reinado', o "regla", por lo que algunas traducciones hablan del 'Reino de Dios'. El Reino es sobre todo un ambiente, es un conjunto de relaciones, es una situación en la que los valores de Dios prevalecen. ¿Y cuáles son los valores de Dios? En la práctica, son los más profundos valores y aspiraciones humanas como reflejado en la vida de Jesús, quien es la revelación de Dios para nosotros en forma humana accesible. Estos valores incluyen la verdad, el amor, la compasión, la justicia, el sentido de solidaridad con todos los demás seres humanos, un sentido de confianza en sí, un profundo respeto por la dignidad de cada persona humana, un concepto integral de crecimiento y desarrollo humano. Y, por supuesto, todos estos son vistos a la luz de Dios, que es su última fuente. Es ser como él y con él en que vivimos de acuerdo a estos valores. Ellos, con y por medio de Jesús, son nuestro vínculo con él.


Las personas que, individual y colectivamente, tratan de vivir estos valores pertenecen, con Jesús, al Reino de Dios. Ellos están unidos con el gobierno de Dios en el intento de construir un mundo a todos nos gustaría ver que suceda. Es en gran medida algo para el aquí y ahora. Se trata básicamente de la vocación de la Iglesia, y por tanto la vocación de cada comunidad parroquial y de todos los miembros de esa comunidad. Al mismo tiempo, tenemos que reconocer que el Reino y la Iglesia no son co-terminous (cf. la parábola a continuación). El reino se extiende más allá de la Iglesia. Ciertamente hay personas que pueden no conocer explícitamente a Cristo o expresar lealtad a Cristo, y que aún viven los ideales y los valores del Reino en sus vidas. Personajes proféticos como Mahatma Gandhi o el Dalai Lama debe seguramente ser tales ejemplos. Por otro lado, no podemos decir que pertenecemos al Reino, simplemente porque somos bautizados y nos hacemos miembros de la Iglesia, pero sí lo somos sólo en la medida en que la visión del reino es un factor eficaz de nuestra vida diaria.

Una vez más nos presentamos hoy con tres parábolas, dos de los cuales están estrechamente vinculados en su significado, pero con ligeras diferencias. La gente de la época de Jesús habrían entendido todos ellos muy fácilmente. Ellos fueron extraídos de las escenas de la vida cotidiana que les eran perfectamente familiar.

La primera y la segunda parábolas son en efecto diciendo que para conocer a Dios y vivir según el Evangelio son las cosas más preciosas en la vida. A través de Jesús y el Evangelio, llegamos a conocer y entender lo que es el verdadero significado de la vida, ¿cuáles son las cosas más importantes en la vida.

El descubrimiento de un tesoro
En la primera parábola, Jesús compara el Reino  a un hombre que encuentra un tesoro en un campo. Tenemos que recordar que en aquellos días, la gente común no tenían bancos. Sólo los ricos tenían acceso a los lugares donde sus posesiones eran seguras. Si la gente común tenía cosas de valor, lo más sencillo y más seguro estaba de esconderlos bajo tierra. Por supuesto, a causa de la guerra o cualquier otra calamidad imprevista, podrían tener que dejar un lugar de repente y no ser capaz de tomar sus pertenencias con ellos. Tal vez no sean capaces de volver o podrían morir antes de que pudieran hacerlo. Alguien, entonces, podría tropezar con su tesoro, y de acuerdo a la ley judía, el buscador podría considerarla como propia.

En esta parábola, el hombre se encuentra con el tesoro, pero el campo en el que se oculta no pertenece a él. Se vende todo lo que tiene el fin de obtener la propiedad de la materia y por lo tanto de su tesoro enterrado. La idea, evidentemente, es que cuando uno realmente descubre a Jesús y su visión de vida todo lo demás se vuelve secundario. En el servicio del Reino no hay medias tintas y en ese servicio existe un tipo especial de alegría liberadora. Esta fue la experiencia de Pablo: "Juzgo que todo es pérdida ante la sublimidad del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por él lo he perdido todo, y lo considero como basura a fin de ganar a Cristo "(Filipenses 3:08) y otra vez:" Para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia "( Filipenses 2:21).

Para tener una relación personal con Cristo y hacer propia su visión de vida es lo más hermoso, lo más preciado en el mundo. No es suficiente, por supuesto, sólo decir esto; uno personalmente debe experimentarlo - como muchos lo han hecho, y muchos, por desgracia, nunca han tratado de hacer.

En busca del tesoro
La segunda parábola es similar. Un hombre de negocios está buscando perlas finas. Cuando encuentra la que él quiere, él vende todo lo que tiene para adquirirla.

Una leve, si es significativa, diferencia se ha señalado entre las dos historias. Pues, en primer lugar, el primer hombre no está realmente buscando el tesoro. Tal vez lo encontró durante la excavación del suelo o el arado del campo, es decir, en el transcurso de su jornada ordinaria. Jesús - y el verdadero significado de Jesús - puede venir a mí de forma inesperada a través de alguna experiencia diaria. Muchas personas han descrito su conversión a Cristo como sucede de una manera tan inesperada. Hay una necesidad, que insta constantemente el Evangelio, para que estemos listos cuando Jesús viene a nuestras vidas.

En la segunda parábola, sin embargo, el hombre está en la búsqueda de la "perla de gran valor". Él sabe que debe existir y que utiliza todas sus energías para encontrarla. Aunque somos bautizados cristianos, todavía tenemos que perseguir constantemente el verdadero y pleno sentido del Evangelio, que se nos puede escapar durante muchos años. Siempre necesitamos entender más, amar más, para servir más.

Ejemplo de Salomón
Es en este contexto que podemos echar un vistazo a la primera lectura, tomada del Libro Primero de los Reyes. El joven rey Salomón le dice a Dios: "Pide lo que te gustaría que yo te diera." Es una pregunta que a veces ud. le pide a Jesús en el Evangelio y que está pidiendo que de mí en la misa de hoy ¿Cómo voy a responder? ¿Qué es lo que más desea tener o ser en este momento? Podemos hacer una buena suposición de lo que mucha gente, incluidos nosotros mismos, podríamos pedir. Para muchos sería probable que tengan alguna relación con el dinero o la seguridad material. ¿Qué pidió Salomón? "Da a tu siervo un corazón para entender, para discernir entre Dios y el mal, para poder gobernar a este pueblo tuyo que es tan grande?"

En otras palabras, él pidió sabiduría y discernimiento. La sabiduría es mucho más que saber un montón de cosas o tener prestigiosos títulos universitarios. Al estar dotado de la sabiduría se es mucho más que sólo ser una muy buena persona. La Sabiduría da una profunda visión de lo que es verdaderamente importante en la vida, la conciencia de su significado y propósito de lo que realmente importa. Se trata de un entendimiento de dónde se encuentra nuestro bienestar y felicidad verdaderas. Eso sí que es una perla de gran precio en todos los sentidos de la palabra.

Sabiduría del cómo ver
Salomón no pidió la riqueza o el poder, a pesar de esto, vino a él. Él no la pidió sólo para tener cosas, o para quitar obstáculos en su vida. Él pide ser capaz de ver. Un tema constante que atraviesa el Evangelio es la curación de las personas ciegas y de la ceguera incurable de los que pensaban que podían ver. El verdadero discípulo es el que nos lleva a Jesús: "Señor, que vea." El que ve es el que tiene sabiduría. El que tiene la sabiduría sabe cómo hacer frente a las situaciones de la vida si se llevan con facilidad o dificultad, dolor o alegría.

Esto es lo que pidió Salomón y esto es lo que Dios le dio. "Puesto que usted ha pedido esto y no se le pidió para una larga vida para usted o riquezas o la vida de tus enemigos, sino que has pedido un juicio que discierne por sí mismo, aquí y ahora voy a hacer lo que me pides. Yo os daré un corazón sabio como ninguno antes ha tenido y ninguno tendrá después de ti. "Y, por supuesto, la" sabiduría de Salomón "es un subproducto de la palabra hasta nuestros días.

Este es el tesoro escondido en el campo para el cual un hombre vende todo lo que tiene. Esta es la perla fina para que un comerciante vende todo lo que tiene para poder conseguirlo. La capacidad de ver es lo que abre la puerta al Reino de Dios, ese mundo de relaciones entrelazadas entre Dios, los seres humanos y nuestro mundo que reúne a toda la seguridad, la felicidad y la paz. Para que aquí haya verdad, haya amor y cariño, haya libertad y la paz.

Durante buena parte del tiempo, estamos persiguiendo tesoros falsos, principalmente  dinero, estatus y placer. Durante gran parte del tiempo estamos atrapados en el pasado - lleno de nostalgia o arrepentimientos, o centrado en el futuro - no logrado en anhelos y deseos o temores y ansiedades depresivas. Mientras tanto, el enriquecedor presente nos pasa y el tesoro nunca se descubre y la perla muy valiosa, nunca se encuentra.

Un cajón de sastre

Esto nos lleva a la tercera parábola de hoy. Mientras que la primera y la segunda parábolas hablan del compromiso total y la dedicación que son el ideal de todo seguidor de Cristo, esta tercera parábola ayuda a poner nuestros dos pies firmemente en el suelo. Mientras que los ideales son válidos y aún nos hacen señas, no debe llevarnos a cualquier forma de elitismo. Esta parábola nos recuerda que la Iglesia e incluso del Reino en el proceso de su evolución está llena de todo tipo de personas. Nuestra Iglesia es una Iglesia de santos y pecadores. Y podríamos decir que es principalmente por los pecadores. "Los que están sanos no tienen necesidad de médico, sino los que están enfermos; No he venido a llamar a justos, sino a pecadores "(Marcos 02:17). El papel de la Iglesia es la de aceptar en su seno "a los pobres, a los lisiados, a los ciegos, a los cojos" (Lucas 14:21) y guiarlos al tesoro y la perla de gran precio.

La lección de esta parábola es similar a la de las malas hierbas que crecen con el trigo, a saber, que el reino es un órgano mixto de santos y pecadores (buenos y pescado podrido). Habrá siempre una tentación por parte de algunos que sienten que son más "fieles" a separarse de las "manzanas podridas", de las malas hierbas, pero Jesús nos está diciendo aquí que esa es la obra de Dios en su propia buen momento. Mientras tanto, es para que aprendamos a ser tolerantes, compasivos y la comprensión de aquellos que parecen caer muy por debajo de las exigencias del Evangelio y del Reino. Y, como hemos dicho en la discusión de la parábola de la cizaña, hay muy pocos de nosotros que no son, en una sola persona, una mezcla de lo bueno y lo podrido. Si hay algunos que claramente no quedan en el camino, podemos decir con sinceridad, con san Agustín: "No, sino por la gracia de Dios, voy yo"

El Juicio será después. El ahora, es para que usemos el tiempo que se nos da en ir a buscar el tesoro y la perla de gran precio, tiempo de gracia para ser capaces de identificar, con Jesús, lo realmente verdadero, lo bueno y lo bello, y para ayudar a los demás en la misma búsqueda.

La edición y el subrayado son nuestros

Que la Misericordia y la confianza en Dios no te falte


Gracias

1 de agosto de 2012

El Reino de Dios es el mayor tesoro


Buen día en el Señor,en el evangelio de hoy  (Mateo 13:44-46) presenta dos breves relatos del Sermón de las Parábolas. Las dos  son formas distintas de mirar el Reino de Dios. Cabe resaltar que para una mejor lectura de la Palabra de Dios, no sólo de los evangelios, es muy conveniente usar la imaginación, no sólo para ver la historia en nuestro interior sino que seamos como niños, que se sumergen en la historia tanto para sentir o pensar como uno de los personajes.

La parábola del tesoro escondido ,.Jesús nos dice; "El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra, lo vuelve a esconder, y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo¨ 

Imaginándonos lo que nos dice el Señor la primera figura que tenemos: el tesoro, no sabes de cuánto, ni qué tenia, sólo sabemos que era algo valioso y que estaba enterrado en medio de la nada.

Un día cualquiera, seguramente un campesino que labraba su tierra se topa con el, no lo buscaba si no fue pura casualidad. Este hombre debería tener una vida muy  humilde y sencilla, que lo más seguro que vivía día a día, con lo necesario para vivir  pero sin riquezas, es mas nunca en su vida debió haber tenido tanta riqueza cerca. Por ello cuando la encuentra, seguramente después de labrar mucho la tierra, se llena de una inmensa alegría. Imagina el regalo más grande que te den, la misma alegría tuvo aquel hombre.

El campo no era suyo, y seguramente no tenía dueño, entonces tuvo que ir hasta el pueblo para comprarlo, además el tesoro era demasiado grande y valioso para poder sacarlo por ello debía esperar. Tenía muy poco, no había ahorrado, la mejor manera de tener algo de dinero era vendiendo lo poco que tenía pero valía la pena pues lo que ganaba era mucho mayor.

La parábola de la perla fina. Jesús nos dice: ¨El reino de los cielos se parece también a un comerciante en perlas finas, que, al encontrar una de gran valor, se va a vender todo lo que tiene y la compra". 

Este era otro hombre, podría ser un comerciante pequeño, que vendía telas y perlas, con preferencia en perlas finas, pues eran de gran valor, y le generaban buena ganancia de vez en cuando. No para ser rico pero si para mantenerse y tener una vida digna. Como todo comerciante seguro que soñaba con el negocio de su vida, en aquel día que encontraría una perla de tan gran valor que sería para él crecer en su negocio, y tener mayor reputación.  Ya no depender más de la suerte o de los vaivenes del negocio sino ya por fin establecerse. Es así, que un día encuentra esa perla, en uno de los pescadores que siempre compraba, y se llena de tal alegría que no quiere perderla. El precio de ella era tan alto, y no tenía ahorros para comprarla, así que vende todo lo que tenía para hacerlo.

A modo de conclusión, el Reino de Dios, es esa nueva sociedad y orden justos que lesús vino a enseñarnos con su Amor.  Es de mucho valor, más que cualquier tesoro pues Jesús dio su vida en la cruz para dárnoslo. Algunas veces no lo notamos, no queremos buscarlo sino simplemente nos topamos con él. como cuando llegamos a la Iglesia para un bautizo, matrimonio o ante la enfermedad de algún ser querido. Otras veces, si lo andamos buscando pero sin tomar conciencia de que es el Reino de Cristo, sino que buscamos algo que nos falta, que necesitamos para ser felices.

Sólo cuando tomamos conciencia o ¨despertamos¨, al gran valor que tiene, para nuestra felicidad y la de los nuestros,  es que somos capaces de darlo todo por el. La vida ya no puede ser la misma, pues nuestra mirada ya no esta más pegada a este mundo y lo que aquí se acaba. Sino que vemos más allá, ya no vemos a los que tenemos al lado como ¨simples contactos¨ o ¨instrumentos¨ , para usar en alguna oportunidad sino que los vemos como ¨personas¨, como seres humanos que tienen la dignidad de los hijos de Dios.  Ya no podemos ser los mismos, tenemos que ser en todo verdaderos hijos de Dios. 

En este día, miremos nuestras vida y encontremos nuevamente, esos tesoros y esas perlas que Dios nos ha regalado. 
Qué la misericordia y la confianza ene el Señor no les falte.

Gracias

Más informacion en:





Del Santo Evangelio Según San Mateo 13, 44-46

En aquel tiempo dijo Jesús a la gente: "El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra, lo vuelve a esconder, y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo. El reino de los cielos se parece también a un comerciante en perlas finas, que, al encontrar una de gran valor, se va a vender todo lo que tiene y la compra".(Aciprensa.com)
 
El significado del Reino de Dios en las parábolas evangélicas 
(Juan Pablo II, Audiencia General, 1991)

1. Los textos evangélicos documentan la enseñanza de Jesús sobre el reino de Dios en relación con la Iglesia. Documentan, también, de qué modo lo predicaban los Apóstoles, y cómo la Iglesia primitiva lo concebía y creía en él. En esos textos se vislumbra el misterio de la Iglesia como reino de Dios. Escribe el Concilio Vaticano II: «El misterio de la santa Iglesia se manifiesta en su fundación. Pues nuestro Señor Jesús dio comienzo a la Iglesia predicando la buena nueva, es decir, la llegada del reino de Dios prometido (...). Este reino brilla ante los hombres en la palabra, en las obras y en la presencia de Cristo» (Lumen gentium,5). A todo lo que dijimos en las catequesis anteriores acerca de este tema, especialmente en la última, agregamos hoy otra reflexión sobre la enseñanza que Jesús imparte sobre el reino de Dios haciendo uso de parábolas, sobre todo de las que se sirvió para darnos a entender su significado y su valor esencial. 

2. Dice Jesús: «El reino de los cielos es semejante a un rey que celebró el banquete de bodas de su hijo» (Mt 22, 2). La parábola del banquete nupcial presenta el reino de Dios como una iniciativa real ―y, por tanto, soberana― de Dios mismo. Incluye también el tema del amor y, con mayor propiedad, del amor nupcial: el hijo, para el que el padre prepara el banquete de bodas, es el esposo. Aunque en esta parábola no se habla de la esposa por su nombre, las circunstancias permiten suponer su presencia y su identidad. Esto resultará más claro en otros textos del Nuevo Testamento, que identifican a la Iglesia con la Esposa (Jn 3, 29; Ap 21, 9; 2 Co 11, 2; Ef 5, 23-27. 29).

3. Por el contrario, la parábola contiene de modo explícito la indicación acerca del Esposo, Cristo, que lleva a cumplimiento la Alianza nueva del Padre con la humanidad. Ésta es una alianza de amor, y el reino mismo de Dios se presenta como una comunión (comunidad de amor), que el Hijo realiza por voluntad del Padre. El «banquete» es la expresión de esta comunión. En el marco de la economía de la salvación descrita por el Evangelio, es fácil descubrir en este banquete nupcial una referencia a la Eucaristía: el sacramento de la Alianza nueva y eterna, el sacramento de las bodas de Cristo con la humanidad en la Iglesia.

4. A pesar de que en la parábola no se nombra a la Iglesia como Esposa, en su contexto se encuentran elementos que recuerdan lo que el Evangelio dice sobre la Iglesia como reino de Dios. Por ejemplo, la universalidad de la invitación divina: «Entonces [el rey] dice a sus siervos (...): «a cuantos encontréis, invitadlos a la boda» (Mt 22, 9). Entre los invitados al banquete nupcial del Hijo faltan los que fueron elegidos en primer lugar: esos debían ser huéspedes, según la tradición de la antigua Alianza. Rechazan asistir al banquete de la nueva Alianza, aduciendo diversos pretextos. Entonces Jesús pone en boca del rey, dueño de la casa: «Muchos son llamados, mas pocos escogidos» (Mt 22, 14). En su lugar, la invitación se dirige a muchos otros, que llenan la sala del banquete. Este episodio nos hace pensar en otras palabras que Jesús había pronunciado en tono de admonición: «Y os digo que vendrán muchos de oriente y occidente y se pondrán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los cielos, mientras que los hijos del reino serán echados a las tinieblas de fuera» (Mt 8, 11-12). Aquí se observa claramente cómo la invitación se vuelve universal: Dios tiene intención de sellar una alianza nueva en su Hijo, alianza que ya no será sólo con el pueblo elegido, sino con la humanidad entera.

5. El desenlace de esta parábola indica que la participación definitiva en el banquete nupcial está supeditada a ciertas condiciones esenciales. No basta haber entrado en la Iglesia para estar seguro de la salvación eterna: «Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin traje de bodas?» (Mt 22, 12), pregunta el rey a uno de los invitados. La parábola, que en este punto parece pasar del problema del rechazo histórico de la elección por parte del pueblo de Israel al comportamiento individual de todo aquel que es llamado, y al juicio que se pronunciará sobre él, no especifica el significado de ese «traje» Pero se puede decir que la explicación se encuentra en el conjunto de la enseñanza de Cristo. El Evangelio, en particular el sermón de la montaña, habla del mandamiento del amor, que es el principio de la vida divina y de la perfección según el modelo del Padre: «Sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial» (Mt 5, 48). Se trata del «mandamiento nuevo» que, como enseña Cristo, consiste en esto: «Que como yo os he amado, así os améis también vosotros los unos a los otros» (Jn 13, 34). Por ello, parece posible colegir [inferir] que el «traje de bodas», como condición para participar en el banquete, es precisamente ese amor.

Esa apreciación es confirmada por otra gran parábola, de carácter escatológico: la parábola del juicio final. Sólo quienes ponen en práctica el mandamiento del amor en las obras de misericordia espiritual y corporal para con el prójimo, pueden tomar parte en el banquete del reino de Dios: «Venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del reino preparado para vosotros des de la creación del mundo» (Mt 25, 34).

6. Otra parábola nos ayuda a comprender que nunca es demasiado tarde para entrar en la Iglesia. Dios puede dirigir su invitación al hombre hasta el último momento de su vida. Nos referimos a la conocida parábola de los obreros de la viña: «El reino de los cielos es semejante a un propietario que salió a primera hora de la mañana a contratar obreros para su viña» (Mt 20, 1). Salió, luego, a diferentes horas del día, hasta la última. A todos dio un jornal, pero a algunos, además de lo estrictamente pactado, quiso manifestarles todo su amor generoso.

Estas palabras nos traen a la memoria el episodio conmovedor que narra el evangelista Lucas sobre el «buen ladrón» crucificado al lado de Cristo en el Gólgota. A él la invitación se le presentó como una manifestación de la iniciativa misericordiosa de Dios: cuando, a punto de expirar, exclamó: «Jesús, acuérdate de mí cuando vengas con tu Reino», oyó de boca del Redentor-Esposo, condenado a morir en la cruz: «Yo te aseguro: hoy estarás conmigo en el Paraíso» (Lc 23, 42-43).

7. Citemos otra parábola de Jesús: «El reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo que, al encontrarlo un hombre, vuelve a esconderlo y, por la alegría que le da, va, vende todo lo que tiene y compra el campo aquel» (Mt 13, 44). De modo parecido, también el mercader que andaba buscando perlas finas, «al encontrar una perla de gran valor, va, vende todo lo que tiene y la compra» (Mt 13, 45). Esta parábola enseña una gran verdad a los llamados: para ser dignos de la invitación al banquete real del Esposo es necesario comprender el valor supremo de lo que se nos ofrece. De aquí nace también la disponibilidad a sacrificarlo todo por el reino de los cielos, que vale más que cualquier otra cosa. Ningún valor de los bienes terrenos se puede parangonar con él. Es posible dejarlo todo, sin perder nada, con tal de tomar parte en el banquete de Cristo-Esposo.

Se trata de la condición esencial de desprendimiento y pobreza que Cristo nos señala, junto con las restantes, cuando llama bienaventurados a «los pobres de espíritu», a «los mansos» y a «los perseguidos por causa de la justicia», porque «de ellos es el reino de los cielos» (cf. Mt 5, 3. 10); y cuando presenta a un niño como «el mayor en el reino de los cielos»: «Si no cambiáis y os hacéis como los niños, no entraréis en el reino de los cielos. Así pues, quien se haga pequeño como este niño, ése es el mayor en el reino de los cielos» (Mt 18, 2-4)

8. Podemos concluir, con el Concilio Vaticano II, que en las palabras y en las obras de Cristo, especialmente en su enseñanza a través de las parábolas, «este reino ha brillado ante los hombres» (Lumen gentium, 5) . Predicando la llegada de ese reino, Cristo fundó su Iglesia y manifestó su íntimo misterio divino (cf.Lumen gentium, 5).


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