En aquel tiempo se puso Jesús a recriminar a las ciudades donde había hecho casi todos sus milagros, porque no se habían convertido: "¡Ay de ti, Corozaín; ay de ti, Betsaida! Si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que en vosotras, hace tiempo que se habrían convertido, cubiertas de sayal y ceniza. Os digo que el día del juicio les será más llevadero a Tiro y a Sidón que a vosotras. Y tú, Cafarnaúm, ¿piensas escalar el cielo? Bajarás al abismo. Porque si en Sodoma se hubieran hecho los milagros que en ti, habría durado hasta hoy. Os digo que el día del juicio le será más llevadero a Sodoma que a ti".(Aciprensa.com)
Meditación de San Juan Crisóstomo
(...)
-Considera, por otra parte, cómo los judíos también por otros caminos eran llevados a diversas sentencias y pareceres. -
Habiendo ellos dicho que Juan era un endemoniado, no se detuvieron aquí, sino que también lo afirmaron de Cristo, que vivía de un modo contrario al de Juan. Hasta ese punto andaban traídos y llevados de encontrados y varios pareceres. Lucas, aparte de esa acusación, aduce otra más grave, cuando dice: Los publícanos justificaron a Dios recibiendo el bautismo de Juan. Y una vez que la Sabiduría quedó justificada; una vez que demostró que todo se había cumplido, se querella de las ciudades de Cristo y llama a sus habitantes míseros, pues no logró persuadirlos, lo cual es peor que si les pusiera terror. Usó de la enseñanza y de los milagros. Mas, como permanecieron en su misma incredulidad, finalmente los querella y dice el evangelista: Comenzó entonces a increpar a las ciudades en que había hecho muchos milagros, porque no habían hecho penitencia, diciendo: ¡Ay de ti, Corazín! ¡ay de ti, Betsaida! Y para que veas que ellos no eran tales por naturaleza, pone el nombre de las ciudades de donde habían salido cinco apóstoles. Porque de ahí eran Felipe y los dos pares de corifeos (Pedro y Andrés, Santiago y Juan).
Y dice: Porque si en Tiro y Sidón se hubieran hecho los milagros que en vosotras, mucho ha que habrían hecho penitencia en saco y ceniza. Así, pues, os digo que Tiro y Sidón serán tratadas con menos rigor que vosotras en el día del juicio. Y tú, Cafarnaúm, ¿te levantarás hasta el cielo? ¡Hasta el infierno serás precipitada! Porque si en Sodoma se hubieran hecho los milagros hechos en ti, hasta hoy subsistirán. Así, pues, os digo que el país de Sodoma será tratado con menos rigor que tú el día del juicio. No sin motivo nombra a Sodoma, sino para agrandar el peso de la acusación. Porque gran argumento de perversidad es que aparezcan peores que los malvados que antes existieron y no solamente que los que ahora viven.
Del mismo modo los condena en otra parte, comparándolos con los ninivitas y con la reina del Austro; con la diferencia de que en este último pasaje compara a los que han obrado el bien; y en aquel otro a los que han obrado el mal, lo que es todavía más grave. Ezequiel usó de este mismo modo de condenar cuando dijo de Jerusalén: Hasta el punto de hacer justas a tus hermanas con todas las abominaciones que tu has cometido. Suele en el Antiguo Testamento proceder en esta forma cuando se trata de esta materia. Y no terminó aquí su discurso, sino que aumentóles el terror diciendo que sufrirán más graves tormentos que los de Sodoma y los de Tiro. Así, de todos lados los excita, bien llamándolos míseros, bien metiéndoles miedo.
Apliquémonos a nosotros mismos esto, pues no sólo a los incrédulos, sino también a nosotros nos amenazó con el castigo mayor que a los de Sodoma, si no recibimos y hospedamos a los peregrinos que vienen a nosotros, cuando ordenó a los apóstoles que aún sacudieran el polvo de su calzado. Y con razón. Pues aquéllos, si pecaron, cayeron antes de la Ley y de la gracia; pero nosotros, que pecamos después de tantos cuidados como se nos han prodigado ¿de qué perdón seremos dignos si mostramos tan grande aborrecimiento a los huéspedes y cerramos las puertas a los necesitados y antes que las puertas, los oídos mismos? Y no sólo a los pobres sino también a los necesitados. Las cerramos a los pobres porque las cerramos a los apóstoles. Es que mientras se lee a Pablo, tú no atiendes; y cuando Juan nos predica, tú no lo oyes. Entonces ¿cuándo darás hospitalidad al pobre, pues ni siquiera al apóstol recibes?
Así pues, para que a éstos las puertas y a aquéllos los oídos queden abiertos, limpiemos de los oídos del alma todas las suciedades. (...)
Si anhelas recrearte, anda a los jardines, al río que al lado se desliza, a los estanques. Contempla los huertos, escucha las cigarras que cantan, paséate por entre los sepulcros de los mártires, en donde se encuentra la salud de los cuerpos y la utilidad de las almas, sin daño alguno y sin remordimientos después, como después de aquellos espectáculos. Tienes esposa, tienes hijos. ¿Qué deleite hay que a ése se iguale? Tienes hogar, tienes amigos : esto alegra y juntamente con la templanza, produce ganancias grandes. ¿Qué hay, te pregunto, más suave que los hijos? ¿qué más dulce que la esposa para quienes son continentes? Corre entre la gente un dicho que aunque es de bárbaros pero está henchido de filosofía. Como ellos oyeran contar acerca de esos teatros perversos y de su infame deleite, comentaban: Los romanos, como si no tuvieran hijos ni esposas, inventaron esos placeres, con los que manifiestan que nada hay más dulce que los hijos y las esposas, si se quiere vivir honestamente.
-¡Bueno!, dirás. Pero, ¿si yo demuestro que ningún daño se sigue de presentarse con frecuencia en el teatro [o la televisión entre otros]?-
Respondo que ya esto mismo es un gravísimo daño: el perder el tiempo y escandalizar a otros sin causa ni motivo. Aun cuando tú no sufras daño, haces que el otro se aficione a tales espectáculos. Sin embargo, ¿cómo dices que no recibes daño, cuando das ocasión para esos espectáculos? Porque el charlatán adivino, el joven corrompido, la fornicaria, todos esos coros diabólicos, te hacen causante de los dichos espectáculos. Así como si no hubiera espectadores no habría quienes dieran el espectáculo, así, porque hay espectadores, comparten éstos la responsabilidad del fuego que desde ahí se reparte. De modo que aún cuando nada padezca con ello tu castidad -¡cosa que es imposible!- pagarás el grave castigo de los otros, ya sean espectadores ya actores.
-Por lo que mira a la castidad [pureza], más habrías ganado con no asistir. Si ahora eres casto, más lo serías si no hubieras asistido.-
No discutamos, pues, inútilmente, ni busquemos vanas excusas. No hay sino una excusa, una defensa: huir de ese horno babilónico, vivir lejos de esa meretriz egipcia, aunque sea necesario abandonarle el manto. Así gozaremos de gran placer porque nuestra conciencia no nos acusará y llevaremos una vida casta y conseguiremos los bienes eternos, por gracia y benignidad de nuestro Señor Jesucristo, al que sea la gloria y el poder, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.
La edición y el subrayado son nuestros.
San Juan Crisóstomo, Homilia XXXVI (XXXVII), (Traducción directa del griego por Rafael Ramírez Torres , S. J - Clerus.org)
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