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9 de julio de 2012

Él dijo: ¨La niña no está muerta, está dormida", y se reían de él



Del Evangelio según San Mateo 9, 18-26

En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba, se acercó un personaje que se arrodilló ante él y le dijo: "Mi hija acaba de morir. Pero ven tú, ponle la mano en la cabeza, y vivirá". Jesús lo siguió con sus discípulos. Entretanto, una mujer que sufría flujos de sangre desde hacía doce años, se le acercó por detrás y le tocó el borde del manto, pensando que, con sólo tocarle el manto, se curaría. Jesús se volvió, y al verla le dijo: "¡Animo, hija! Tu fe te ha curado. Y en aquel momento quedó curada la mujer. 

Jesús llegó a casa del personaje y, al ver a los flautistas y el alboroto de la gente, dijo: "¡Fuera! La niña no está muerta, está dormida". Se reían de él. Cuando echaron a la gente, entró él, cogió la niña de la mano, y ella se puso en pie. La noticia se divulgó por aquella comarca. (Aciprensa.com)

Meditación de San Juan Crisóstomo

A los discursos siguió la obra, de manera que más aún quedara cerrada la boca de los fariseos. Porque el que se acercó era un príncipe de la sinagoga y su pena era grave; porque la jovencita era hija única, tenía unos doce años, o sea que estaba en la flor de su edad. Pero Él al punto la resucitó. (…)

-Considera cuan rudo es aún en la fe este jefe. Porque dos cosas pide a Cristo: que vaya a su casa y que imponga sobre la joven sus manos.-
Esto indica que al salir de su casa había dejado a la niña ya expirando. (…) Los que son aún rudos en la fe, necesitan ver señales sensibles. Marcos refiere que Jesús tomó consigo a tres de los discípulos; y lo mismo dice Lucas. Mateo dice sencillamente: a sus discípulos. 

(…)

Y cuando se levantó para ir, muchos lo siguieron, como quien va a presenciar un gran milagro, y también por la dignidad de Cristo, y finalmente porque muchos, un tanto rudos en la fe, buscaban de Él no tanto la salud del alma como la del cuerpo.

De modo que se arremolinaban, unos empujados por sus propias enfermedades y otros anhelando presenciar la curación de terceros. Pero con el anhelo de escuchar su doctrina, todavía se le acercaban pocos. Y no les permitió entrar en la casa, sino a sólo los discípulos, y aun no a todos ellos. (…)

He aquí que una mujer que padecía flujo de sangre hacía doce años, se le acercó por detrás y le tocó la orla del vestido, diciendo para sí misma: Con sólo que toque su vestido seré sana.

-¿Por qué no se le acercó confiadamente?-

Porque le daba vergüenza su enfermedad, pues se juzgaba inmunda conforme a la Ley. Si la que padecía su regla o menstruación era tenida como inmunda, mucho más pudo creerlo así la que padecía tan mortal enfermedad; pues según la Ley semejante impureza se tenía por muy grande. Tal es el motivo de que se oculte y esconda. Por lo demás, esta mujer aún no tenía acerca de Jesús la debida y perfecta opinión; pues de lo contrario no habría pensado que podía ocultársele. Y es esta la primera mujer que públicamente se le acerca.

Sin duda oyó que El también curaba a las mujeres y que iba hacia una niña que acababa de fallecer. No se atrevió a llamarlo a su casa, aun cuando era rica; ni se le acercó a la vista de todos; sino que a ocultas tocó con fe sus vestidos. No dudó ni se dijo: ¨¿quedaré libre de mi enfermedad o no?¨ Sino que, segura de que sanaría, se acercó.
Porque: decía para sí: Con sólo que toque su vestido seré sana. Sabía ella de qué casa acababa de salir Jesús, o sea de la de un publicano; [Mateo] y quiénes eran los que lo seguían, o sea pecadores y publícanos. Y estas cosas le ponían fe. Y ¿qué hace Cristo? No dejó que ella se ocultara, sino que la sacó al medio, y por muchos motivos quiso que fuera conocida. (…)

Ante todo, Cristo quita el temor a la mujer para que no la agiten los remordimientos, como si hubiera robado a ocultas aquel beneficio y tuviera ese escrúpulo. Luego, la corrige de pensar que podía ocultársele. En tercer lugar descubre a todos la fe de aquella mujer, para que otras la imiten. Y manifiesta un milagro no pequeño al demostrar que todo lo sabe, cuando cura a la mujer de su flujo sanguíneo. Finalmente, confirma en la fe, mediante aquella mujer, al arquisinagogo [El principal de la sinagoga], cuya fe peligraba, con lo que habría perdido todo. Porque acababan de llegar algunos que le decían: No molestes al Maestro, porque la joven ha muerto ya.

Y los que estaban en la casa del jefe se burlaban de Jesús, porque dijo que la joven estaba dormida. Y es verosímil que también el padre de la joven se inclinara a burlarse. Y para curarlo de semejante debilidad, desde luego lleva al medio a la mujer. Y como el padre estaba aún muy rudo en las cosas de la fe, oye qué le dice: ¨No temas; cree tan sólo y será sana tu hija¨. Porque de propósito iba dando largas para llegar cuando ya hubiese muerto ella, de modo que la resurrección quedara de manifiesto. Va pues caminando algo lento y habla largamente con la mujer, a fin de que mientras tanto la doncella expirara; y se acercaron los que comunicaron al jefe su muerte y le dijeron: No molestes al Maestro, porque la joven ha muerto ya.

Deja entender esto el evangelista cuando dice: Aún estaba luz-blando cuando llegaron de la casa unos que dijeron al jefe: Ha muerto tu hija. No molestes al Maestro. Quería Jesús que la muerte se divulgara y la creyeran, a fin de que no recayera sospecha alguna sobre la verdad de la resurrección. (…)

-¿Observas cómo esta mujer es superior al arquisinagogo?-

No retuvo al Maestro, no lo tomó aparte, solamente lo tocó con la punta de sus dedos; y habiendo llegado en segundo lugar, fue sanada la primera. Aquél llevó al médico a su casa; a ésta le bastó el contacto; pues aunque la enfermedad la deprimía, la fe le daba alas y la levantaba.
 
-Considera en qué forma la consuela Cristo diciéndole: ¨Tu fe te ha hecho sana¨.- Ciertamente, si la hubiera sacado al público por ostentación, no habría añadido eso. Pero lo dijo para instruir al arquisinagogo en el modo de creer y en alabanza de la mujer; y también para con estas palabras darle utilidad y gozo, no menos que con la curación corporal.

(…)Jesús le infundió confianza y juntamente con la salud corporal le dio otros viáticos para su camino, al decirle: ¡Vete en paz!

Cuando llegó Jesús a la casa del jefe, viendo a los flautistas y a la muchedumbre de plañideras [mujeres llamadas y pagadas que iba a llorar a los entierros para dar más importancia al enterrado], dijo: Retiraos, que la niña no está muerta: duerme. Y se reían de él. Muestra bella de lo que eran los arquisinagogos, pues que, tras la muerte, necesitaban para conmover el llanto valerse de flautas y címbalos.
 
(…)

Y no sólo la resucita, sino que ordena que le den alimento, para que no crean que se trata de un fantasma. Y no se lo da El, sino que ordena que otros se lo den. Lo mismo que en el caso de Lázaro, cuando dice: Saltadlo y dejadlo ir; y luego lo hizo participante en el banquete. Porque suele siempre comprobar cuidadosísimamente la muerte lo mismo que la resurrección.

- Pero tú no te fijes únicamente en la resurrección, sino en que ordenó que a nadie lo contaran, para que en todo aprendas que el fausto y la vanagloria en absoluto se deben evitar. Y además para que aprendas que El a los lamentadores los echó de la casa y en cierta forma los declaró indignos de presenciar el milagro.-
Pero tú no te salgas junto con los flautistas, sino permanece ahí con Pedro, Juan y Santiago. Y si entonces Jesús los echó fuera, mucho más lo hará ahora. Porque entonces aún no era manifiesto que la muerte se había reducido a un sueño; en cambio, eso ahora brilla más claro que el sol. (…)

La edición y el subrayado son nuestros


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San Juan Crisóstomo, Homilia XXXI (XXXII),(Traducción directa del griego por Rafael Ramírez Torres , S. J)

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