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28 de julio de 2012

El trigo y la cizaña crecen hasta el momento de Dios.

Buen día en el Señor, el evangelio de hoy nos presenta la parábola del trigo y la cizaña (Mateo 13,24-30). Durante siglos, por causa de la observancia de las leyes de pureza, los judíos habían vivido separados de las demás naciones. Este aislamiento marcó su vida. Y hasta después de haberse convertido, algunos seguían estas mismas observancias que los separaban de los demás. Ellos querían la pureza total. Cualquier señal de impureza debía de ser extirpada en nombre de Dios. “No puede haber tolerancia con el pecado”, así decían.

El sembrador siembra la buen semilla. ¨El Reino de los Cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo¨.El hombre de por si busca encontrarse con alguien. Y este anhelo del ¨encuentro¨ es una respuesta al Amor de Dios que nos reúne. De esta manera nacen parejas, familias, comunidades de algún tipo, en los cuales hay un propósito bueno y de servicio.  La palabra de Dios que expresa ese Amor, también ¨siembra¨ ese encuentro en el  ¨campo¨ del Señor.

La siembra del enemigo. ¨Los siervos del amo se acercaron a decirle: `Señor, ¿no sembraste semilla buena en tu campo? ¿Cómo es que tiene cizaña?¨ y el dueño respondió: ¨Un enemigo lo hizo¨. El catecismo nos enseña: ¨En esta petición [del padre nuestro], el mal no es una abstracción, sino que designa una persona, Satanás, el Maligno, el ángel que se opone a Dios. El "diablo" ["dia-bolos"] es aquel que "se atraviesa" en el designio de Dios y su obra de salvación cumplida en Cristo¨. (Catecismo 2851)

El enemigo es una persona espiritual, es el diablo (Mt 13,39), el que divide, el que odia a Dios y se opone a nuestra salvación. Es aquel que siembra división dentro de nuestras familias y comunidades, se manifiesta en nuestros pecados y nuestra inclinación al mal. Por ello, el deseo de dominar, de poder, de vanidad, de orgullo y de desconfiar, que son faltas al Amor de Dios y al prójimo.

Los siervos quieren recojerla. ¨Dícenle los siervos: `¿Quieres, pues, que vayamos a recogerla?'¨Reacción solicita y dispuesta pero ciertamente imprudente, pues pensaban en una sola cosa: la de salvar la buena semilla a ¨toda costa¨. La poca prudencia, la vemos en la consulta a su Señor.

En nosotros, se manifiesta en el deseo de cambiar las cosas motivados por el rechazo a la diferencia u oposición a los otros.  Que nos hace decir o sentir: ¨Ellos no son como nosotros, hay que cambiar las cosas¨

La calma del Señor. Díceles: `No, no sea que, al recoger la cizaña, arranquéis a la vez el trigo. Dejad que ambos crezcan juntos hasta la siega. Y al tiempo de la siega, diré a los segadores: Recoged primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo recogedlo en mi granero.'» El Señor contradice en todo a los siervos, en lo que dice y en la actitud que muestra, pues decide esperar el momento oportuno. El Señor ama al trigo más que los siervos, y no está dispuesto a perderlo, no quiere siquiera arriesgarse. 

La paciencia y la mansedumbre: ¨Es propio de la virtud de la paciencia moderar los excesos de la tristeza, y de la virtud de la mansedumbre moderar los arrebatos de cólera que se levanta impetuosa para rechazar el mal presente. El esfuerzo por ejercer la paciencia y la mansedumbre como virtudes requiere un combate que requiere violentos esfuerzos y grandes sacrificios. Pero cuando la paciencia y la mansedumbre son frutos del Espíritu Santo, apartan a sus enemigos sin combate, o si llegan a combatir, es sin dificultad y con gusto. La paciencia ve con alegría todo aquello que puede causar tristeza. Así los mártires se regocijaban con la noticia de las persecuciones y a la vista de los suplicios. Cuando la paz está bien asentada en el corazón, no le cuesta a la mansedumbre reprimir los movimientos de cólera; el alma sigue en la misma postura, sin perder nunca su tranquilidad. Porque al tomar el Espíritu Santo posesión de todas sus facultades y residir en ellas, aleja la tristeza o no permite que le haga impresión y hasta el mismo demonio teme a esta alma¨ (corazones- org) 

En nosotros y en nuestras comunidades, hay deseos, actitudes o actos que ama el Señor pues por que El los ha sembrado. Por ello quiere protegerlos, guardarlos y cuidarlos. Ante esto nos da la gracia, su ayuda, con la paciencia y la mansedumbre para enfrentar la tristeza del conflicto, moderar nuestro deseo de violencia y no perder la tranquilidad y la paz que es su presencia hasta el momento oportuno que actúe en nuestras vidas. 

En este día, descubramos el trigo y la cizaña presentes en nosotros mismos y en nuestras familias, y entregémoselas al Amor de Dios. 

Que la misericordia y la confianza en el Señor no les falte. 

Gracias.  
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