Buen día en el Señor, en el evangelio de hoy (Mt 10. 1-7) se da el inicio del ¨Sermón de la Misión¨, en la que se manifiestan tres asuntos: (i) el llamado de los discípulos (Mt 10,1); (ii) la lista de nombres de los doce apóstoles que van a ser los destinatarios del sermón de la misión (Mt 10,2-4); (iii) el envío de los doce (Mt 10,5-7).
El llamado de los doce discípulos. La misión del discípulo es seguir a Jesús, el Maestro, formando comunidad con él y realizando la misma misión de Jesús: expulsar a los espíritus inmundos, curar toda dolencia y enfermedad. Jesús instituyó Doce, como las doce tribus de Israel, puesto que en ellos se construiría ¨El Nuevo Israel¨ : La Iglesia.
Para el Santo Padre, el «seguir a Cristo» consistía : ¨en los primeros siglos, significaba que estas personas habían decidido dejar su profesión, sus negocios, toda su vida para ir con Jesús. Significaba emprender una nueva ¨profesión¨: la de discípulo. El contenido fundamental de aquella consistía en ir con el maestro, confiar totalmente en su guía. De este modo, el seguimiento era algo exterior y al mismo tiempo muy interior. El aspecto exterior consistía en caminar tras Jesús en sus peregrinaciones por Palestina; el interior, en la nueva orientación de la existencia, que ya no tenía sus mismos puntos de referencia en los negocios, en la profesión, en la voluntad personal, sino que se abandonaba totalmente en la voluntad de Otro. Ponerse a su disposición se había convertido en la razón de su vida. La renuncia que esto implicaba, el nivel de desapego, lo podemos reconocer de manera sumamente clara en algunas escenas de los Evangelios. ¨ (*)
El envío o misión de los doce apóstoles para las ovejas perdidas de la casa de Israel. Después de haber enumerado los nombres de los doce, Jesús los envía con estas recomendaciones: "«No toméis camino de gentiles ni entréis en ciudad de samaritanos; dirigíos más bien a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Yendo proclamad que el Reino de los Cielos está cerca”.
Esta única frase revela una preferencia de la misión por ¨la casa de Israel¨: (i) No tomar el camino de los paganos, (ii) no entrar en las ciudades samaritanas, (iii) ir primero a las ovejas perdidas de Israel. Esto nos muestra la preocupación de Jesús por continuar la preferencia de su Padre, en el Antiguo Testamento nos muestra que Israel fue el pueblo elegido por Dios para conocerle, honrarle, bendecirle y darle gracias.
Para nosotros hoy, volviendo al Santo Padre, «seguir a Cristo» : ¨se trata de un cambio interior de la existencia. Exige que ya no me cierre en mi yo, considerando mi autorrealización como la razón principal de mi vida. Exige entregarme libremente al Otro por la verdad, por el amor, por Dios, que en Jesucristo, me precede y me muestra el camino. Se trata de la decisión fundamental de dejar de considerar la utilidad, la ganancia, la carrera y el éxito como el objetivo último de mi vida, para reconocer sin embargo como criterios auténticos la verdad y el amor. Se trata de optar entre vivir sólo para mí o entregarme a lo más grande. Hay que tener en cuenta que verdad y amor no son valores abstractos; en Jesucristo se han convertido en una Persona. Al seguirle a Él, me pongo al servicio de la verdad y del amor. Al perderme, vuelvo a encontrarme.¨ (*)
Debemos cambiar de vida desde lo profundo de nosotros, empezando por una entrega libre, verdadera y amorosa a Cristo. Esto supone que ya no viviremos para nosotros, nuestras necesidades, gustos o proyectos, sino sólo para Él, en donde los otros nos ayudan para encontrarlo a Él.
El llamado de los doce discípulos. La misión del discípulo es seguir a Jesús, el Maestro, formando comunidad con él y realizando la misma misión de Jesús: expulsar a los espíritus inmundos, curar toda dolencia y enfermedad. Jesús instituyó Doce, como las doce tribus de Israel, puesto que en ellos se construiría ¨El Nuevo Israel¨ : La Iglesia.
Para el Santo Padre, el «seguir a Cristo» consistía : ¨en los primeros siglos, significaba que estas personas habían decidido dejar su profesión, sus negocios, toda su vida para ir con Jesús. Significaba emprender una nueva ¨profesión¨: la de discípulo. El contenido fundamental de aquella consistía en ir con el maestro, confiar totalmente en su guía. De este modo, el seguimiento era algo exterior y al mismo tiempo muy interior. El aspecto exterior consistía en caminar tras Jesús en sus peregrinaciones por Palestina; el interior, en la nueva orientación de la existencia, que ya no tenía sus mismos puntos de referencia en los negocios, en la profesión, en la voluntad personal, sino que se abandonaba totalmente en la voluntad de Otro. Ponerse a su disposición se había convertido en la razón de su vida. La renuncia que esto implicaba, el nivel de desapego, lo podemos reconocer de manera sumamente clara en algunas escenas de los Evangelios. ¨ (*)
El envío o misión de los doce apóstoles para las ovejas perdidas de la casa de Israel. Después de haber enumerado los nombres de los doce, Jesús los envía con estas recomendaciones: "«No toméis camino de gentiles ni entréis en ciudad de samaritanos; dirigíos más bien a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Yendo proclamad que el Reino de los Cielos está cerca”.
Esta única frase revela una preferencia de la misión por ¨la casa de Israel¨: (i) No tomar el camino de los paganos, (ii) no entrar en las ciudades samaritanas, (iii) ir primero a las ovejas perdidas de Israel. Esto nos muestra la preocupación de Jesús por continuar la preferencia de su Padre, en el Antiguo Testamento nos muestra que Israel fue el pueblo elegido por Dios para conocerle, honrarle, bendecirle y darle gracias.
Para nosotros hoy, volviendo al Santo Padre, «seguir a Cristo» : ¨se trata de un cambio interior de la existencia. Exige que ya no me cierre en mi yo, considerando mi autorrealización como la razón principal de mi vida. Exige entregarme libremente al Otro por la verdad, por el amor, por Dios, que en Jesucristo, me precede y me muestra el camino. Se trata de la decisión fundamental de dejar de considerar la utilidad, la ganancia, la carrera y el éxito como el objetivo último de mi vida, para reconocer sin embargo como criterios auténticos la verdad y el amor. Se trata de optar entre vivir sólo para mí o entregarme a lo más grande. Hay que tener en cuenta que verdad y amor no son valores abstractos; en Jesucristo se han convertido en una Persona. Al seguirle a Él, me pongo al servicio de la verdad y del amor. Al perderme, vuelvo a encontrarme.¨ (*)
Debemos cambiar de vida desde lo profundo de nosotros, empezando por una entrega libre, verdadera y amorosa a Cristo. Esto supone que ya no viviremos para nosotros, nuestras necesidades, gustos o proyectos, sino sólo para Él, en donde los otros nos ayudan para encontrarlo a Él.
En este día, decidamos entregarnos libremente al Señor, para que sea Él,verdadero y amoroso, señor de nuestra vida.
Que la misericordia y la confianza en el Señor no les falte.
Gracias.
Que la misericordia y la confianza en el Señor no les falte.
Gracias.
Más información en:
No hay comentarios:
Publicar un comentario