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23 de junio de 2012

"El nacimiento de Juan Bautista: Juan es su nombre"

Del Santo Evangelio según San Lucas 1,57-66.80

A Isabel se le cumplió el tiempo del parto y dio a luz un hijo. Se enteraron sus vecinos y parientes de que el Señor le había hecho una gran misericordia, y la felicitaban. A los ocho días fueron a circuncidar al niño, y lo llamaban Zacarías, como a su padre. La madre intervino diciendo: "¡No! Se va a llamar Juan." Le replicaron: "Ninguno de tus parientes se llama así."Entonces preguntaban por señas al padre cómo quería que se llamase. El pidió una tablilla y escribió: "Juan es su nombre." 

Todos se quedaron extrañados. Inmediatamente se le soltó la boca y la lengua, y empezó a hablar bendiciendo a Dios. Los vecinos quedaron sobrecogidos, y corrió la noticia por toda la montaña de Judea. Y todos los que lo oían reflexionaban diciendo: "¿Qué va ser este niño?" Porque la mano del Señor estaba con él. El niño iba creciendo, y su carácter se afianzaba; vivió en el desierto hasta que se presentó a Israel.

Meditación de Juan XXIII
(...)
En las antiguas oraciones es nombrado San Miguel, príncipe de las milicias celestiales, innumerables e invisibles. Pero la primera figura de hombre, con cuerpo y alma, que avanza ante nuestra mirada, propuesta a nuestro respeto y veneración, es San Juan Bautista, flor solitaria y tardía de Zacarías e Isabel, llamados a preparar, por medio de la voz de este inesperado hijo, el mensaje celestial y la invitación a la generación universal que los profetas habían prometido, desde hacía siglos.

¡Qué exclamación la que salió de los labios de aquel anciano afortunado y emocionado que había recuperado la palabra! "Et tu, puer, propheta Altissimi vocaberis, praeibis enim ante faciem Domini parare vias eius" (Lc 1, 76). (Tú, hijo, serás llamado Profeta del Altísimo, pues irás delante de Él para prepararle el camino.)

Aquel Benedictus [cántico de Zacarías], todo en conjunto, cuyo alegre eco nos ha conservado San Lucas, como exaltación del palpitar religioso de todos los siglos, como invitación para toda alma sacerdotal, que saludando la luz de la mañana, de todas las mañanas, es llamada a encontrar en aquella luz como la aparición del rostro de Cristo, renaciendo siempre para salvar y bendecir al mundo, a lo largo de los siglos.

La primera constatación del honor de preferencia, reservado a San Juan Bautista, aparece en seguida en los relatos evangélicos, es decir, a los comienzos del Magisterio Divino de Cristo Salvador [vida pública de Cristo], tanto en las primeras páginas de San Mateo, como de San Marcos, San Lucas y San Juan.

(...)
No tratándose de un simple primer puesto como si se dedicara a un santo singular de carácter casi doméstico y local, sino a un verdadero Precursor del Señor corno él fue en su nacimiento y como permaneció en su muerte; su muerte violenta que precedió a la misma de San Esteban Protomártir [primero que murió por la Fe]. Es de San Ambrosio la idea de que el Bautista continúa siempre, aún en la acción que el ejerce desde el cielo sobre las almas que él protege, teniéndolas próximas a sí y a su espíritu, en íntima conformidad con cuanto cantó en el Benedictus su anciano padre, enfocando la luz de la fe sobre nuestras almas, enderezando los caminos tortuosos de la vida, impidiéndonos caer en los abismos del error, y ayudándonos a rellenar nuestros valles con las más bellas virtudes, mortificando todo el orgullo humano para postrarnos ante el Señor y dirigir siempre nuestros pasos por los caminos de la paz. (San Ambrosio in Lucam, 1, 38).

Sobre los monumentos de veneración de toda la Iglesia católica a San Juan Bautista, basta recordar los títulos y altísimos merecimientos de este precursor, los prodigiosos acontecimientos acaecidos en su nacimiento, su dignidad de profeta del Altísimo, cerrando el período del Antiguo Testamento y abriendo las puertas del Nuevo, el primer santo canonizado y, reconozcámoslo, canonizado por Cristo en persona cuando dijo en alta voz: "Entre los nacidos de mujer, no hay ninguno más grande que San Juan Bautista" (Mt 11, 11).

Finalmente su glorioso martirio, su cabeza en la bandeja después de la decapitación; "conticescit et adhuc timetur" (calló, y aún es temido). (Ex Libro S. Ambr. Ep. de Virginibus-Liber 3 post initium). Estaba completamente reservado a la veneración del cielo y de la tierra.


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El subrayado es nuestro.

El Evangelio está tomado de Aciprensa.com

Segundas Visperas de la fiesta de San Juan, alocución de S.S Juan XXIII, Roma, Domingo 24 de junio de 1962.





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