Un sábado de aquéllos, Jesús atravesaba un sembrado; los discípulos, que tenían hambre, empezaron a arrancar espigas y a comérselas. Los fariseos, al verlo, le dijeron: "Mira, tus discípulos están haciendo una cosa que no está permitida en sábado". Les replicó: "¿No habéis leído lo que hizo David cuando él y sus hombres sintieron hambre. Entró en la casa de Dios y comieron de los panes presentados, cosa que no les estaba permitida ni a él ni a sus compañeros, sino sólo a los sacerdotes. ¿Y no habéis leído en la ley que los sacerdotes pueden violar el sábado en el templo sin incurrir en culpa? Pues os digo que aquí hay uno que es más que el templo. Si comprendierais lo que significa "quiero misericordia y no sacrificio", no condenaríais a los que no tienen culpa. Porque el Hijo del hombre es señor del sábado".(Aciprensa.com)
Meditación de San Juan Crisóstomo
(…)
Y procedía Jesús así, tanto para glorificar a su Padre en esa forma, como para atender de este modo a la debilidad de los judíos. Así lo hace ahora, teniendo en cuenta la natural necesidad del hambre. Claro es que de lo que fuere manifiestamente pecado no hay defensa posible. Así el homicida no puede poner como excusa la ira, ni el fornicario la concupiscencia, ni otro motivo. En cambio aquí, el oponer lo del hambre los libró de toda culpa. Admira a los discípulos que así estaban de necesitados y sin embargo no tenían solicitud alguna por las cosas corporales; sino que tan a la ligera preparaban su mesa que con frecuencia el hambre los oprimía, pero a pesar de todo no abandonaban a Jesús. Si el hambre no les hubiera apretado mucho, ni aun lo de las espigas habrían hecho.
-¿Qué hacen los fariseos?-
Viendo esto, dice, dijéronle: ¨Mira, tus discípulos hacen lo que no es lícito hacer en sábado¨. No se muestran demasiado exigentes, aun cuando la cosa parecía requerirlo. No andan tan encendidos en ira; pero sin embargo lanzan la acusación, aunque con sencillez. Allá cuando hizo al otro extender la mano y la sanó, andaban tan feroces que hasta deliberaron si matarían a Jesús. Pero acá, como en cosa que no es de milagros, se mantienen más quietos. Cuando ven que algunos son curados en sábado se enfurecen, se turban, se tornan molestísimos: ¡hasta ese punto aborrecen la salud de los hombres!
-¿Cómo los defiende Jesús?-
Les dice: ¨¿No habéis leído lo que hizo David cuando tuvieron hambre él y los suyos que lo acompañaban? ¿Cómo entró en la casa de Dios y comieron los panes de la proposición, que no les era lícito comer a él y a los suyos, sino sólo a los sacerdotes?¨ Cuando defiende a sus discípulos recurre a David; cuando se defiende a sí mismo, recurre a su Padre.
-Observa cuan enérgicamente dice: ¿No habéis leído lo que hizo David?-
Los judíos tenían a este profeta en grandísima estima, hasta el punto de que más tarde, cuando Pedro se defendió delante de ellos, les dijo: ¨ Séame permitido deciros con franqueza, del patriarca David, que murió y fue sepultado¨. Entonces ¿por qué cuando aquí y en otros sitios más tarde lo menciona no alude a su dignidad? Quizá por ser El de su descendencia.
Si ellos hubieran sido hombres probos e indulgentes, les habría alegado tal vez el hambre como motivo, pero como eran malvados e inhumanos, prefiere referirles la historia de David. Marcos dice que sucedió el hecho siendo sacerdote Abiatar, en lo que no contradice a la historia, sino que el dicho sacerdote tenía dos nombres. Y añade que el sacerdote en persona dio a David los panes, con lo que alega al mismo tiempo un gran motivo de excusa, ya que fue el sacerdote quien lo permitió; ni sólo lo permitió, sino que personalmente dio a David los panes.
-No me alegues que David fue profeta, pues ni aun así le estaba permitido comerlos, sino a solos los sacerdotes-
Por esto añadió Jesús: ¨Sino a solo a los sacerdotes¨. David, aun cuando era profeta, no era sacerdote. Más aún: aunque él era profeta, no lo eran los que iban con él. Y el sacerdote también a éstos dio los panes. (…)
-Insistirás: pero ¿no eran ellos iguales a David?-
No me pongas delante la dignidad cuando se trata de transgredir una ley y está de por medio y urge la necesidad natural. (…)
- Preguntarás de nuevo: ¿qué tiene que ver esto con lo que investigábamos?-
Porque David no quebrantó la ley del sábado. Me alegas algo que es de mayor peso y que mejor demuestra la sabiduría de Cristo; puesto que él, dejando a un lado eso del sábado, presenta un ejemplo de cosa de mayor importancia que el sábado. Pues no era lo mismo violar ese día que tocar aquella mesa sagrada, lo cual a nadie le era lícito. El sábado con frecuencia dejó de guardarse. Más aún: constantemente no se guardaba en la circuncisión y en muchas otras obras; y aun sucedió lo mismo allá cuando lo de Jericó, aunque este fue un caso único. De modo que con ejemplo de lo mayor queda razonado lo menor.
-Mas ¿por qué nadie acusó a David, aun cuando había mayor materia de acusación, como fue la hecatombe de sacerdotes que de ahí se siguió? Jesús no trae a la memoria esto, sino que se detiene en lo que hace al caso presente. Sin embargo, por otro camino deshace la acusación. Al comienzo citó a David, abatiendo con la dignidad personal de éste la arrogancia de los judíos. Y una vez que los abatió y reprimió su soberbia, luego les presentó una más idónea solución. ¿Cuál fue? ¿No habéis leído en la Ley que en sábado los sacerdotes violan la ley del sábado sin hacerse culpables? Como si dijera: en el caso de David la ocasión condujo a la violación; en cambio en el de los sacerdotes se viola la ley sin ocasión ni motivo que lo urja.
(…)
-¿Observas cuántas circunstancias agravantes acumuló?-
La del lugar, pues dice haber sucedido en el templo. La de la persona, o sea los sacerdotes. La del tiempo, pues era en sábado. La del hecho mismo, pues dice violan; y no dijo dejan de guardar, sino violan, que es más grave. La de no sólo no ser castigados, sino ni siquiera caer en culpa, pues dice: no son culpables. Ni penséis que esto fue igual a lo que hizo David. Porque lo de David fue una sola vez, y no por los sacerdotes y por necesidad, por lo cual eran dignos de perdón. Mientras que lo segundo se hacía cada sábado y por los sacerdotes y en el templo y de acuerdo con la ley. De modo que no sólo son dignos de perdón, sino que según la ley ni siquiera son culpables. Como si dijera Cristo: No he dicho esto para recriminarlos, pues los declaro no solamente dignos de perdón sino sin culpa según la justicia de la ley. Parece, pues, defender a los sacerdotes al mismo tiempo que libra de culpa a los discípulos. Pues al decir: y no son culpables, es como si dijera: mucho menos éstos.
-Instarás diciendo que los apóstoles no son sacerdotes-
Pero son de mayor dignidad que los sacerdotes; puesto que está aquí presente el Señor del templo: la verdad y no la sola figura. Por eso dijo a los judíos. Pues yo os digo que lo que aquí hay es mayor que el templo. Cuando ellos oyeron estas cosas, nada contestaron, porque no se trata de alguna curación .Mas, como su afirmación parecía pesada a los oyentes, Jesús la dejó al punto en la oscuridad y llevó de nuevo el discurso al perdón, y les dijo no sin un modo de reprensión: ¨Si entendierais lo que significa: Prefiero la misericordia al sacrificio, no condenaríais a los inocentes¨. Trajo primero el ejemplo de los sacerdotes y afirmó ser ellos inocentes. Luego añadió lo otro de su cosecha; o mejor dicho, tomándolo también de la ley, pues les repitió una sentencia profética.
Finalmente trae otra razón diciendo: ¨Porque el Hijo del hombre es Señor del sábado, en referencia a Sí mismo¨. Marcos cuenta que lo dijo en referencia a toda la naturaleza humana, diciendo: El sábado ha sido hecho para el hombre y no el hombre para el sábado. Preguntarás: entonces ¿por qué se castigó al hombre que recogía leña en sábado? Porque si a los comienzos se hubieran menospreciado las leyes, más tarde con dificultad se habrían guardado. A los principios la ley del sábado era útil en muchas y graves cosas. Así, por ejemplo, hacía que los hombres fueran mansos y humanos con sus parientes, les enseñaba la providencia de Dios, la creación, como lo dice Ezequiel: ¨Los instruyó poco a poco para que se abstuvieran de la maldad y para que se aplicaran a las cosas espirituales¨.
Si cuando puso Dios la ley del sábado les hubiera dicho: haced obras buenas el sábado y no obréis la maldad, el pueblo no habría guardado esa ley. Por tal motivo, lo vedó todo y dijo: ¨Nada haréis¨. Y ni aun así se mantuvieron en el orden. Cuando Dios puso la ley del sábado, oscuramente dio a entender que su deseo era solamente que se abstuvieran de lo malo. Dijo: No haréis obra alguna fuera de lo tocante a aderezar lo que cada cual haya de comer? En cambio, en el templo se hacían todas las obras con mayor empeño y doble trabajo. De este modo, mediante la sombra les iba descubriendo la verdad.
-Preguntarás: entonces ¿toda aquella ganancia la suprimió Cristo?-
De ninguna manera. Por el contrario, en gran manera la aumentó. Porque era ya tiempo de que fuéramos instruidos en cosas más altas. No convenía atar las manos a quien, sacado ya de la maldad, volaba en prosecución de todo bien; ni convenía tampoco ya por ese medio conocer que Dios es el creador de todas las cosas; ni ser así educados para la mansedumbre los que eran llamados a imitar la benignidad de Dios. Pues dijo Cristo: Sed misericordiosos como vuestro Padre celestial. Ni convenía que celebraran sólo un día festivo aquellos a quienes se ordenaba tener como festivos todos los días de la vida.
Porque dice: Celebremos, pues, la festividad, no con la levadura vieja, no con la levadura de la malicia y la maldad, sino con los ázimos de la pureza y la verdad. No les conviene ya acercarse al arca y al altar de oro a quienes tienen habitando consigo al Señor de todos; al que para todo le hablan y le consultan por medio de la oración, el sacrificio, las Escrituras, las limosnas; al que llevan dentro de sí.
-¿Qué necesidad hay ya del sábado para quienes celebran fiesta perpetua y viven en el cielo?-
Celebremos, pues, fiesta perpetua y nada malo obremos, porque esto es la fiesta verdadera. Atendamos a las cosas espirituales, apartémonos de las terrenas, descansemos con el descanso del espíritu apartando nuestras manos de la avaricia, apartando los cuerpos de trabajos superfluos, e inútiles: esos con que en otro tiempo fue afligido en Egipto el pueblo hebreo. Porque en nada nos diferenciamos los que andamos amontonando el oro de aquellos que estaban obligados a hacer ladrillos y obras de barro y eran azotados mientras recogían pajas para la obra.
También ahora el demonio, como entonces el Faraón, ordena hacer ladrillos. Al fin y al cabo ¿qué es el oro sino barro? ¿qué la plata sino pajas? Porque la plata, al modo de las pajas, inflama la codicia; y el oro, al modo del barro, mancha a quien lo posee. Por esto nos ha enviado Dios, no a Moisés desde el desierto, sino a su Hijo desde el cielo. Si pues aun tras de su venida, permaneces en Egipto, sufrirás los mismos castigos que los egipcios. Pero si sales de Egipto y marchas con el pueblo espiritual de Israel, podrás contemplar toda la cantidad de milagros.
(…)
- Dirás que la senda es estrecha y laboriosa-
Pero advierte que la otra por donde pasaste no sólo era estrecha y angosta, sino intransitable y repleta de bestias feroces. Y así como los israelitas no podían cruzar el Mar Rojo sin un milagro, del mismo modo nos era imposible subir al cielo permaneciendo en la prístina forma de vivir, a no haber aparecido el bautismo. Pues bien: si lo que parecía imposible se verificó, con mayor razón lo que sólo era difícil se tornará fácil.
-Alegarás que todo aquello se hacía mediante la gracia únicamente -
Pues razón de más para que confíes. Porque si en donde todo era obra de sola la gracia, todo se llevó a cabo ¿cuánto más cooperará ella si ponéis de vuestra parte el trabajo? Si ella salvó a quien para nada cooperaba ¿acaso no ayudará más al que con ella coopera? Dije hace poco que por esas cosas que parecían imposibles, debías tú confiar en las que te parecen difíciles, pues aquéllas se realizaron. Pero ahora añado que, si vigilamos cuidadosos, esas cosas difíciles perderán ciertamente su dificultad. Yo deseo que consideres cómo ya la muerte ha sido conculcada, el demonio vencido, la ley del pecado abrogada, la gracia del Espíritu Santo concedida, la vida reducida a breves términos, el peso recortado. Y para que todo esto lo veas en las obras, observa cuántos ha habido que llevaron a cabo unas más altas que las que Cristo prescribe.
(…)
La edición y el subrayado son nuestros.
San Juan Crisóstomo, Homilia XXXIX (XL)(Traducción directa del griego por Rafael Ramírez Torres , S. J - Clerus.org)
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