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18 de julio de 2012

Hacerse ¨pequeños¨ e hijos de Dios

 Buen día en el Señor, en el evangelio de Mateo,  la llegada del reino de los cielos no parecía encontrar obstáculos, hasta que en el cap. 11 empiezan a aparecer. A veces Jesús es “objeto de escándalo”, de caída (11,6); “esta generación”, algunos no tienen una actitud de acogida hacia el reino que viene; las ciudades situadas a lo largo del lago no se convierten (11,20); se desencadena una verdadera controversia sobre su comportamiento (cap.12), es más, se empieza a pensar cómo matarlo (12,14). Este es el clima de desconfianza y de contestación en el que Mateo enmarca el evangelio de hoy (Mateo 11,25-27)-
 
¨Hacerse pequeño¨ Antes que nada supone purificar el corazón, de imágenes paternales o maternales preconcebidas y que impregnan nuestra relación con Dios. Entrar en su misterio, tal como Él es, y tal como el Hijo nos lo ha revelado (Catecismo 2779). "Hacerse niño" es la condición para entrar en el Reino (cf. Mt 18, 3–4), se debe establecer una relación con  el Padre, para eso es necesario abajarse (cf. Mt 23, 12), hacerse pequeño; más todavía: es necesario "nacer de lo alto" (Jn 3,7), "nacer de Dios" (Jn 1, 13) para "hacerse hijos de Dios" (Jn 1, 12). (…) (catecismo 526). En pocas palabras, consiste en tener la imagen del padre o la madre perfectos,  darnos cuenta de que infinitamente más Padre lo es Dios y acogerle como tal.
 
Esta oración, Jesús la empieza con una confesión: “Yo te bendigo”, “te confieso”. se dirige con mucha solemnidad, luego le dice a Dios con la expresión “Señor del cielo y de la tierra”  , es decir, Dios como creador y custodio del mundo. En el judaísmo, por el contrario, era costumbre dirigirse a Dios con la invocación “Señor del mundo”, pero sin el término “Padre”, que es una característica distintiva de la oración de Jesús.
 
Jesús alaba la revelación de Dios, este se descubre y permite descubir el misterio de quien es Él. ( porque has ocultado…, has revelado). Respecto a los “sabios e inteligentes”, esto afecta a los escribas y fariseos, considerados como totalmente cerrados y hostiles a la llegada del Reino (3,7ss; 7,29; 9,3.11.34). En cambio, se revela a los pequeños (en griego “niños” son los que aún no hablan). Por tanto, Jesús considera oyentes privilegiados a los inexpertos de la ley, a los no instruidos. El contenido de esta revelación es Jesús, el Hijo de Dios,  el revelador del Padre, y el mismo Padre que se revela en el Hijo.
 
El revelarse de Dios, del Padre al Hijo. En la última parte del discurso, Jesús se presenta a sí mismo como aquel a quien todo le ha sido comunicado por el Padre. Él recibe la totalidad del poder y del saber, y la autoridad para juzgar. Para confirmarlo, Jesús invoca el testimonio del Padre, el único que tiene un real conocimiento de quien es Jesús: “Nadie conoce al Hijo sino el Padre” y viceversa, “nadie conoce al Padre sino el Hijo”. Se afirma, además, la exclusividad de Jesús en el revelar al Padre; así lo afirma el evangelio de Juan: “A Dios nadie lo ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, él lo ha contado” (1,18).
 
En este día, hagámonos pequeños ante Dios, escuchemos su voz de padre , tomemos su mano y dejémonos guiar por Él.
 
Que la Misericordia y la confianza en Dios, no les falte.
 
Gracias

 
 

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