Buen día en el Señor, en el evangelio de Mateo, la
llegada del reino de los cielos no parecía encontrar obstáculos, hasta que en el
cap. 11 empiezan a aparecer. A veces Jesús es “objeto de escándalo”, de caída
(11,6); “esta generación”, algunos no tienen una actitud de acogida hacia el
reino que viene; las ciudades situadas a lo largo del lago no se convierten
(11,20); se desencadena una verdadera controversia sobre su comportamiento
(cap.12), es más, se empieza a pensar cómo matarlo (12,14). Este es el clima de
desconfianza y de contestación en el que Mateo enmarca el evangelio de hoy
(Mateo 11,25-27)-
¨Hacerse
pequeño¨ Antes que nada supone purificar el corazón, de imágenes
paternales o maternales preconcebidas y que impregnan nuestra relación con Dios.
Entrar en su misterio, tal como Él es, y tal como el Hijo nos lo ha revelado
(Catecismo 2779). "Hacerse niño" es la condición para entrar en el Reino (cf. Mt
18, 3–4), se debe establecer una relación con el Padre, para eso es necesario
abajarse (cf. Mt 23, 12), hacerse pequeño; más todavía: es necesario "nacer de
lo alto" (Jn 3,7), "nacer de Dios" (Jn 1, 13) para "hacerse hijos de Dios" (Jn
1, 12). (…) (catecismo 526). En pocas palabras, consiste en tener la imagen del
padre o la madre perfectos, darnos cuenta de que infinitamente más Padre lo es
Dios y acogerle como tal.
Esta oración,
Jesús
la empieza con una confesión: “Yo te bendigo”, “te confieso”. se dirige
con mucha solemnidad, luego le dice a Dios con la expresión “Señor del cielo
y de la tierra” , es decir, Dios como creador y custodio del mundo. En el
judaísmo, por el contrario, era costumbre dirigirse a Dios con la invocación
“Señor del mundo”, pero sin el término “Padre”, que es una característica
distintiva de la oración de Jesús.
Jesús alaba la revelación de Dios, este se descubre y
permite descubir el misterio de quien es Él. ( porque has ocultado…, has
revelado). Respecto a los “sabios e inteligentes”, esto afecta a los escribas y
fariseos, considerados como totalmente cerrados y hostiles a la llegada del
Reino (3,7ss; 7,29; 9,3.11.34). En cambio, se revela a los pequeños (en griego
“niños” son los que aún no hablan). Por tanto, Jesús considera oyentes
privilegiados a los inexpertos de la ley, a los no instruidos. El contenido de
esta revelación es Jesús, el Hijo de Dios, el revelador del Padre, y el mismo
Padre que se revela en el Hijo.
El revelarse de Dios, del Padre al
Hijo. En la última parte del discurso, Jesús se presenta a sí mismo
como aquel a quien todo le ha sido comunicado por el Padre. Él recibe la
totalidad del poder y del saber, y la autoridad para juzgar. Para confirmarlo,
Jesús invoca el testimonio del Padre, el único que tiene un real conocimiento de
quien es Jesús: “Nadie conoce al Hijo sino el Padre” y viceversa, “nadie
conoce al Padre sino el Hijo”. Se afirma, además, la exclusividad de Jesús
en el revelar al Padre; así lo afirma el evangelio de Juan: “A Dios nadie lo
ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, él lo ha
contado” (1,18).
En este
día, hagámonos pequeños ante Dios, escuchemos su voz de padre , tomemos su mano
y dejémonos guiar por Él.
Que la
Misericordia y la confianza en Dios, no les falte.
Gracias
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