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28 de abril de 2013

¨La señal por la que conocerán todos que sois discípulos míos será que os amáis unos a otros."

Del Santo Evangelio según San Juan 13, 31-33a. 34-35
Domingo 5 del Tiempo de Pascua
Cuando salió Judas del cenáculo, dijo Jesús: "Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él. Si Dios es glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo: pronto lo glorificará.
Hijos míos, me queda poco de estar con vosotros.
Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también entre vosotros. La señal por la que conocerán todos que sois discípulos míos será que os amáis unos a otros." (Aciprensa.com)


Comentario: 
Nuestra atención se detiene, ante todo, sobre la primera palabra utilizada por Jesús en este discurso de despedida que leemos en este domingo de Pascua: «Ahora». «Ahora el Hijo del Hombre ha sido glorificado». ¿De qué «hora» se trata? Es el momento de la cruz que coincide con la glorificación. Este último término en el Evangelio de Juan coincide con la manifestación, o revelación. Por consiguiente la cruz de Jesús es la «hora» de la máxima epifanía o manifestación de la verdad. Hay que excluir todo significado sobre el ser glorificado que pueda hacer pensar a algo relativo al «honor», al «triunfalismo», etc. 

Por un lado Judas entra de noche, Jesús se prepara a la gloria: «Cuando salió, dice Jesús: «Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre y Dios ha sido glorificado en él. Si Dios ha sido glorificado en él, Dios también le glorificará en sí mismo y le glorificará pronto” (v.31-32). La traición de Judas madura en Jesús la convicción de que su muerte es «gloria». La hora de la muerte en cruz está en el plan de Dios; es la «hora» en la que sobre el mundo, mediante la gloria del «Hijo del hombre», resplandecerá la gloria del Padre. En Jesús, que ofrece la vida al Padre en la «hora» de la cruz, Dios se glorifica revelando su ser divino y acogiendo en su comunión a todos los hombres.

La gloria de Jesús (del Hijo) consiste en su «amor hasta el extremo» por todos los hombres, tanto que se ofrecen hasta a los que le traicionan. Un amor, el amor del Hijo, que se hace cargo de todas las situaciones destructoras y dramáticas que gravitan alrededor de la vida y de la historia de los hombres. La traición de Judas es el símbolo, no tanto de un individuo, como de toda la humanidad malvada e infiel a la voluntad de Dios. 

Sin embargo, la traición de Judas sigue siendo un evento cargado de misterio. Un exegeta escribe: “Con su traicionar a Jesús, «la culpa se inserta en la revelación; y hasta se pone al servicio de la revelación» (Simoens, Secondo Giovanni, 561). En un cierto sentido la traición de Judas ofrece la posibilidad de conocer mejor la identidad de Jesús: su traición ha permitido comprender hasta que punto ha llegado la predilección de Jesús por los suyos. Don Mazzolari escribe: «Los apóstoles se han convertido en amigos del Señor, buenos o no, generosos o no; fieles o no quedan siempre amigos. No podemos traicionar la amistad de Cristo: Cristo no nos traiciona nunca, no traiciona nunca a sus amigos, aunque no lo merezcamos, aún cuando nos rebelamos en contra de El, aún cuando lo negamos. Ante sus ojos y su corazón nosotros somos siempre los “amigos” del Señor. Judas es un amigo del Señor aunque en el momento en que, besándolo, consume la traición del Maestro» (Discursos 147). 

El mandamiento nuevo:
En el v.33 notamos un cambio en el discurso de despedida de Jesús, no se usa más la tercera persona, sino que hay un «tú» a quien el Maestro dirige su palabra. Este «tú» se expresa al plural y con un término griego que expresa profunda ternura: «hijitos» (teknía). Más concretamente: Jesús utilizando este término quiere comunicar a sus discípulos, con el tono de su voz y con la apertura de su corazón, la inmensa ternura que les tiene. 

Es interesante, además, otra indicación que encontramos en el v.34: «que os améis unos a otros como yo os he amado». El término griego Kathòs «como», no indica de por sí una comparación: como yo os he amado, amaos. El sentido podría ser consecutivo o causal: «Ya que yo os he amado, así amaos también vosotros». 

Hay exegetas que como el P.Lagrange ven en este mandamiento de Jesús un sentido escatológico: durante su relativa ausencia, Jesús, en espera de su definitivo retorno, quiere ser amado y servido en la persona de sus hermanos. El mandamiento nuevo es el único mandamiento. Si falta, todo falta. Escribe Magrassi: «Fuera las etiquetas y las clasificaciones: todo hermano es sacramento de Cristo. Interroguémonos sobre nuestra vida cotidiana: ¿es posible vivir al lado del hermano de la mañana a la noche sin aceptarlo y sin amarlo? La gran operación en este caso es el éxtasis en el sentido etimológico de la palabra: salir de mí para hacerme prójimo de cualquiera que me necesite, empezando por los más cercanos y por las cosas humildes de cada día» (Vivere la chiesa, 113).


La edición y el subrayado son nuestros
Tomado del Sitio Oficial de los Carmelitas

En este día, contemplemos el Amor de Dios que se entrega a si mismo por nosotros y descubramos que nos manda hacer lo mismo con el prójimo.
 
Que la misericordia y la confianza en el Señor no les falte.

Gracias


21 de abril de 2013

"Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen,, y yo les doy la vida eterna¨

Del Santo Evangelio según San Juan 10, 27-30 
Domingo 4 del Tiempo de Pascua

En aquel tiempo, dijo Jesús: "Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano.

Mi Padre, que me las ha dado, supera a todos, y nadie puede arrebatarlas de la mano del Padre. Yo y el Padre somos uno."
(Aciprensa.com)


Comentario:

El pasaje de la liturgia de este domingo está sacado del capítulo 10 de Juan, un discurso de Jesús durante la fiesta judía de la dedicación del Templo de Jerusalén que acaecía a finales de diciembre (durante la cual se conmemoraba la reconsagración del Templo violado por los sirios-helenistas por obra de Judas Macabeo en el 164 a.C). Las palabras de Jesús sobre la relación entre el Pastor (Cristo) y las ovejas (la Iglesia) pertenecen a un verdadero y propio debate entre Jesús y los judíos. Estos hacen a Jesús una pregunta clara y piden una respuesta también clara y pública: «Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente» (10,24). Juan presenta, otras veces, a los judíos que pretenden arrancar a Jesús una afirmación clara sobre su identidad (2,18; 5,16; 8,25). Una petición de este tipo, los Sinópticos la presentan durante el proceso ante el Sanedrín (Mt 26,63; Mc 14,61; Lc 22,67). La respuesta de Jesús se presenta en dos momentos (vv. 25-31 e 32-39). Consideramos brevemente el contexto donde se inserta la primera, que es la de nuestro texto litúrgico. Los judíos no comprendieron la parábola del buen pastor (Jn 10, 1-21) y piden ahora a Jesús una declaración más clara de su identidad. El motivo de su incredulidad no es por sí mismo un motivo de búsqueda, sino que en su cerrazón mental rechazan pertenecer a sus ovejas. Puede ser iluminadora una expresión análoga de Jesús en Mc 4,11: «A vosotros se os ha dado el misterio del Reino de Dios, pero a los que están fuera todo se les presenta en parábolas». Las palabras de Jesús solamente son luz para el que vive dentro de la comunidad, para aquél que decide quedarse fuera solamente es un enigma que desconcierta. A la incredulidad de los judíos, Jesús contrapone el comportamiento de aquellos que le pertenecen y que el Padre les ha dado; también su relación con ellos.

El lenguaje de Jesús no es para nosotros de evidencia inmediata; más aún, compara a los creyentes con un rebaño, y nos deja perplejos. Somos, en gran mayoría, extraños a la vida agrícola y pastoril, y no es fácil comprender lo que significa el rebaño para un pueblo de pastores. Los oyentes, a los que Jesús dirige su palabra, era un pueblo de pastores. Es evidente que la parábola es entendida desde el punto de vista de un hombre que comparte casi todo con su rebaño. Él lo conoce: ve cada una de sus cualidades y de sus defectos; también las ovejas conocen a su guía: responden a su voz y a sus indicaciones. 

i) Las ovejas de Jesús escuchan su voz: no se trata sólo de una escucha externa (3,5; 5,37) sino de una escucha atenta (5,28; 10,3), hasta la escucha obediente (10,16.27; 18,37; 5,25). En el discurso del buen pastor esta escucha expresa la confianza y la unión de las ovejas al pastor (10,4). El adjetivo «mías» no indica solamente la simple posesión de las ovejas, sino que pone en evidencia que las ovejas le pertenecen, y le pertenecen en cuanto que Él es el propietario (10,12).

ii) He aquí, pues, que se establece una relación íntima entre Jesús y las ovejas:«y yo las conozco» no se trata de un conocimiento intelectual; en el sentido bíblico “conocer a alguien” significa, sobre todo, tener una relación personal con él, vivir en cierto sentido en comunión con él. Un conocimiento que no excluye los trazos humanos de la simpatía, amor, comunión de naturaleza. 

iii) En virtud de este conocimiento de amor, el Pastor invita a los suyos a seguirlo. La escucha de la palabra comporta un discernimiento, para que entre todas las voces posibles, elijan la que corresponde a una persona concreta (Jesús). Como consecuencia de este discernimiento, la respuesta se hace activa, personal y se convierte en obediencia. Esta proviene de la escucha. Por lo tanto, entre la escucha y la secuela del Pastor está conocer a Jesús. 

El conocimiento de Jesús hacia sus ovejas abre un itinerario que conduce al amor: «Yo les doy la vida eterna». Para el evangelista la vida es el don de la comunión con Dios. Mientras en los sinópticos la ‘vida’ o ‘vida eterna’ está unida al futuro; en el evangelio de Juan está unida a una posesión actual. Éste aspecto se repite con frecuencia en la narración de Juan: « El que cree en el Hijo tiene vida eterna» (3,36); «En verdad, en verdad os digo: el que escucha mi Palabra y cree en el que me ha enviado, tiene vida eterna» (5,24; 6,47). 

La relación de amor de Jesús se concretiza por la experiencia de protección que el hombre experimenta: se dice que las ovejas « no perecerán jamás». Quizás una alusión a la perdición eterna. Y se añade que «nadie las arrebatará». Tal expresión sugiere el papel de la mano de Dios y de Cristo que impiden a los corazones de las personas ser arrebatadas por otras fuerzas negativas. En la Biblia, la mano, en algunos contextos, es una metáfora que indica la fuerza de Dios que protege (Dt 33,3; Sal 31,6). Por otra parte, el verbo «arrebatar» (harpázō) sugiere la idea que la comunidad de discípulos no estará exenta de los ataques del mal y de las tentaciones. Pero la expresión «nadie las arrebatará» indica la presencia de Cristo que asegura a la comunidad la certeza de una estabilidad granítica que le permite superar toda tentación de miedo.


La edición y el subrayado son nuestros
Tomado del Sitio Oficial de los Carmelitas


En este día, descubramos que nostros somos sus ovejas, las que Él conoce y para escuchar su voz con obediencia  debemos tratar con Él y conocerle, para asi hacernos comunión con Él. 

Que la misericordia y la confianza en el Señor no les falte.

Gracias

14 de abril de 2013

¨Y aquel discípulo que Jesús tanto quería le dice a Pedro: "Es el Señor."

Del Santo Evangelio según San Juan 21, 1-19
Domingo 3 del Tiempo de Pascua

En aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Y se apareció de esta manera: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás apodado el Mellizo, Natanael el de Caná de Galilea, los Zebedeos y otros dos discípulos suyos. Simón Pedro les dice: "Me voy a pescar." Ellos contestan: "Vamos también nosotros contigo."

Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada. Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús.
Jesús les dice: "Muchachos, ¿tenéis pescado?" Ellos contestaron: "No." Él les dice: "Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis."

La echaron, y no tenían fuerzas para sacarla, por la multitud de peces. Y aquel discípulo que Jesús tanto quería le dice a Pedro: "Es el Señor." Al oír que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua. Los demás discípulos se acercaron en la barca, porque no distaban de tierra más que unos cien metros, remolcando la red con los peces.

Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan. Jesús les dice: "Traed de los peces que acabáis de coger." Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y aunque eran tantos, no se rompió la red. Jesús les dice: "Vamos, comed."

Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor. Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado. Ésta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos, después de resucitar de entre los muertos. 

Después de comer, dice Jesús a Simón Pedro: "Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?" Él le contestó: "Sí, Señor, tú sabes que te quiero." Jesús le dice: "Apacienta mis corderos." Por segunda vez le pregunta: "Simón, hijo de Juan, ¿me amas?" Él le contesta: "Sí, Señor, tú sabes que te quiero." Él le dice: "Pastorea mis ovejas." Por tercera vez le pregunta: "Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?" Se entristeció Pedro de que le preguntara por tercera vez si lo quería y le contestó: "Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero." Jesús le dice: "Apacienta mis ovejas. Te lo aseguro: cuando eras joven, tú mismo te ceñías e ibas adonde querías; pero, cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará adonde no quieras." Esto dijo aludiendo a la muerte con que iba a dar gloria a Dios. Dicho esto, añadió: "Sígueme." (Aciprensa.com)


Comentario:
Seguimos buscando en la experiencia de los discípulos tenían de Jesús resucitado. Las lecturas hablan del significado del discipulado tanto en nuestras actitudes internas y en nuestra relación con otras personas. El Evangelio y, hasta cierto punto, la segunda lectura habla de reconocer la presencia de Dios y de Jesús en nuestra vida diaria, mientras que la segunda lectura nos llama a dar testimonio de nuestra fe con coherencia y valentía. Una fluye desde la otra. Para ser un auténtico discípulo de Jesús, no es suficiente con ser "santo", ser bueno, sino tener el coraje, cuando la llamada viene, para hacer cosas difíciles y tal vez incluso sufrir. Al compartir el sufrimiento de Jesús también he de participar de su gloria.  

  ¿Regreso a las viejas costumbres?
Veamos el primer Evangelio en la que Jesús resucitado se revela a sus discípulos. Jesús, algunos días antes, había muerto en la Cruz. Sus seguidores, incluyendo a Pedro, que había hecho tan grandes protestas de lealtad, había huido. En lo que a ellos concernía todo había terminado y ellos mismos estaban en peligro. El evangelio de hoy implica que ellos habían salido de Jerusalén y se ha ido todo el camino de regreso a su país natal, Galilea a reanudar su antigua forma de vida como pescadores. Los últimos tres años han sido un interludio interesante y emocionante, incluso en sus vidas, pero ahora estaban de regreso a lo que siempre había estado haciendo.  


Es temprano en la mañana. Todos ellos están cansados ​​y decepcionados. Después de pescar toda la noche, habían cogido absolutamente nada. Se habían olvidado de las palabras de Jesús: "Sin mí, nada podéis hacer." De repente, un extraño en la orilla, un contorno oscuro en la mañana de penumbra, comienza un diálogo. "¿Has pescado algo?" A regañadientes los pescadores ( ¡ya saben lo que los pescadores son!) admiten que no tienen nada. "Tiren las redes a la derecha de la barca y encontrarán algo", les dice. Así lo hicieron y fueron abrumados. Hay tantos peces que simplemente no se podían tomar en el barco. 

Cuando lo reconocen
Es en ese momento que el discípulo a quien Jesús ama, lee el significado de lo que acaba de ocurrir, y grita: "¡Es el Señor" Él dice que esto no porque de repente se ha reconocido el rostro del desconocido en la costa, sino porque ha reconocido la mano de Dios y de Jesús en lo que acaba de tener lugar. (Es el mismo discípulo que, después de mirar en la tumba vacía la mañana de Pascua, "vio y creyó". La disposición de las vendas en el suelo le dijo algo que Pedro no conocía.) 


Tradicionalmente, el "discípulo a quien Jesús ama" se identifica con Juan. Pero, en este contexto de Pascua, se puede entender sobre todo para referirse a cualquier persona que tenga una relación estrecha con Jesús. En el simbolismo de los evangelios, el barco y los que representan a la iglesia, la comunidad en Cristo. Y es este "querido" discípulo, que está especialmente cerca de Jesús, que puede reconocer su presencia. 

Pedro y los otros ahora también se dan cuenta de que Jesús está presente. Y totalmente de carácter, los impetuosos saltos Pedro en el agua poco profunda para ir a Jesús. Pero no antes de ponerse algo de ropa porque estaba desnudo. Dadas las circunstancias, esto habría sido bastante normal y tal vez ninguno de los otros llevaban ropa tampoco. Pero, en la situación de Pedro, que tenía un significado diferente. La desnudez significa inocencia, pero Pedro no es inocente. Todavía tiene la sombra de su negación se cierne sobre él. Al igual que nuestros primeros padres en el jardín, que está cubierto por la culpa y la vergüenza en presencia de su Señor. No es hasta después de que desembarquen que haya conciliación con el que traicionó a Jesús. 

 Mientras tanto, los otros discípulos se dejan llevar en el barco y la captura. 

Al compartir el pan con el Señor
Cuando llegan a la costa se encuentra el desconocido-Señor está preparando una comida para ellos el pan y el pescado asado. "Traed de los peces que acabáis de pescar." ¿La pesca "que" han cogido? Sí, las redes las habían tirado en el Señor, y sin él nunca se habrian encontrado. 


 "Sin mí, no podéis hacer nada".
No son todos los elementos de una Eucaristía aquí. Ellos están en la presencia de Jesús, la Palabra de Dios y al escucharlo. "Vengan a desayunar", no muy diferente "Tomad, todos ustedes, y comed juntos." Ellos y él comparten lo que tienen y comen en la unidad y la comunidad. Una escena simple que es una bella imagen de la Iglesia.

¿Quién es él?
Al mismo tiempo, existe lo que puede parecer un comentario extraño. "Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: «¿Quién eres tú? porque sabían muy bien que era el Señor. "Esto es algo que tienen que aprender. Jesús resucitado no se ve como solía verse. Él ahora puede tener muchas formas, pero con fe, están seguros de lo que es. 


Jesús a partir de ahora tiene muchas caras: mi amigo, mi enemigo, mi vecino rico, mi vecino pobre. Él está sobre todo al encontrarlo y reconocerlo en los pobres, los explotados, los discapacitados, los débiles, los ignorantes, el extraño, el extranjero ... Jesús tiene un rostro judío, una cara de chino, una cara de indio, una cara de filipino, un rostro nigeriano, un rostro árabe, un rostro americano ... 

Himno al Creador
Al igual que los discípulos, también, tenemos que llegar a reconocerlo, no sólo en los momentos privilegiados de la alta experiencia espiritual, sino en los momentos más mundanos de nuestro trabajo diario. 


De este modo estamos unidos con toda la creación, que por su misma existencia, es un himno al Creador tal como se expresa en la segunda lectura de hoy: "He oído todas las cosas vivientes en la creación - todo lo que vive en el aire, y en el tierra, y debajo de la tierra y en el mar, gritando: «Para aquel que está sentado en el trono y al Cordero, sea la alabanza, el honor, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos." 

Como el "discípulo amado", fue el primero en reconocer al Señor en el desconocido oscuro, por lo que también va a tener a Jesús en nuestras vidas nos señaló a nosotros. Es nuestra responsabilidad, también, para ayudar a otros a reconocer la presencia de Jesús y el Señor obrando en sus experiencias diarias. Puede tener un efecto liberador sobre la gente y es una verdadera forma de evangelización que cualquiera puede hacer. 

Ser Cristo para los demás
Hay, sin embargo, un paso más que nos demanda. No es suficiente para nosotros, en nuestras propias vidas, ser conscientes de la presencia de Dios entre nosotros. Esa realidad exige una respuesta nuestra para hacer que la presencia sea una realidad sentida, una experiencia genuina para los que nos rodean también. Los discípulos simplemente no podía estar en la habitación de arriba disfrutando de la alegría de saber que Jesús, su Señor y amigo, había resucitado. Su encuentro en la orilla del lago les hizo darse cuenta de que ya no podían volver a sus barcos y vivir por sí mismos. 


Confesión
Y así, después de la cena con Jesús, tenemos la conmovedora escena entre él y Pedro. Dentro de un diálogo que combina dos cosas. Por un lado, está la reconciliación entre Jesús y Pedro. A pesar de todas sus posturas durante la Última Cena sobre su ser más fiel que todos los demás, era Pedro y solo Pedro, que negó tres veces bajo juramento que tuvo nunca nada que ver con Jesús. Ahora, en con la más suave de las maneras, el Señor resucitado le pregunta: "Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?" 


Pedro ha aprendido su lección. La valentía se ha ido. No se atreve a compararse con sus condiscípulos. Ahora sólo habla por sí mismo: "Sí, Señor, tú sabes que Te amo." Tres veces se le pide la misma pregunta sólo como tres veces que había negado. Le duele y finalmente dice: "Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que Te amo." 

Un momento especial
Y, por supuesto, era cierto. Fue siempre así, incluso cuando por temor por su propia seguridad, se negó a Jesús. Había llorado amargamente en ese momento, dándose cuenta de lo que había traicionado a su mejor amigo. Algunos pecados son un rechazo total de Dios y significa un giro definitivo. Tal vez Judas era así. Pero la mayoría de nuestros pecados son momentos de debilidad y no representan un verdadero cambio de distancia. El ir a la confesión es prueba suficiente de ello. 


Sin embargo, el diálogo es más que un momento de reconciliación. También es el paso de la batuta. Ahora Jesús entrega a Pedro ya sus compañeros de la misión que él mismo había sido dado por el Padre. "Apacienta mis ovejas." Esta es la responsabilidad de la Iglesia y, como miembros de esa Iglesia, una responsabilidad que recae en mayor o menor grado en cada uno de nosotros. No son sólo los obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas que tienen esta responsabilidad. Es también la de los padres, profesores e incluso simplemente como hermanos y hermanas entre sí. 

Regreso a Jerusalén
Los discípulos ahora tenían que volver a Jerusalén, donde se comenzó a proclamar que la vida de Jesús, las palabras, las acciones, la muerte sufrimiento, y el aumento de la vida significaba para ellos y para todos los demás también. Esto lo vemos registrado en la primera lectura de los Hechos. La alegría que tenían, el nuevo sentido que había entrado en su vida a causa de su encuentro con Jesús simplemente tenía que ser compartido con otros. 


Sin embargo, fue el mensaje de que no todo el mundo quería oír. De hecho, fueron advertidos por los líderes civiles y religiosos que dejar lo que estaban haciendo. Pero no podía dejar porque fueron guiados por algo más profundo que la autoridad humana, la autoridad de la Verdad y el Amor de Dios. Ni siquiera cuando fueron detenidos, castigados, encarcelados pudieron detenerlo. Por el contrario, las cicatrices de las palizas se convirtieron en insignias de orgullo por haber compartido en la humillación y los sufrimientos de Jesús su Señor. 

Un mensaje impopular
Si queremos ser verdaderos discípulos de Jesús, si hemos de proclamar nuestra fe en su plenitud, no podemos esperar que se entienda bien, puede que seamos dignos de lástima o desprecio, y que algunos puedan querer deshacerse de nosotros - incluso violentamente . Miles de nuestros hermanos y hermanas, en muchas partes del mundo y en nuestra propia vida, han tenido esta experiencia. No me arrepiento. Gracias a ellos, el mensaje de Cristo, el mensaje de la Verdad y el Amor, sigue vivo. 


Una oración para vivir 
Tal vez podríamos terminar con las palabras de una oración del cardenal John Henry Newman (ligeramente adaptado), que expresa muy bien lo que hemos sido teniendo en cuenta:

Querido Jesús,
ayúdame a esparcir tu fragancia donde quiera que vaya.
Inunda mi alma con tu espíritu y vida.
Penetra y posee todo mi ser tan completamente
que toda mi vida sea sólo una irradiación de la tuya.
Brilla a través de mí y sé por lo que en mí
que todas las personas que entran en contacto con
va a sentir su presencia en mí.
Vamos a mirar hacia arriba y ver,
no sólo a mí, sino también a Jesús. " 


 La edición y el subrayado son nuestros
Tomado de Living Space. Commentaries of the readings.

Descubramos que este "querido" discípulo, somos nosotros los que estamos especialmente cerca de Jesús, y por ello podemos reconocer su presencia en todas las circunstancias de nuestra vida. 

Que la misericordia y la confianza en el Señor no les falte.

Gracias.

7 de abril de 2013

"¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto."


Del Santo Evangelio según San Juan 20, 19-31
Domingo 2 del Tiempo de Pascua

Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: "Paz a vosotros."

Y diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: "Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo."
Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:
- "Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos."
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: "Hemos visto al Señor."
Pero él les contesto: "Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo."
A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: "Paz a vosotros."
Luego dijo a Tomás: "Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente."
Contestó Tomás: "¡ Señor mío y Dios mío!"
Jesús le dijo: "¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto."
Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Estos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.
(Aciprensa.com)


Comentario: 

Al atardecer de aquel día, el primero de la semana: los discípulos están viviendo un día extraordinario. El día siguiente al sábado, en el momento en el que viene escrito el IV evangelio, es ya para la comunidad “ el día del Señor” (Ap 1-10), Dies Domini (domingo) y tiene más importancia que la tradición del sábado para los Judíos.

Mientras estaban cerradas las puertas: una anotación para indicar que el cuerpo de Cristo Resucitado, aún siendo reconocible, no está sujeto a las leyes ordinarias de la vida humana.

Paz a vosotros: no es un deseo, sino la paz que había prometido cuando estaban afligidos por su partida (Jn 14,27; 2Tes 3,16; Rom 5,3), la paz mesiánica, el cumplimiento de las promesas de Dios, la liberación de todo miedo, la victoria sobre el pecado y sobre la muerte, la reconciliación con Dios, fruto de su pasión, don gratuito de Dios. Se repite por tres veces en este pasaje, como también la introducción (20,19) se repite más adelante (20,26) de modo idéntico.

Les mostró las manos y el costado: Jesús refuerza las pruebas evidentes y tangibles de que es Él el que ha sido crucificado. Sólo Juan recuerda especialmente la herida del costado producida por la lanza de un soldado romano, mientras Lucas tiene en cuenta las heridas de los pies (Lc 24-39). Al mostrar las heridas quiere hacer evidente que la paz que Él da, viene de la cruz (2Tim 2,1-13). Forman parte de su identidad de Resucitado (Ap 5,6)

Los discípulos se alegraron de ver al Señor: Es el mismo gozo que expresa el profeta Isaías al describir el banquete divino (Is 25,8-9), el gozo escatológico, que había preanunciado en los discursos de despedida, gozo que ninguno jamás podrá arrebatar (Jn 16,22; 20,27). Cfr. También Lc 24,39-40; Mt 28,8; Lc 24,41.

Como el Padre me envió, también yo os envío: Jesús es el primer misionero, el “apóstol y sumo sacerdote de la fe que profesamos” (Ap 3,1). Después de la experiencia de la cruz y de la resurrección se actualiza la oración de Jesús al Padre (Jn 13,20; 17,18; 21,15,17). No se trata de una nueva misión, sino de la misma misión de Jesús que se extiende a todos los que son sus discípulos, unidos a Él como el sarmiento a la vid (15,9), como también a su Iglesia (Mt 28,18-20; Mc 16,15-18; Lc 24,47-49). El Hijo eterno de Dios ha sido enviado para que “el mundo se salve por medio de Él” (Jn 3,17) y toda su existencia terrena, de plena identificación con la voluntad salvífica del Padre, es una constante manifestación de aquella voluntad divina de que todos se salven. Este proyecto histórico lo deja en consigna y herencia a toda la Iglesia y de modo particular, dentro de ella, a los ministros ordenados.

Sopló sobre ellos: el gesto recuerda el soplo de Dios que da la vida al hombre (Gn 2,7); no se encuentra otro en el Nuevo Testamento. Señala el principio de una creación nueva.

Recibid el Espíritu Santo: después que Jesús ha sido glorificado viene dado el Espíritu Santo (Jn 7,39). Aquí se trata de la transmisión del Espíritu para una misión particular, mientras Pentecostés (Act 2) es la bajada del Espíritu Santo sobre todo el pueblo de Dios.

A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos: el poder de perdonar o no perdonar (remitir) los pecados se encuentra también en Mateo de forma más jurídica (Mt 16,19; 18,18). Es Dios quien tiene el poder de perdonar los pecados, según los escribas y Fariseos (Mc 2,7), como según la tradición (Is 43,25). Jesús tiene este poder (Lc 5,24) y lo transmite a su Iglesia. Conviene no proyectar sobre este texto, en la meditación, el desarrollo teológico de la tradición eclesial y las controversias teológicas que siguieron. En el IV evangelio la expresión se puede considerar de un modo amplio. Se indica el poder de perdonar los pecados en la Iglesia como comunidad de salvación, de la que están especialmente dotados aquellos que participan por sucesión y misión del carisma apostólico. En este poder general está también incluso el poder de perdonar los pecados después del bautismo, lo que nosotros llamamos “sacramento de la reconciliación” expresado de diversas formas en el curso de la historia de la Iglesia. 

Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo: Tomás es uno de los protagonistas del IV evangelio, se pone en evidencia su carácter dudoso y fácil al desánimo (11,16; 14,5). “Uno de los doce” es ya una frase hecha (6,71), porque en realidad eran once. “Dídimo” quiere decir Mellizo, nosotros podremos ser “mellizos” con él por la dificultad de creer en Jesús, Hijo de Dios muerto y resucitado.

¡Hemos visto al Señor! Ya antes Andrés, Juan y Felipe, habiendo encontrado al mesías, corrieron para anunciarlo a los otros (Jn 1,41-45). Ahora es el anuncio oficial por parte de los testigos oculares (Jn 20,18).

Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré: Tomás no consigue creer a través de los testigos oculares. Quiere hacer su experiencia. El evangelio es consciente de la dificultad de cualquiera para creer en la Resurrección (Lc24, 34-40; Mc 16,11; 1Cor 15,5-8), especialmente aquéllos que no han visto al Señor. Tomás es su (nuestro ) intérprete. Él está dispuesto a creer, pero quiere resolver personalmente toda duda, por temor a errar. Jesús no ve en Tomás a un escéptico indiferente, sino a un hombre en busca de la verdad y lo satisface plenamente. Es por tanto la ocasión para lanzar una apreciación a hacia los futuros creyentes (versículo 29).

Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente: Jesús repite las palabras de Tomás, entra en diálogo con él, entiende sus dudas y quiere ayudarlo. Jesús sabe que Tomás lo ama y le tiene compasión, porque todavía no goza de la paz que viene de la fe. Lo ayuda a progresar en la fe. Para profundizar más en la meditación, se pueden confrontar los lugares paralelos: 1Jn 1-2; Sal 78,38; 103,13-14; Rom 5,20; 1Tim 1,14-16.

¡Señor mío y Dios mío!: Es la profesión de fe en el Resucitado y en su divinidad como  está proclamado también al comienzo del evangelio de Juan (1,1) En el Antiguo Testamento “Señor” y “Dios” corresponden respectivamente a”Jahvé” y a “Elohim” (Sal 35,23-24; Ap 4,11). Es la profesión de fe pascual en la divinidad de Jesús más explicita y directa. En el ambiente judaico adquiría todavía más valor, en cuanto que se aplicaban a Jesús textos que se refieren a Dios. Jesús no corrige las palabras de Tomás, como corrigió aquéllas de los judíos que lo acusaban de querer hacerse “igual a Dios” (Jn 5,18ss), aprobando así el reconocimiento de su divinidad.

Porque me has visto has creído. Dichosos los que no han visto y han creído: Jesús nunca soporta a los que están a la búsqueda de signos y prodigios para creer (Jn 4,48) y parece reprochar a Tomás. Encontramos  aquí un pasaje hacia una fe más auténtica, un “camino de perfección” hacia una fe a la que se debe llegar también sin las pretensiones de Tomás, la fe aceptada como don y acto de confianza. Como la fe ejemplar de nuestros padres (Ap 11) y como la de María (Lc 1,45). A nosotros, que estamos a más de dos mil años de distancia de la venida de Jesús, se nos dice que, aunque no lo hayamos visto, lo podemos amar y creyendo en Él podemos exultar de “un gozo indecible y glorioso” (1Pe 1,8).

Estos [signos] han sido escritos para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre: El IV evangelio, como los otros, no tiene la finalidad de escribir la vida completa de Jesús, sino sólo demostrar que Jesús era el Cristo, el Mesías esperado, el Liberador y que era Hijo de Dios. Creyendo en Él tenemos la vida eterna. Si Jesús no es Dios, ¡vana es nuestra fe!


La edición y el subrayado son nuestros
Tomado del Sitio Oficial de los Carmelitas

En este día, descubramos que nuestra capacidad de perdonar nos viene del Hijo Único de Dios, y la fe que Jesús quiere de nosotros es una fe más auténtica, regalo y fruto de la confianza en Dios  .
 
Que la misericordia y la confianza en el Señor no les falte.

Gracias